El líder laborista británico, Jeremy Corbyn, durante un acto este martes en Freston, cerca de Peterborough (centro Inglaterra), donde habló sobre los planes del partido para el Brexit
El líder laborista británico, Jeremy Corbyn, durante un acto este martes en Freston, cerca de Peterborough (centro Inglaterra), donde habló sobre los planes del partido para el Brexit - AFP

Corbyn, tachado de lunático por proponer un techo salarial

El líder laborista cree que limitar los sueldos es algo justo, pero los economistas lo ven inviable

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Jeremy Corbyn, de 67 años, líder laborista desde septiembre de 2015, es un personaje peculiar. Izquierdista de vieja guardia, no sabe lo que es trabajar en una empresa privada y lleva 33 años viviendo de su escaño en los Comunes. Frugal y austero, abstemio y ciclista, se ha revelado también como un mujeriego entusiasta, que va por su tercer matrimonio. Pasó las navidades de vacaciones en México, con su esposa actual, que es de allí, y a su regreso a Londres se esperaba una gran operación de relanzamiento de su figura, que comenzaba este martes. Sin embargo todo ha salido mal. El Partido Conservador, que ha encontrado un filón con él, se mofó hablando de «el Día del Caos».

Corbyn concedió cinco entrevistas este martes y ofreció su gran discurso se arranque de año. Pero todo quedó opacado por su propuesta de implantar un techo salarial para atajar la desigualdad, que lanzó de buena mañana en una entrevista en BBC Radio. Al final del día lo matizó, pero el mal ya estaba hecho. Uno de sus asesores económicos, Danny Blanchflower, en su día alto cargo del Banco de Inglaterra, lo tachó de «lunático». «Es una idea totalmente idiota, impracticable, un sinsentido». Emma Reynolds, la responsable de Empleo de la ejecutiva laborista, desdeñó la idea («hay otras maneras de luchar contra la desigualdad»). El nuevo líder de UKIP, Paul Nuttal, lo acusó de practicar «la política de la envidia» y advirtió que «los mejores de la City se irían al extranjero».

Corbyn necesita una operación relanzamiento como el comer, porque cada vez parece más lejos del Número 10

La mayoría de los economistas recordaron que pretender limitar los salarios desde un Gobierno es poner puertas al océano, porque con la globalización los ingresos se mueven de muchas maneras.

En caliente, en su sesión matinal, Corbyn incluso tachó los salarios de la Premier League de «absolutamente ridículos» y dio por seguro que el francés Arsene Wenger, el técnico de su equipo favorito, el Arsenal, «estará de acuerdo conmigo». Pero por la tarde matizó la propuesta. La dejó en que establecería un límite en los ratios de diferencia entre el ejecutivo que más gana y el empleado que menos cobra. También propuso que los directivos de las empresas que contraten con la Administración no puedan cobrar por ley más de 20 veces la media salarial de sus empresas (eso daría lugar en la práctica a un tope de 350.000 libras).

Corbyn necesita una operación relanzamiento como el comer, porque cada vez parece más lejos del Número 10. Su predecesor, Ed Miliband, perdió en 2015 contra Cameron por seis puntos, pero según una encuesta de esta semana del diario laborista The Guardian, Corbyn está a 14 puntos de May (39%-26%). El sondeo del conservador The Times lo sitúa a 13 puntos.

Corbyn encarna lo que se podría llamar «la paradoja de las primarias». Ha arrasado entre las bases en dos elecciones internas, la última a finales del año pasado, pero su radicalismo lo hace casi inviable como aspirante a primer ministro. La militancia laborista está más ideologizada y es más extremista que el conjunto de la sociedad, por lo que han elegido a un líder que no funciona ante las grandes mayorías, aunque a ellos les encante.

Pregunta clave

Otro ejemplo de tal desajuste se produjo este martes en el tema de la inmigración. En una entrevista le hicieron esta pregunta: «El año pasado llegaron al Reino Unido 190.000 inmigrantes de la UE. ¿Le parecen demasiados?». «No», respondió sinceramente Corbyn, y defendió que la inmigración es positiva para el país. Pueden ser palabras cabales y bienintencionadas, pero de poco eco en un país más bien inclinado a la xenofobia tras el triunfo del Brexit.

En relación a la salida de la UE, explicó que su partido «no está casado con el principio de la libre circulación de ciudadanos comunitarios», pero que podría ser partidario de conservarlo si es necesario para seguir en el mercado único. «No nos podemos permitir perder acceso a los mercados europeos de los que dependen tantas empresas y empleos británicos». Un punto de vista que da votos a UKIP en los tradicionales pagos laboristas de la Inglaterra profunda.

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