Theresa May rompe con el liberalismo de Cameron con un discurso social

Sin citarlo, la primera ministra británica acusa a su predecesor de fomentar el populismo por no atender a la gente corriente

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Margaret Thatcher, que hace treinta años, en un afán de fomentar la responsabilidad personal, dijo aquello de «eso que llaman sociedad no existe», debe haber dado un respingo en algún lugar del más allá. David Cameron tampoco debe haberse sentido nada feliz en los salones de su club de St. James, al que ahora ha vuelto. Este lunes, a los seis meses de llegar al poder sin pasar por las urnas, Theresa May presentó su programa de justicia social, que ha bautizado como «Sociedad Compartida», en clara oposición a la «Gran Sociedad», que era el lema cameronista. La primera ministra criticó abiertamente el liberalismo de su predecesor, rechazó el «laissez faire» y prometió un Gobierno que atenderá las necesidades de quienes se han quedado rezagados por la globalización.

May defiende un Gobierno intervencionista para corregir las injusticias sociales y la desigualdad. Condenó explícitamente lo que llamó «culto al individualismo», que fue precisamente la filosofía que instauró Thatcher, que era hija de un tendero (May es hija de un vicario y también se le nota).

Algunas de sus frases de este lunes se podrían poner tranquilamente en boca de Varoufakis, Corbyn o Iglesias. Sin citarlos, acusó a centristas como Blair y Cameron de haber «abrazado las grandes fuerzas del liberalismo y la globalización sin entender que mucha gente de clase media y baja está preocupada y nada contenta». Incluso los culpó del auge del populismo de extrema derecha y extrema izquierda en Europa -se cuidó de no citar a Trump-, llegando a asegurar que ese fenómeno «se apoya en los hombros de políticos que han permitido que la injusticia y la división crezcan, olvidando por demasiado tiempo las preocupaciones legítimas de la gente común».

La respuesta del cameronismo ya ha llegado, por boca que quien fuera su director de Estrategia en el Número 10, Steve Hilton. Tachó el discurso de «pomposo y arrogante» y advirtió a la primera ministra que si quiere cambiar el programa electoral con que Cameron ganó los comicios de 2015 debe llamar a las urnas. «Ella solo tiene mandato para llevar a cabo el Brexit, nada más», declaró a The Times. Por su parte los laboristas criticaron la falta de concreción contable del mensaje social de Theresa May, que sin libras sería solo poesía.

El gobernador del Banco de Inglaterra, el canadiense Mark Carney, recibió por segunda vez un claro pellizco de la «premier», cuando señaló, en clara alusión a él, que «si eres un ciudadano del mundo al final no lo eres de ningún sitio». El pasado octubre lo había criticado por bajar los tipos de interés y perjudicar los ahorros de las clases medias y bajas, reproche que se interpretó como una intromisión en la independencia del regulador bancario.

Como ejemplo de su nuevo talante social, May centró su primera oferta en mejorar los servicios de salud mental. Recordó que «uno de cada cuatro de nosotros tiene algún problema de ese tipo en su vida» y que cuestan a las arcas del Estado unos 105.000 millones de libras al año, el equivalente al presupuesto del NHS (la sanidad pública).

Hace justamente un año, Cameron había aprobado destinar mil millones más a la salud psíquica. May, a pesar de sus bellas palabras, no aportó dinero nuevo, se limitó a esbozar que los profesores recibirán formación para tratar el problema en sus alumnos y a generalidades sobre la mejora de la coordinación. El asunto del bienestar mental no es materia menor en el Reino Unido. Solo el año pasado 248.000 niños británicos fueron remitidos a especialistas. Los Duques de Cambridge han lanzado una organización contra el problema, que es también objeto de reiteradas campañas de los periódicos.

Justicia y solidaridad

En su discurso, May llegó a definir su «Sociedad Compartida» como «una nueva filosofía de justicia y solidaridad». Contrasta frontalmente con el enfoque liberal de Cameron y su mano derecha Osborne, dos patricios que abogaban por reducir la factura del Estado del Bienestar, estimulando la iniciativa económica privada y traspasando parte de los servicios asistenciales que asume la Administración a la filantropía privada.

El plan de Theresa May se completará con programas de construcción de vivienda y reindustrialización, sobre todo para el maltrecho norte de Inglaterra. Lo cierto es que con su giro social achica el campo de juego del laborismo, al apropiarse de muchos de sus mantras, al menos de palabra. Un problema más para Corbyn, hundido en las encuestas y al que la mayoría de sus compañeros ven incapaz de ganar unas elecciones de manera casi congénita.

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