Juan Soto - El garabato del torreón

Corre el escalafón

Para toda una generación, la política ya resulta una actividad impropia de personas honorables

Juan Soto
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No pude evitar el recuerdo del viejo chiste del monaguillo de aldea que palmoteaba de alegría cuando murió un Papa: «Es porque así corre el escalafón». Y mientras lo recordaba, pensaba en el nuevo «vicevoceiro segundo do PSdeG» en el Parlamento de Galicia, de nombre Luis Álvarez. Corrió a los periódicos a ofrecer la nueva y, de paso, su autorizada opinión sobre lo que se le demande. Picó algún currinche.

La franquicia gallega del PSOE saldó su 25-S con 14 escaños, o sea que en la jerarquía del grupo menguante el señor Álvarez ocupa nada menos que el tercer lugar. En cualquier sesión que causen baja el portavoz y el viceportavoz, subirá a la tribuna. Correrá el escalafón, como decía el acólito del cuento.

Resulta curioso seguir la trayectoria de algunos políticos en busca de acomodo, o sea, de salario compatible. Durante su paso por el Ayuntamiento de Lugo, el ahora segundo del segundo fue segundo del primero, esto es del ahora añorado alcalde Orozco, que lo rescató del anonimato e hizo de él un figurilla de resalte local, con derecho a desfile procesional y adjudicación de las siempre impenetrables competencias urbanísticas.

Algún plumilla indígena tendría que animarse a escribir los reveses políticos del alcalde Orozco. Ni del más aventajado de sus discípulos ni del más favorecido de sus validos (hagamos obviedad del granuja Liñares) esperaría el respetable público tamaña destreza en el arte de la cuchillada trapera: la que no se da de frente ni en lucha abierta. No retrata a quienes la reciben, sino a quienes la asestan. Tengo un amigo (ingenuo, bondadoso, paciente) que cree que todas las miserias que hoy embadurnan la política en nuestro país son consecuencia de la crisis económica: en los tiempos que corren, no es fácil encontrar actividad laboral con remuneración satisfactoria. Quizá tenga razón. Pero el precio está resultando demasiado alto en términos sociales: para una generación entera, la política ya empieza a ser una actividad impropia de personas honorables. Puro franquismo. ¡Qué horror!

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