Un momento de la sesión de tatuaje
Un momento de la sesión de tatuaje - CEDIDA
TERAPIAS

Un tatuaje, el final del cáncer

Una nueva técnica permite devolver al pecho su imagen natural sin necesidad de retoques y en solo 20 minutos

Santiago Actualizado: Guardar
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Las pacientes de cáncer de mama pasan por muchos procesos, desde diferentes tratamientos hasta la mastectomía y la posterior reconstrucción. Pero el punto final para seguir adelante después de todo ese proceso llega con un tatuaje, concretamente con la areola del pezón que por la enfermedad se perdió. El hospital HM Rosaleda de Santiago incorpora esta técnica en su Unidad de Mama para ofrecer a las pacientes una opción más además de la micropigmentación. Esta técnica es defendida tanto a nivel médico como a nivel psicológico por la directora de la unidad, la doctora Cristina Varela Lamas. Tras todo el proceso de la enfermedad «es como la guinda del pastel», apunta Lamas.

Pocos centros la realizan y uno de los maestros de este procedimiento es el tatuador Álvaro Quesada, que dio un curso de formación en el hospital HM Rosaleda a la doctora Varela.

La importancia del tatuaje es muy grande para las mujeres. «Hay pacientes que te dicen que no se podían mirar al espejo y después se dan cuenta de que las cosas cambiaron y hacen cosas que antes no», relata la doctora. Este procedimiento es como un tatuaje común, «consiste en introducir los pigmentos, las tintas en la dermis porque en la micropigmentación se introducen en la epidermis que es una capa más superficial.

Al hacerlo en la dermis es más profundo, por eso es permanente», asegura la doctora Varela. La diferencia con la micropigmentación es clara, al realizarse en una capa superior la calidad del dibujo se va perdiendo y las pacientes estarían toda la vida realizándose retoques, pues con el paso de los meses con la micropigmentación se «va perdiendo progresivamente el color y el efecto 3D del pezón no queda tan natural», apunta Varela. Esto supone un recordatorio continuo de la enfermedad. Isabel Somme, paciente de la doctora Varela, lo tenía claro. «Yo quería el tatuaje porque tener que volver a recordar todo el proceso al retocar la micropigmentación no me apetecía», relata Somme.

Durante la enfermedad y las etapas que atraviesan las pacientes hay diferentes terapias y cirugías que se deben realizar. Cuando la enfermedad remite y consiguen curarse ya dejan atrás la quimioterapia, la radioterapia y la mastectomía, pueden comenzar con la reconstrucción. En el caso del tatuaje todas las que deseen someterse a esta técnica deben esperar. Según Varela, «si es por una reconstrucción de mama seis meses o un año y si ya está la mama reconstruida y solo hay que hacer el pezón, pues de tres a cinco meses».

Falta de información

El problema que todas las mujeres se encuentran cuando deciden someterse al paso final, es la desinformación que caracteriza este tema. Las técnicas más generalizadas son la micropigmentación y la reconstrucción del pezón de manera quirúrgica, pero los tatuajes terapéuticos apenas están presentes en los hospitales. Según Isabel Somme, «no sabes a dónde dirigirte, yo en Galicia no conocía muchos sitios a dónde ir». Además en su caso, «los médicos en las consultas dan poca información y cuando consigues hacerlo, tus doctores te piden que vuelvas y les cuentes cómo fue». Algo que se repite en la historia de Montse Fernández, que se enteró de este tratamiento «por internet». Esta técnica es sencilla y marca una diferencia abismal para las mujeres. «Es lo menos traumático, es como ir al psicólogo pero más rápido y barato. Además, esto te lo ves todos los días», asegura Fernández resaltando lo que para ella es una de las mayores ventajas del tatuaje.

Desde que la doctora Varela conoció de cerca esta posibilidad, casi una docena de mujeres tienen ya un tatuaje terapéutico. En las próximas semanas están citadas más pacientes de la Unidad de Mama de la Rosaleda. Una vez se atienda a todas, las sesiones se adaptarán a las necesidades de todas las mujeres que quieran terminar la reconstrucción de esta forma.

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