Emilio Contreras - OPINIÓN

No fue solo el recuerdo de la guerra

Los dirigentes de la Transición miraron hacia atrás sin ira y tuvieron presente el fracaso de las generaciones anteriores

Emilio Contreras
Madrid Actualizado: Guardar
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Nunca más una guerra civil, porque España había sufrido cuatro en un siglo, entre 1833 y 1936, y el recuerdo de la última todavía estaba vivo en la memoria de todos. Ese fue el pilar fundamental que sustentó los acuerdos y consensos en los que se basó la Transición. Pero no el único. Los hombres que la protagonizaron sabían que su responsabilidad debía ir más allá de evitar el enfrentamiento a muerte entre españoles. Había, además, otros males que evitar y otros errores del pasado que corregir para asegurar la paz y la estabilidad en los años venideros.

Se trataba de no volver a lo peor de ese pasado, con gobiernos débiles surgidos de parlamentos fragmentados hasta lo inimaginable, y siempre bajo la amenaza de la intervención del ejército.

Valga como ejemplo que tras las elecciones de noviembre de 1933, en las Cortes de la II República se constituyeron 32 grupos parlamentarios, y 33 tras las de febrero de 1936. Y algo similar había ocurrido con el régimen de la Restauración desde principios del siglo XX. Entre la muerte de Fernando VII en 1833 y el estallido de la guerra civil en 1936 -en 103 años- hubo 139 gobiernos en España, con una duración media de uno cada siete meses.

Un Gobierno cada tres meses y medio

Pero en 1977 los ejemplos estaban aún más cercanos. Entre 1902, fecha de la mayoría de edad de Alfonso XIII, y 1923, año del golpe de Estado de Primo de Rivera, en 21 años, hubo 33 gobiernos; y en los cinco años y dos meses que van desde la proclamación de la II República, hasta el comienzo de la guerra civil, España tuvo 19 gobiernos -una media de uno cada tres meses y medio- y 13 presidentes del Consejo de Ministros. En esas condiciones era muy difícil gobernar un país.

Había que huir de esa fuente permanente de inestabilidad y debilidad gubernamental. Si se quería evitarlas, era imprescindible dotar de estabilidad y fortaleza a los gobiernos de la democracia que se había recuperado hace ahora 40 años. Para conseguirlo, se elaboró una ley electoral que encauzó los votos de la izquierda y la derecha hacia dos grandes formaciones, que pudieran contar con amplias mayorías en el Congreso y permitieran la formación de gobiernos estables y con autoridad. El resultado ha sido que en cuarenta años España solo ha tenido seis presidentes de gobierno; el saldo de la comparación con el pasado es evidente.

Los dirigentes de la Transición miraron hacia atrás sin ira y tuvieron presente el fracaso de las generaciones anteriores para dotar a nuestro país de unas reglas constitucionales aceptadas por todos. Sabían que entre 1812 y 1936, habíamos tenido seis constituciones -las de 1812, 1837, 1845, 1869, 1876 y 1931- todas ellas elaboradas por los representantes de media España, ignorando a la otra media. Y con el esfuerzo de todos, los parlamentarios elegidos hace ahora 40 años, redactaron en 1978 la primera Constitución de nuestra historia aprobada por la casi totalidad de los grupos parlamentarios y ratificada en referéndum por los ciudadanos.

Los que ahora descalifican la Transición deberían poner un ejemplo, uno solo, de un país que haya salido de una dictadura con menos traumas con que lo hizo España, al que haya seguido un periodo de cuarenta años con más estabilidad y progreso que el nuestro. Y los que proponen reformar la Constitución deberían tener presente el esfuerzo de patriotismo e inteligencia que se hizo entonces, sin el que cualquier reforma estará condenada al fracaso y nos devolvería a lo peor de nuestro pasado.

Todo lo que se hizo en España hace cuarenta años no fue solo por el recuerdo de la guerra.

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