Hawking el día de su boda con su primera mujer
Hawking el día de su boda con su primera mujer - abc

Stephen Hawking recupera la amistad con su primera mujer

El científico ha retomado lazos con la madre de sus tres hijos tras divorciarse en 2006 de su segunda esposa, una enfermera sospechosa de maltratarlo

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Stephen Hawking, que el jueves cumplirá 73 años, es sin duda el científico vivo más popular. No tanto por sus hallazgos sobre la radiación de los agujeros negros y el origen del universo, como por su impresionante pelea contra la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), cuyos primeros síntomas padeció con solo 21 años, cuando completaba su formación en Cambridge. Postrado en una silla de ruedas y hoy ya solo capaz de mover los músculos de su rostro, lo ha conseguido todo, pese a que su cuerpo es su cárcel. Ha convertido la física en un best-seller global, en especial con su «Historia del tiempo» de 1988, que vendió diez millones de libros en cuarenta lenguas. Se ha casado dos veces y es padre de tres hijos.

Casi se ha convertido en un icono pop: ha aparecido encarnado en dibujo animado en los Simpson, su cíber-voz está presente en «Endless river», el nuevo disco de Pink Floyd, y se acaba de estrenar «La teoría del todo», una película que cuenta su primer sus días en la universidad, cómo supo que padecía la enfermedad y la historia de su primer matrimonio.

El mes pasado, el científico acudió por sorpresa junto a su ex mujer Jane Wilde, de 70 años, al estreno en un cine en el centro de Londres de la película que reconstruye su noviazgo y sus treinta años de matrimonio, en el que tuvieron tres hijos: Robert (1967), Lucy (1970) y Timothy (1979). Ambos posaron junto a los actores que los encarnan. El prometedor intérprete londinense Eddie Redmayne da un recital en la piel de Hawking, que ha bendecido la película, basada en un libro de memorias de Wilde. Una lágrima cayó por el rostro contorsionado del físico cuando se la mostraron en un pase especial.

La imagen amistosa de Hawking y Jane Wilde no se ha mantenido siempre. Su separación fue amarga. Ella ha reprochado su endiosamiento tras el triunfo de «Historia del tiempo»: «Nuestro matrimonio de hundió por la ola de fama y fortuna». También le achaca que vivía consagrado a la «diosa Física» y que podía pasarse una semana «doblado en la silla, pensando en la posición del Pensador de Rodin», ajeno a su hogar y sus hijos.

Jane, estudiante de lenguas en Cambridge y hoy experta en poesía medieval española, decidió casarse con Stephen cuando ya se sabía que sobre él pendía la espada de Damocles de la ELA. A los 21 años le diagnosticaron la enfermedad en el Hospital San Bartolomé de Londres, tras una caída por unas gradas que supuso el primer indicio de que su cuerpo no respondía bien. Le auguraron un máximo de tres años de vida. El científico ha contado que tras sufrir un golpe tan enorme «enamorarme de Jane me dio algo por lo que vivir». Ella ha evocado qué vio en Stephen: «Era realmente simpático, excéntrico, con su sonrisa ancha y sus bonitos ojos grises». Se casaron en 1965 y se divorciaron en 2006.

La enfermedad supuso una carga demasiado dura para el joven matrimonio y el científico ha sido acusado por ella de egoísmo. Le impidió contratar cuidadores de apoyo y al principio se negaba incluso a utilizar la silla de ruedas y caminaba apoyado en ella, que con la otra mano sostenía a su primogénito. Tras su triunfo mundial, lo acusa de haber pasado a comportarse como «un emperador todopoderoso», que sucumbió a la adulación general y exigía vasallaje absoluto.

También los separó la religión. Jane, católica, había encontrado en su fe el apoyo para soportar las penalidades de la enfermedad de Stephen. Pero él se fue afianzando cada vez más en su ateísmo: «No se necesita un Dios creador. El universo empezó a existir por sí mismo».

Los reproches también circulan en sentido contrario. Jane conoció cantando al organista y director de coro Jonathan Hellyer Jones, al principio un amigo especial de la familia. Pero luego algo más. Cuando el científico cumplía un año académico con los suyos en una universidad de Estados Unidos, Jane se trajo al músico a vivir con ellos en el apartamento que les había facilitado el centro. Aquello tenía visos de adulterio bajo el techo del cornudo, pero Hawking en principio transigió: «Podía haberlo rechazado. Pero esperaba morirme muy pronto y sentía que haría falta alguien para cuidar a los niños cuando yo no estuviese».

En 1990, Hawking estalla y da la sorpresa abandonando su hogar para irse a vivir con una joven enfermera pelirroja, Elaine Mason, casi 20 años más joven que él, madre de tres hijos y casada con un ingeniero que ideó el primer ordenador de voz para suplir la afasia del sabio. En 1995 se casan y en 2006 llega el divorcio tras graves rumores de que ella lo maltrata. Otras cuidadoras que trabajaron para la pareja califican a Elaine de «controladora, manipuladora y acosadora». En el verano 2004 la policía inicia una investigación tras descubrirse que Hawking sufrió una insolación tras ser abandonado a la intemperie en su silla en el día más soporífero de agosto. Además ha sido ingresado con cortes en la cara y los labios, y con fracturas de muñeca y fémur. La investigación no prosperará, porque el físico lo niega todo y rechaza cooperar. Todavía hoy se niega a hablar mal de Elaine y se limita a decir que fue un matrimonio «apasionado y tempestuoso», con altibajos, pero recuerda que ella le salvó varias veces la vida.

Hawking también se ha vuelto más elogioso con Jane, su primera mujer. Ha reconocido que lo salvó en 1985, cuando fue sometido a un coma inducido en Ginebra tras una gravísima neumonía y los médicos ofrecieron a su esposa desenchufar la máquina que lo mantenía con vida. Ella se negó e hizo posible la segunda vida de Hawking, la del aclamado autor de «Breve historia del tiempo». Jane, que se casó con el director del coro cinco meses después de que su ex marido lo hiciese con la enfermera, cuenta que ha retomado una relación más fluida con el padre de sus tres hijos: «Después de su divorcio ha sido posible comunicarnos de nuevo. Él vive a diez minutos de nuestra casa en Cambridge y lo llamo muy a menudo para hablar de temas familiares y cuando los chichos están aquí comemos todos juntos».

El científico vive hoy con su ama de llaves, sin amor, que se sepa. Cuando cumplió 70 años, en 2012, concedió una entrevista en la que explicó que las mujeres eran para él uno de los mayores enigmas del universo: «Ellas son para mí un completo misterio».

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