El dilema de las fronteras exteriores de Europa
El dilema de las fronteras exteriores de Europa - reuters
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¿Debería Europa abrir sus fronteras o reforzarlas?

La Comisión Europea propone este miércoles una nueva política migratoria para los 28 países de la UE

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Más de 1.800 inmigrantes han perdido la vida desde el comienzo de 2015 en aguas del Mediterráneo oriental, 20 veces más que el año anterior. Otros 40.000, según datos de Naciones Unidas, han logrado llegar a las costas europeas. Y muchos más —entre 100.000 y 200.000, según las mismas fuentes— están esperando en Libia para recorrer los 300 km que les separan del sueño europeo. La UE prepara su estrategia para abordar este drama humanitario con el complejo reto de aunar las posturas de todos los países miembros. Un problema que afecta a los 28, en primer término a los países periféricos, pero también a los Estados del norte que reciben una mayor cantidad de solicitudes de asilo.

El lunes, la alta representante para la Política Exterior Europea, Federica Mogherini, pidió al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas su apoyo para aprobar una resolución que autorice una acción militar para frenar las mafias que trafican con inmigrantes en aguas libias e internacionales.

En conversación con ABC Emiliano García Coso, profesor «Jean Monnet»de Derecho de la UE, cree que la solución no pasa por una respuesta militar y además recuerda que esta medida tiene una complicación añadida desde el punto de vista del Derecho Internacional, porque «se podría llegar a considerar como una violación al principio de soberanía territorial».

Sin embargo, esta estrategia previsiblemente recibirá más apoyo entre los líderes europeos que algunas de las otras propuestas que la Comisión Europea plantea este miércoles. Una de ellas consiste en crear un sistema obligatorio de cuotas para asegurar una distribución más equitativa de los refugiados entre todos los estados miembro. El también Profesor Titular de Derecho en la Universidad Pontíficia de Comillas asegura que «mientras los 28 no cedan sus competencias a favor de la UE, como pasa en Estados Unidos, Europa no podrá legislar en esta materia». Esta ha sido una de las grandes batallas desde el año 99, cuando se comunitarizó la política de migración y los estados opusieron a ceder el control.

¿Cómo hemos llegado a este punto?

El establecimiento del Acuerdo Schengen propició un gran cambio en lo relativo a la libertad de movimiento entre países de la UE, una revolución que provocó un giro de 180 grados en lo que respecta a los procedimientos de seguridad. Fue a partir de entonces cuando la migración irregular pasó de ser un asunto tratado en los ministerios de de empleo para convertirse en una materia que se gestionaba en los ministerios de asuntos interiores de cada país. Esto es lo que ha fomentado que la tendencia sea cada vez más reforzar las fronteras exteriores de la UE. En opinión de García Coso, «hemos construido un estereotipo del migrante irregular como un objeto de seguridad, cuando el 99,9 por ciento no representan ningún riesgo».

Además, «las dificultades de entrada a Europa han provocado la creación de un mercado para el contrabando de personas». Antes muchos inmigrantes venían a ganar dinero y luego volvían a sus países, pero «cuando empezamos a cerrar nuestras fronteras, los migrantes se vieron obligados a utilizar los servicios que ofrecen las mafias». Según esta teoría, el mayor malentendido es que al atacar a los contrabandistas podamos resolver el problema, cuando lo cierto es que así solo aumenta la dependencia de los migrantes en ellos.

El dilema de las fronteras

En opinión del catedrático de Comillas, «abrir las fronteras tampoco es la solución». Según su criterio, todo pasa por intentar establecer el Enfoque Global de la Migración y la Movilidad (GAMM) que constituye desde 2005 el marco general de la política exterior de la UE en este asunto. Es necesario actuar con diferentes políticas, no solamente con las fronterizas, sino actuar con otros medios en los países de presión migratoria. Implica una buena cooperación al desarrollo, la lucha contra la pobreza y ayuda en las crisis humanitarias, las hambrunas y las guerras. «Mientras no cambie la situación en esos países de origen, la población va a intentar emigrar, aunque ello suponga que puedan morir en el camino», comenta el profesor.

García Coso se muestra crítico en lo que respecta los valores europeos. «Desde Europa, que predicamos la democracia, el Estado de Derecho, el cumplimiento de la ley internacional, no podemos tener a personas que están intentando cruzar (el Mediterráneo) y que en muchos casos ni siquiera tramitemos sus solicitudes de asilo». Considera que las devoluciones que plantea la UE son un error porque «primero tendríamos que comprobar si cumplen las condiciones de refugiados. Una persona que acredita que efectivamente su vida corre peligro, como los que vienen de un conflicto, no se les puede devolver ni al país que han utilizado de tránsito, ni mucho menos al país de origen. Si lo hacemos estamos incumpliendo nuestras obligaciones internacionales».

A este respecto es imposible no pensar en los cuatro millones de sirios atrapados en Oriente Medio sin futuro. La medida de distribución equitativa entre todos los países de Europa pretende evitar que los refugiados pasen por el calvario de cruzar el Mediterráneo.

Europa ante su reto demográfico

En último término, la cuestión migratoria debe afrontarla Europa como un enorme reto demográfico. De aquí al 2050 las previsiones dicen que necesitaremos 15 millones de inmigrantes nuevos. Se trata de una cuestión fundamental para paliar el progresivo envejecimiento que sufre Europa. Necesitamos mano de obra. García Coso estima que lo estamos enfocando mal: «todos los países hemos modificado nuestras legislaciones para buscar la lotería. Queremos atraer inmigrantes con recursos para que inviertan, para que compren viviendas... Y lo que no nos damos cuenta es que necesitamos una ordenación de la política migratoria que establezca cuáles son nuestras necesidades en el mercado laboral».

Pero más allá del ámbito meramente económico, el profesor añade una cuestión moral «estamos diciendo que vamos a admitir a gente con un amplio nivel de cualificación, pero ¿qué pasa con los estados en desarrollo que han invertido sus escasos recursos en formar médicos e ingenieros para que después, se los quitemos nosotros? Realmente con esta política estamos desestructurando sus países de origen que no tienen medios para crecer económicamente y creamos una situación de escaso desarrollo que se lleva a un porcentaje joven de esa población». Por tanto, considera García Coso, que no hay amenaza de los inmigrantes económicos, aquellos poco cualificados que buscan mejorar sus condiciones económicas, «y además los necesitamos», concluye.

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