Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Bienes perecederos

Las reflexiones de Internet tienen una fecha de caducidad muy corta. De repente pasan al olvido

El mundo cambiante en el que nos ha tocado vivir tiene sus ventajas y sus inconvenientes. La información fluye de modo casi instantáneo y eso permite que el ciudadano sea cada vez más exigente. Ya no vale, por ejemplo, lo del diputado que sale elegido y no se vuelve a saber de él hasta que cuatro años después hay de nuevo elecciones. Ahora, el que se duerme no sale en la foto, pero ojo con llevar las cosas al extremo, porque algunos de tanto salir acaban viéndose borrosos.

Vivir obsesionado con los trending topics puede llevarnos a una desconexión con el mundo real y suele ocurrir también que el éxito en esos mundos intangibles suele ser efímero. Se parece, si me permiten la metáfora, a los fuegos de artificio, que brillan un instante y acaban quemados. Por mucho que cambien los tiempos, la política es una carrera de fondo, y que seas el rey de Twitter no implica que te vaya a ir bien a medio y largo plazo. Basta un patinazo, una reflexión no demasiado meditada o el simple paso del tiempo que canse al resto de internautas para que el ángel se convierta en demonio. Ríanse ustedes de la inestabilidad de la época visigoda, en las redes sociales se ponen y quitan monarcas todos los días.

Los buenos discursos parlamentarios quedan ahí para la historia y serán estudiados por los futuros alumnos de ciencias políticas. Las reflexiones de Internet tomadas tras una digestión pesada o los chascarrillos que buscan excitar a la manada son bienes perecederos que tienen una fecha de caducidad muy corta. De repente pasan al olvido. Todo esto tiene mucho que ver con lo que algunos llaman nueva política, que o madura y aprende que no todo lo nuevo es necesariamente bueno o pronto estará más vista que la pana rayada. Si el político se deja llevar por los bajos impulsos y se dedica a hacer populismo en las redes sociales debe prepararse también para un envejecimiento prematuro. Disfrutará de lo bueno de Twitter, que lo hay, pero también sufrirá lo malo.

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