Luis Ojea - Cuaderno de viaje

Viaje sin billete de vuelta

Resulta abracadabrante haber visto a un exmagistrado respaldar el mayor ataque al Estado de derecho

Canta Joaquín Sabina en uno de sus últimos trabajos que ha defraudado a todos, empezando por él mismo. Y algo de eso le pasa a Luis Villares. Resulta abracadabrante haber visto esta semana a un magistrado en excedencia del Tribunal Superior de Justicia de Galicia respaldando en una manifestación en Barcelona el mayor ataque perpetrado en las últimas décadas contra el Estado de Derecho y la democracia.

Hay viajes que solo deberían ser de ida por muy legal que sea tener asegurado el billete de vuelta. El problema no son las necedades que Villares pueda decir sobre el golpe independentista. Ya tenemos callo y además la Constitución que pisotean sus camaradas catalanes protege el derecho a la libertad de expresión. Ni tampoco es un drama que haga más o menos el ridículo como líder político. Ya los ciudadanos lo juzgarán en las próximas elecciones. La cuestión es que, con la legislación vigente en la mano, algún día, cuando él lo estime oportuno, podrá regresar a su plaza en el TSJG. Y eso son palabras mayores. Porque quien entonces volverá a dictar sentencias es quien hoy se está posicionando, con su presencia en la movilización independentista, a favor de los que se enorgullecen de no respetar el ordenamiento jurídico y de no acatar las resoluciones del Tribunal Constitucional. Hay puertas giratorias que legalmente pueden traspasarse pero que, por ética y por estética, no deberían jamás cruzarse

De aquellos polvos, estos lodos

No puede extrañar demasiado ver en este tipo de charcos nauseabundos a quien en su día fue un cachorro de la UPG. Pero al margen de su posición personal, Villares se ve arrastrado a ese fango por su propia debilidad como líder de En Marea.

Sus declaraciones son medidamente tibias, buscando la imposible equidistancia. Un inmoral equilibrismo en el que defiende el falsificado concepto del «derecho a decidir», pero sin haber pronunciado estos días un nítido respaldo a la desobediencia de sentencias judiciales. En la línea de la indecente y cobarde ambigüedad de Ada Colau.

En problema es en que la actual tesitura ese juego de trileros ya no cuela. Lo saben en la facción independentista de la confluencia y lo están aprovechando para empujar al conjunto del rupturismo gallego hacia el discurso separatista. Para eso sacaron otra vez en procesión al patriarca, aunque, en realidad, las bufonadas de Xosé Manuel Beiras tienen cada vez menos tirón entre su propia clientela.

En esa jaula de grillos conviven independentistas, federalistas, regionalistas y mediopensionistas. Durante mucho tiempo, absortos en su feroz guerra de tronos, esquivaron definir qué quieren ser de mayor. Pero ahora ha llegado el momento de mojarse. Y Anova, Ferreiro y Noriega pretenden ocupar el espacio vacío, llevar el agua a su molino, aprovechándose de la debilidad y los titubeos de Villares y Podemos.

Con el presunto líder mareante preso de su carácter pusilánime, la clave de bóveda ahora es hasta dónde va a tragar la tropa de Pablo Iglesias. Hace un año se bajó los pantalones y forzó la integración. Pero no es baladí el aviso que dejó caer esta semana Carmen Santos admitiendo que no tienen claro si van a volver a diluirse en la marea en las municipales. Y ese puede ser ya el tiro de gracia definitivo para ese invento fracasado de la confluencia.

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