Iván Martín, el quiosquero del número 74 de la calle de Serrano
Iván Martín, el quiosquero del número 74 de la calle de Serrano - ISABEL B. PERMUY

El quiosco más antiguo de Madrid: «El 90% de los periódicos que vendemos es ABC»

El quiosco de Serrano 74, uno de los más antiguos de Madrid, celebra hoy el día del comerciante de prensa

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Entre dos y tres días. Ese es el tiempo que tarda un quiosquero en saber cuál es el periódico que le tiene que dar a cada uno de sus clientes. Así lo confirma Iván Martín Sosa quien, desde su quiosco en el 74 de la calle de Serrano, representa el último eslabón de una saga de vendedores de periódicos que comenzó con su abuelo y continuó con su padre, a quien ayudaba cuando sólo tenía 15 años. «Entonces el frío era el mismo que ahora», bromea un quiosquero que hace cuatro años volvió a la caseta después de abandonar, hace más de 20, un gremio «muy duro» que hoy vivirá su merecido homenaje con motivo del día del vendedor de prensa.

«Yo me levanto a las cuatro y media de la madrugada, salgo de casa y no vuelvo hasta pasadas las ocho de la tarde. Estoy 16 horas del tirón trabajando», cuenta Martín, quien ha sellado su regreso al oficio a lo grande, desde uno de los quioscos más antiguos de la capital.

Los primeros registros que hablan de su puesto datan, curiosamente, de una época en la que no había quioscos. Según explican desde la Asociación de Vendedores Profesionales de Prensa de Madrid (AVPPM), en diciembre de 1944, Luis Encabo Carballo consiguió el permiso para vender periódicos en el 70 de la calle Serrano, justo al lado del actual, después de 40 años vendiendo la prensa de forma ambulante. Este permiso, sin embargo, únicamente le dejaba vender en ese punto, no construir una caseta, algo que se le concedió en 1967.

Valor añadido

Desde entonces, allí se han se han ofrecido noticias de todo tipo, el quiosco ha cambiado de forma y la información, aunque sea más difícil de vender, continúa. El quiosquero conoce la receta que permite que el negocio sea rentable en el siglo XXI. «Hay que conocer a la gente, empatizar con ella, eso es muy importante», explica, porque, además de internet, en la mayoría de establecimientos se vende lo mismo: «Hay que dar un valor añadido». Y este factor diferencial que intenta ofrecer Martín se traduce en un no parar de parroquianos que no tienen ni que abrir la boca al llegar porque Iván les da su cabecera - «el 90% de los periódicos que vendo es el ABC», reconoce- sin preguntar . «Es magnífico, tiene una memoria prodigiosa, se acuerda de todo, de lo que compro yo y de lo que compran mis nietos también», confirma Luis Loren, vecino del barrio y cliente habitual. «Aquí te cuenta sus batallas, historias y problemas todo el mundo», subraya entre risas el quiosquero, quien admite que, además de vender la prensa, también hace las veces «de psicólogo».

Aunque no siempre se repare en ello, estar 16 horas de pie casi a la intemperie no es un trabajo fácil. «Cuando estás en movimiento, vale, pero cuando estás parado... el agua y el viento son muy duros», reconoce Martín, que en esas ocasiones se da cuenta «de lo complicado» que era el trabajo de su abuelo, que años después se convirtió en el de su padre y que, ahora, es el suyo. ¿Mañana? Quizá sean sus hijas las que tomen su testigo porque, al parecer, maneras no les faltan. «Un día vinieron a verme y hasta me ayudaron a recoger», rememora con orgullo el quiosquero, justo el mismo sentimiento que, a buen seguro, guarda de él su padre por tomar la alternativa, cada mañana, a la hora de vender, pese al frío, los periódicos de la jornada.

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