Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa
Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa - REUTERS

Mario Vargas Llosa vuelve a los escenarios del Nobel

Regresa seis años después y acompañado de Isabel Preysler

ESTOCOLMO Actualizado: Guardar
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Mario Vargas Llosa ha vuelto esta semana a Estocolmo, ciudad en la que en diciembre de 2010 recibió el Premio Nobel de Literatura. Volvía casi seis años después de la mano de la «reina de corazones», Isabel Preysler, que acudió a todos los actos culturales y sociales que, en homenaje al escritor, se celebraron el viernes en la capital sueca, con motivo del doctorado «Honoris Causa» que le ha concedido la Universidad de Estocolmo.

Vestida con un clásico abrigo de color camel, para hacer frente a las frías temperaturas otoñales del país nórdico, y con el pelo recogido en una coleta, Isabel entró en el Aula Magna de la universidad ocultando el rostro tras unas gafas oscuras y con un ramo de flores rojas en las manos y se sentó en la primera fila del auditorio, donde siguió atentamente la conversación entre Vargas Llosa y el catedrático de Estudios Clásicos y Románicos, Ken Benson, a la que asistieron cerca de 300 estudiantes y profesores.

Durante el coloquio, el autor hispano-peruano al que el profesor Benson definió como «el escritor vivo en la lengua de Cervantes más importante en la actualidad» habló de su obra, de la riqueza del idioma español y de diversos temas de actualidad. En la charla, Vargas Llosa criticó las redes sociales, a las que calificó como «manifestaciones pesadillescas de la realidad».

Se trataba del primer evento del día dentro de una apretada agenda oficial. A las cinco de la tarde la pareja se dirigió al Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo, donde el escritor recibió el doctorado «Honoris Causa». La ceremonia continuó con un banquete de gala y un baile en el Salón Dorado, los mismos escenarios que hace seis años recorrió Vargas Llosa arropado por su ex esposa Patricia Llosa, sus hijos, Morgana, Álvaro y Gonzalo, que acudió con Genoveva Casanova con quien entonces mantenía una relación sentimental, y sus seis nietos. En esta ocasión, Preysler brilló en la noche escandinava con un elegante vestido negro, aunque, lejos de los focos de los paparazzi, todo el protagonismo fue para el Nobel.

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