Los autobuses llegan a sus destinos con mucho retraso en una Roma que vive el colapso de sus transportes
Los autobuses llegan a sus destinos con mucho retraso en una Roma que vive el colapso de sus transportes - ANSA

Colapso del transporte, la otra crisis de la alcaldesa de Roma

La regidora populista, Virginia Raggi, pierde el amplio apoyo con que ganó las elecciones

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Se acabó, en tiempo récord, la luna de miel entre la alcaldesa populista de Roma, Virginia Raggi, del Movimiento 5 Estrellas del cómico Grillo, y los habitantes de la ciudad eterna. Además de la situación de emergencia por la recogida de basuras, la abogada Raggi se enfrenta a una segunda y grave crisis: el transporte público de la ciudad, el peor de Europa, según denuncian muchos medios. La Empresa Municipal de Transportes (ATAC), que gestiona autobuses, metro y tranvía, está al borde del colapso, entre el caos, la rabia y las protestas de los romanos y turistas, hartos de esperar, bajo un calor sofocante, autobuses que no llegan o lo hacen con mucho retraso. Solo en los últimos días se han producido una serie de averías que afectan a más de 50 líneas y que han dejado tiradas a miles de personas, según denuncia el «Il Messaggero». Para colmo, se ha producido también un problema higiénico: más de cien autobuses, que recorrían 15 líneas de la capital, estaban infestados de cucarachas, aunque el ayuntamiento paga 23 millones de euros por su limpieza.

Pero esto es solo la punta del iceberg de ATAC, que cuenta con 11.771 trabajadores y es todo un mal ejemplo de intereses políticos, clientelismo e ineficacia. Con un elevado porcentaje de ciudadanos que utilizan el transporte público sin pagar billete, la deuda de ATAC es de 1.300 millones de euros, 700 de ellos con los proveedores que no están dispuestos a entregar más piezas de recambio sin garantías de pago. La antigüedad media de sus 2.000 autobuses es de 10,2 años, y casi 800 no circulan porque se caen a pedazos. «Tenemos autobuses con los que podemos girar solamente a la derecha», confiesa un trabajador de ATAC. De los 6.000 conductores de autobuses –casi la mitad de los trabajadores de la empresa–, unos 970 no acuden al trabajo, un absentismo que en agosto del pasado año alcanzó una cota del 22%. La situación en el metro es aún peor si cabe, al igual que en los tranvías, cuya edad media supera los 32 años.

Virginia Raggi fue elegida por amplia mayoría en los comicios del 19 de junio, porque convenció a la ciudad de que iba a resolver de inmediato sus problemas: basuras, suciedad, baches –la plaza Venecia fue utilizada por una empresa de motos para comprobar su resistencia a los socavones–, tráfico, contaminación, corrupción y burocracia. Pero no hay milagros. Cada día llegan al ayuntamiento tres peticiones de indemnizaciones por daños sufridos en coches y motos a causa de los baches. Para resarcirlos, el ayuntamiento paga 20 millones de euros cada año.

La alcaldesa se ve desbordada y no ha sido aún capaz de formar un adecuado equipo de gobierno. Hace un par de días se ha descubierto que en el plan de gobierno que presentó había párrafos enteros copiados de la web o de otros partidos. Sin capacidad de liderazgo, hace ostentación de pobreza, con modestos recortes sobre sus gastos para ocultar carencias. Por ejemplo, Raggi rompió en público el billete de avión –regalado por el Comité Olímpico Italiano– para ir a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, donde sí ha ido el primer ministro, Matteo Renzi, para hacer propaganda a favor de Roma. El gobierno desea que la capital italiana acoja los Juegos del 2024, mientras Virginia Raggi no los quiere por considerar que serían un derroche: «Somos pobres, no nos lo podemos permitir». Y pensar que un día Roma tuvo grandes vías, espléndidas termas públicas y once grandes acueductos de agua, cuando en otras partes se iba con el cubo al río.

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