Un féretro que simboliza la "muerte de la democracia" en una marcha en Hong Kong
Un féretro que simboliza la "muerte de la democracia" en una marcha en Hong Kong - AFP

Arrestos domiciliarios y vacaciones forzosas por el 27 aniversario de Tiananmen

Para no alterar la estabilidad social, el régimen chino silencia el recuerdo de la masacre con que aplastó las protestas pro-democráticas de los estudiantes el 4 de junio de 1989

PEKÍN Actualizado: Guardar
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Un año más, y ya van 27, el autoritario régimen chino intenta borrar de la Historia la masacre de Tiananmen. O, al menos, su recuerdo. Con el silencio en los medios oficiales y arrestos domiciliarios o vacaciones forzosas fuera de Pekín para los familiares de las víctimas, las autoridades intentan que nadie se acuerde del baño de sangre que dejó aquella fatídica noche.

En la madrugada del 3 al 4 de junio de 1989, el Ejército Popular de Liberación abrió fuego contra sus compatriotas y aplastó por la fuerza la acampada pro-democrática que desde mediados de abril venía ocupando la céntrica plaza de Tiananmen, a la sombra del retrato de Mao que cuelga en la entrada a la Ciudad Prohibida.

Liderada por los estudiantes, que exigían reformas políticas y el fin de la corrupción, esta multitudinaria protesta había empezado para honrar tras su muerte a Hu Yaobang, un dirigente del Partido Comunista que apoyaba la apertura. Pero, con el paso de las semanas, los universitarios consiguieron paralizar Pekín y tomar el corazón político e histórico de China, en un momento en que los regímenes comunistas de la Europa del Este se tambaleaban por las ansías de libertad que había traído la “perestroika” de Gorbachov a la entonces Unión Soviética.

A las órdenes del secretario general del Partido Comunista, Zhao Ziyang, las autoridades intentaron negociar con los líderes estudiantiles para asumir algunas de sus reivindicaciones y desactivar las manifestaciones, que se estaban propagando por otras ciudades. Pero, al final, se impuso el ala dura del régimen. Mientras caía defenestrado el propio Zhao Ziyang, quien había acudido a la plaza para pedirle a los estudiantes que se marcharan, el primer ministro, Li Peng, ordenaba al Ejército su desalojo por la fuerza.

Dos centenares de muertos

Aún hoy, más de un cuarto de siglo después, no se sabe exactamente el número de fallecidos que dejaron los enfrentamientos entre los soldados y los manifestantes, que montaron barricadas y convirtieron el centro de Pekín en un campo de batalla. Un grupo de familiares de las víctimas, conocido como las Madres de Tiananmen, ha cifrado en 202 el número de muertos por la represión militar, pero el régimen sigue imponiendo el silencio sobre tan traumático episodio.

En un libro publicado en 2012, “Conversaciones con Chen Xitong”, el alcalde de Pekín durante la revuelta – luego condenado por corrupción – calcula que unas 200 personas murieron cuando los tanques del Ejército desalojaron a tiros la plaza y persiguieron a los manifestantes por las avenidas colindantes, donde cayeron la mayoría de las víctimas. Pero, a tenor de un informe de la Cruz Roja de aquella época, se contabilizaron al menos 727 muertos, ya que la ciudad se rebeló contra los militares. Buena prueba de ello es la famosa foto del hombre frente al tanque, poderoso icono de la lucha del individuo frente a la maquinaria de guerra de los totalitarismos.

Recurriendo a su discurso habitual, el régimen chino se ampara en el extraordinario crecimiento económico de las últimas décadas para justificar el violento aplastamiento de la protesta. Con el fin de que su recuerdo no altere la sacrosanta estabilidad social, la Policía ha confinado bajo arresto domiciliario a destacadas disidentes como la combativa Ding Zilin, quien perdió a su hijo en la revuelta y es una de las fundadoras de las Madres de Tiananmen. Según la ONG Human Rights Watch (HRW), la periodista Gao Yu, quien cumple en su casa una condena de siete años tras ser liberada por motivos de salud en noviembre de 2015, y Bao Tong, un antiguo alto cargo muy crítico con el Partido, han sido “invitados” a marcharse de Pekín en unas “vacaciones forzosas”. Junto a otros activistas que están bajo vigilancia por todo el país, Fu Hailu ha sido acusado de subversión por publicar en las redes sociales imágenes de botellas de licor con etiquetas alusivas al “6-4” (“liu si”), como se conoce en mandarín a la matanza del 4 de junio.

“En lugar de avanzar, China se ha estancado, o incluso retrocedido, en términos de reformas políticas desde 1989”, critica en un comunicado Sophie Richardson, directora de HRW para este país. En su opinión, la intolerancia hacia los disidentes ha alcanzado un nuevo pico desde que el presidente Xi Jinping llegó al poder en marzo de 2013, ya que el Gobierno ha promulgado nuevas leyes de seguridad que establecen más controles sobre la sociedad, restringido la libre expresión en internet y los medios y detenido a cientos de activistas en sucesivas oleadas de arrestos.

Veintisiete años después, la represión y el desarrollismo imperantes en la sociedad china vuelven a causar una amnesia generalizada sobre Tiananmen, que solo se recordará con una vigilia en Hong Kong, donde hay más libertades que en el resto del país. Todavía.

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