¿Por qué el Arabia Saudí de los jeques teme tanto la libertad de expresión de un bloguero?

En solo unos días este petroestado ha pasado de conseguir la elección de un embajador saudí como líder del comité de DD.HH. en la ONU a que se reconozca con el premio Sajarov a la Libertad de Conciencia al escritor de los 1.000 latigazos

Madrid Actualizado: Guardar
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Arabia Saudí vive una continua contradicción tanto dentro como fuera de sus fronteras. Para unos, es un «Estado Islámico» que funciona y que además tiene el favor de Occidente pese a sus atrocidades legisladas. Para otros, un aliado al que tener cerca en un cada vez más inestable Oriente Próximo. En solo unos días, este petroestado ha pasado de conseguir la elección de un embajador saudí, Faisal bin Hassan Trad, como líder del comité de DD.HH. en la ONU a que se reconozca con el premio Sajarov a la Libertad de Conciencia al bloguero de los 1.000 latigazos, Raif Badawi.

Además de los mil latigazos, que ha recibido y recibirá cada viernes durante 20 semanas, Badawi ha sido condenado a diez años de prisión por promover el secularismo y cuestionar el Estado wahabí, que destaca por su rigor en la aplicación de la ley islámica o sharía y por un constante deseo de expansión por el mundo.

El activista fue acusado de «insultar al Islam» y criticar a la «policía de la moral» saudí en su blog.

«Este hombre ha sido víctima de una de las más crueles penas que solo puede ser descrita como una brutal tortura», le ensalzó ayer el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, quien ha hecho un llamamiento inmediato para su liberación.

De hecho, esta nominación coincide con la publicación del informe de 2015 de Freedom House sobre la libertad de acceso a internet en el mundo. Como era previsible el petroestado de los Saud se encuentra entre los no libres junto a Irán, Siria o China.

«El acceso al trono del Salman bin Abdulaziz al-Saud el pasado enero no ha significado el levantamiento de la represión «online». En cambio, el gobierno saudí sigue promoviendo el uso de Internet como una herramienta para el desarrollo económico y accesibilidad, en el que está por delante de muchos países de la región», reza el informe. Pero va más allá, cualquier disidencia en la red es tachada de terrorismo por lo que el arma de represión más eficaz es la propia autocensura, añade.

Un activista saudí residente en Estados Unidos, Hala al-Dosari, dijo al medio británico « The Independent» que el país de los Saud acalla las voces disidentes porque «no quieren que la gente empiece a cuestionar la religión, la legitimidad de la familia gobernante, o la distribución de la riqueza».

En enero del presente año, el rey Salman Bin Abdelaziz al Saud sucedió en el trono a su hermano Abdullah, que moría tras una larga enfermedad. En septiembre, el embajador de Arabia Saudí en Naciones Unidas, en Ginebra, fue nombrado para presidir una comisión de expertos independientes en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, decisión que el director ejecutivo de UN Watch, Hillel Neuer, describió como una victoria para el petróleo sobre los derechos humanos. Y en octubre un activista político utilizado para asustar a las masas ha ganado un premio de DD.HH., como forma de presionar al régimen para que le liberen.

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