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El gigantesco incendio de Portugal ya estaba activo dos horas antes de las tormentas secas

El presidente de la Liga dos Bombeiros sospecha que «hubo una mano criminal», mientras decenas de ciudadanos demandan al Estado por «negligencia» en la gestión de la crisis

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El macroincendio de Pedrógao Grande, activo desde el sábado 17 de junio, ha quedado por fin extinguido en la tarde de este miércoles día 21, más de cuatro días después de causar la mayor tragedia por culpa del fuego en Portugal: 64 muertos. Desde el primer instante, parecía no haber duda sobre el origen del siniestro: un rayo en medio de una sucesión de tormentas secas.

Pero la violencia en la propagación de las llamas y, sobre todo, la diversificación de sus frentes hizo levantar las sospechas del presidente de la Liga dos Bombeiros, Jaime Marta Soares, quien puso en marcha una investigación interna y ha comprobado que el incendio ya estaba en pie dos horas antes de que el Instituto de Meteorología registrara esas tormentas secas que, en todo caso, amplificaron la dimensión de los hechos.

Sus inquietantes palabras han sobrecogido a los portugueses por su rotundidad: «Creo que el fuego fue provocado y vamos a continuar con las pesquisas para averiguar la verdad, con todas sus consecuencias». Más aún: «Seguro que el incendio tuvo un origen criminal».

Son frases que levantan ampollas en el país vecino porque inciden en el problema de fondo: que todos los veranos se repiten estas situaciones angustiosas y la impunidad de los pirómanos mercenarios sigue intacta. Más y más incógnitas se van sumando por el camino, con los ciudadanos mucho más que contrariados.

Posibles consecuencias políticas

El primer ministro, António Costa, no ha dado respuesta a las decenas de preguntas que flotan en el aire, y ahora todo cobra una nueva dimensión con la entrada en escena del jefe de los bomberos, una autoridad más que acreditada para dar un giro total al proceso para esclarecer lo que ocurrió realmente.

La Policía Judicial ha tomado nota de sus palabras y un portavoz del cuerpo avanza que lo van a citar en breve para que preste declaración y aporte todas las pruebas que sea capaz de reunir.

En cualquier caso, la pirámide institucional de la República portuguesa se ha convertido en una especie de «Diez negritos» a lo Agatha Christie: los diferentes mandos se echan las culpas los unos a los otros. Y lo peor es que la mecha de este despropósito político la encendió el líder socialista con su exigencia de responsabilidades a la Autoridad Nacional de Protección Civil.

La desorganización en las operaciones es una cruda realidad que sufren los habitantes de la franja centro-norte, la más afectada por la acción del fuego. Nada extraño, por tanto, que los lugareños respondan en las emisoras de radio locales: «Por favor, dejen que lloremos en paz a los muertos, a nuestros seres queridos».

Esa ira de la población puede traducirse muy pronto en un aluvión de demandas contra el Estado por «negligencia», tal cual preparan ya varios despachos de abogados de Lisboa, Oporto y Coimbra.

El gasto público para combatir esta plaga que parece no tener fin se ha reducido un 9% desde que gobierna el primer ministro António Socialista, que accedió al poder por una moción de censura del Partido Socialista contra Passos Coelho a finales de 2015.

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