El presidente de la Xunta y del PPdeG, Núñez Feijóo, escoltado por varios conselleiros de su gobierno
El presidente de la Xunta y del PPdeG, Núñez Feijóo, escoltado por varios conselleiros de su gobierno - ABC

Feijóo espolea al partido para que recupere las alcaldías perdidas

Promete visitar los 313 concellos de Galicia e intuye una etapa de diálogo en O Hórreo

Santiago Actualizado: Guardar
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A finales de la última legislatura de José María Aznar el cuaderno azul donde anotaba los nombres de sus potenciales sucesores adquirió casi categoría de leyenda. Un buen novelista podría imaginar otro para el presidente de la Xunta, en cuyas hojas ayer subrayó la necesidad de recuperar las alcaldías perdidas en 2015. «Ahora tenemos otro reto en el horizonte —designó—, son las elecciones del año 2020. Tenemos que recuperar los concellos, conservar los que ya tenemos y recuperar las diputaciones. Es un trabajo complejo, sí, pero necesitamos actuar desde hoy para enmendar los errores que cometimos».

La junta directiva del Partido Popular de Galicia —máximo órgano entre congresos de la «nécora»— estalló en aplausos. El próximo objetivo había sido perfilado por el líder.

Feijóo se fajará en la empresa de recuperar el poder municipal, especialmente las tres ciudades de la provincia coruñesa, gobernadas por las plataformas rupturistas. Se comprometió ante un importante número de alcaldes de la organización a «estar» y «trabajar» en todos los concellos de la Comunidad durante el tiempo que ocupe el primer despacho de SanCaetano.

A la izquierda radical se refirió en los salones del hotel Congreso de Compostela, donde el presidente gallego iba a mostrar a sus refrendados conselleiros ante la vanguardia del poder orgánico popular. «Algunos dicen que los gallegos necesitan soluciones radicalmente distintas, pero frente a esa mística del cambio por el cambio, Galicia votó sentidiño». El vocablo le dio pie para ajustarse el guante de hierro con el que fustigar a En Marea: «No somos un pueblo de elegías, ni de salvapatrias, ni de soberbios profetas. Nos gusta hacer más que decir».

El 25 de septiembre, dijo, el PPdeG firmó un «contrato» con Galicia merced el cual se debe «gobernar con responsabilidad, asegurar la estabilidad y velar por la unidad». El camino hacia rubricar ese documento de adhesión con la sociedad gallega fue un ascenso al Pico Sacro, comparó Feijóo, muy dado en los últimos tiempos a metaforizar.

Los días posteriores a subir la cumbre, desde donde se intuye la silueta de Santiago, serán para «aumentar el progreso de nuestro país y garantizar el bienestar de nuestras familias». La cláusulas del contrato ni se tocan, ni se tachan: «Nunca podremos decir misión cumplida», remarcó.

Para la nave del PPdeG el viento sopla de cola. Los 27 escaños de ventaja sobre los socialistas y el rupturismo le conceden una licencia para sacar a pasear el «rodillo» en el Parlamento. Pero algo hace pensar al jefe del Ejecutivo que no podrá ser. Que Galicia está pidiendo «un proyecto común que no entiende de siglas».

«Diálogo abierto»

El comportamiento de los tres grupos de la oposición durante las sesiones de investidura y de constitución de la Cámara invitan a pensar, según la versión de Feijóo, a un ciclo distinto al de 2012-2016. « Se intuyen algunos cambios de actitud en los partidos con representación. Puede que estemos ante una nueva etapa de diálogo responsable. En esa etapa vamos a estar durante cuatro años», pronosticó. Siempre con cautela, porque alertó de que «el gamberrismo parlamentario no pasará a la historia».

El PPdeG quiere empezar a sentar las bases de una «mayoría abierta» con la que proyectar una sensación de estabilidad —«los ciudadanos no quieren un gobierno que les dé problemas»— y, al mismo tiempo, trasladar una imagen de moderación y aperturismo conforme a los patrones de la «nueva política». La transferencia de la Autopista del Atlántico o el debate sobre la financiación autonómica están ahí, por poner dos ejemplos de objetivos que requieren de un consenso mayoritario desde el Legislativo autonómico. «Tendrán nuestra mano tendida para hacer que Galicia no sea más que nadie, pero no acepte menos de lo que le corresponde». La legislatura, en Galicia y en Madrid, abre una ventana a los cambios de calado.

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