Mourinho en un partido entre Manchester City y el Chelsea
Mourinho en un partido entre Manchester City y el Chelsea - efe
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Las mil y una polémicas del técnico portugués

Protestas contra árbitros, jugadores, compañeros... Repasamos su historial

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Jose Mourinho es la polémica personificada. Se ha especializado en esa táctica para convertir en realidad la vieja teoría de que más vale que hablen de uno, aunque sea mal. Conclusión: su arma favorita no deja de catapultarle al primer plano, donde se mueve como pez en el agua en medio de los micrófonos y las cámaras.

Con el tiempo, se ha labrado un perfil deudor de los ataques verbales y de la arrogancia que no cesa. Una estrategia que siembra el nerviosismo en sus adversarios e incrementa su aureola de cascarrabias profesional, de provocador nato. Le encanta esa imagen porque alimenta su egolatría de «special One», como se le conoce en el Reino Unido. Pero, en realidad, todo es puro teatro, como cantaba La Lupe, ídolo melódico de Almodóvar.

Simulacros bien ensayados, pues se le nota mucho que le busca proyectarse como un perdonavidas de alto nivel.

Durante su etapa en el Real Madrid se fraguaron sus enfrentamientos con otro entrenador no menos mediático, Guardiola, al frente del Barcelona entonces.

Su frustración se amplificó al ver por televisión cómo los catalanes se proclamaban campeones de Europa, a lo que él aspiraba, y le azuzó con frases tan demoledoras como «a mí me daría vergüenza ganar una Champions así». La respuesta de Pep no se hizo esperar: «Mourinho es el puto amo, el puto jefe y le regalo su Champions particular».

¿Cuándo llegó a su culmen? Durante un Madrid-Barça le metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova. Un gesto más que feo y del que incluso llegó a arrepentirse, tal vez para demostrar que no es tan fiero el león como lo pintan.

Sus choques con Íker Casillas le demonizaron para una parte de la afición madridista, aunque su legión de fans no dejó de rendirle pleitesía en ningún momento. Otro de sus objetivos: o se le apoya o se le odia, no hay término medio. Y todo para conseguir el poder absoluto dentro del equipo en el que preste sus servicios (con un sueldo astronómico, claro).

Con Arsène Wenger también ha tenido Mourinho sus más y sus menos, especialmente a causa de sus fracasos sucesivos a la hora de abordar el asalto a la Premier League con el Arsenal.

Y qué decir de Rafa Benítez, que curiosamente ha entrenado a tres de los mismos equipos con posterioridad al de Setúbal.

La mujer del excelente profesional madrileño, Montserrat Seara, se fue de la lengua recientemente («mi marido siempre tiene que arreglar los entuertos que él deja») y recibió estopa: «La señora tiene una confusión y no es un chiste. En el caso del Chelsea, sustituyó a Di Matteo y en el Real Madrid a Ancelotti, no a mí. Debería ocuparse de sus cosas en lugar de en mí. Si se ocupara de la dieta de su marido, no tendría que hablar de mí».

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