El presidente de la Xunta y líder del PP gallego, Alberto Núñez Feijóo
El presidente de la Xunta y líder del PP gallego, Alberto Núñez Feijóo - EFE

Tres años y medio de tensa espera

La decisión de Feijóo de no desvelar su futuro hasta la primavera de 2016 añadió un interrogante mayúsculo a su segundo mandato

Santiago Actualizado: Guardar
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Apenas había ganado las elecciones autonómicas de 2009 contra todo pronóstico y ya le estaban preguntando si se volvería a presentar. El cartel de Alberto Núñez Feijóo cotizaba en alza, después de lograr lo que nadie (ni siquiera las encuestas) aguardaba: reconquistar la Xunta en su primer intento. Después de ampliar su mayoría absoluta en octubre de 2012, las dudas sobre su futuro en Galicia se multiplicaron. «Desde que llegué a Galicia en 2006 están diciendo que me voy a Madrid», suele decir. Fue en esa fecha cuando sucedió a Fraga al frente del PP gallego después de que el bipartito PSOE-BNG desalojara al veterano político del gobierno autonómico. Desde entonces, la sucesión de especulaciones sobre su trayectoria daría para varios tomos de una enciclopedia del disparate.

No ha habido dirigente del PP que no haya expresado su deseo de que Feijóo repitiera como candidato

En aquel octubre de 2012 avanzó que sobre su futuro no tocaría hablar hasta que se fuera acercando el final de la legislatura. Y el momento llegó el pasado año. Feijóo no dio pista alguna y retrasó su decisión hasta esta primavera. Desde enero la presión del partido sobre su persona comenzó a incrementarse. Primero la consigna interna que había era no hacer demasiado ruido. Pero el dique no aguantó más. No ha habido dirigente nacional, regional, provincial o local del PP que no haya expresado públicamente su deseo de que repitiera como candidato. Desde Rajoy el pasado mes de agosto afirmando que era «el mejor candidato para presidir la Xunta» hasta el vicepresidente de la Xunta, Alfonso Rueda, asegurando que «el sucesor de Feijóo tiene que ser Feijóo» podrían enumerarse pronunciamientos similares de la ministra Ana Pastor o el portavoz popular en el Senado, José Manuel Barreiro. En los últimos días casi no se le daba margen para maniobrar, pero ni por esas desveló su decisión, que según confesó a los periodistas el pasado marzo “ya estaba tomada». Este sábado la hace pública a la Junta Directiva regional del PP gallego.

En julio rechazó ser ministro

Los mentideros políticos gallegos (y nacionales) barajaron siempre que el silencio de Feijóo respondía a una espera táctica, mientras se despejaba el escenario político nacional, toda vez que se le atribuyen ambiciones para jugar en la Liga de las Estrellas. Él nunca ha manifestado tales aspiraciones y presume de ser «primer ministro de Galicia», honor superior a ser titular de alguna cartera ministerial. «Ser presidente del Gobierno debe ser importante», pronunció ante Rajoy en el reciente congreso del PP de Pontevedra, «pero ser presidente de Galicia es lo más», para emocionarse al instante. Feijóo rechazó la oferta de Rajoy en julio para incorporarse al Gobierno porque primó atender a Galicia. Esperaba un momento más propicio para un hipotético salto a Madrid, que ahora ve cegado por la bloqueada renovación interna del PP. Por una cuestión de lealtad con Rajoy (el político que avaló su paso adelante para presidir el PP gallego) no consiente que se le utilice como ariete contra el presidente del Gobierno en funciones, y aguardará (si es que llega) el momento de jugar en una previsible sucesión. Una tercera mayoría absoluta en Galicia, lejana pero no imposible, sería la credencial definitiva para conquistar Génova.

Otra de las elucubraciones de las últimas semanas fue su posible marcha a la empresa privada, y se ponían encima de la mesa supuestas ofertas de grandes empresas iberoamericanas e incluso de fundaciones de multinacionales españolas. Quienes mejor le conocen descartaron siempre esta opción. Su idea estaba en si seguir en Galicia o no, preso también de su propia convicción de que dos mandatos son suficientes. El partido, con sus dirigentes y militantes a coro, le pidió que siguiera. Y después de tres años y medio de legislatura acepta el encargo.

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