Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Lengua y nacionalismo

Se equivocan quienes vinculan la lengua con nacionalismo. Para muestra, lo que ocurre en Galicia

Se equivocan quienes quieran vincular lengua autonómica con nacionalismo, y para muestra lo que ocurre aquí en Galicia desde hace mucho tiempo. No es extraño encontrarse por nuestras calles con independentistas que hablan la lengua del Estado ni a defensores de la unidad de España monolingües en gallego. El idioma no define en absoluto las ideas políticas de las personas.

Si hay algo que define la identidad de Galicia es el gallego y sería una pena que acabase convirtiendo en un fantasma, como ha ocurrido en Europa con el bretón o incluso el gaélico. De ahí que tenga tanta importancia el plan de dinamización de la lengua entre la juventud que ha presentado esta semana la Xunta.

Es cierto que utilizar uno u otro idioma es una cuestión de libertad-—faltaría más— pero la administración no puede quedarse de brazos cruzados cuando el legado que los antepasados construyeron durante siglos pierde hablantes cada día. Lo mismo podría ocurrir en el futuro con el castellano si sigue avanzando el inglés como lengua internacional. ¿No lo protegeríamos también si empezamos a ver cómo los jóvenes se pasan al idioma de Shakespeare por resultarles más moderno y afín con los nuevos tiempos? Son procesos que no tienen vuelta atrás, y aquí afortunadamente aún estamos a tiempo de evitarlo.

Con el precedente de Cataluña es comprensible que cualquier defensa de lo propio que haga una comunidad autónoma sea visto con recelo desde algunos sectores, pero basta con echar un vist azo a lo que ocurre por el mundo para comprobar que no es la reivindicación del legado lingüístico la que amenaza la integridad de las naciones. En Escocia pocos conocen la lengua propia, y aquí en España el panorama político vasco ha estado muy influenciado por el nacionalismo a pesar de que el peso del euskera en la sociedad es infinitamente menor que el del gallego en Galicia.

Además defender una lengua no es en absoluto ir contra la otra. El bilingüismo, incluso el trilingüismo, es imparable. El saber no ocupa lugar y eso lo sabemos muy bien por estas tierras. Ojalá no se nos olvide.

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