Toni Subiela - Tribuna

Obedeced, callad y pagad

«Es lo que tiene el populismo, que engancha fácilmente, igual que el timo del tocomocho o el ritmo del reguetón»

Toni Subiela
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Obedeced a los que, tocados por la barita de la divinidad, os guiarán durante vuestra vida. Callad porque sólo ellos saben lo que os conviene. Y, por supuesto, pagad. Pagad tantos impuestos como os impongan para mantener a los divinos en el poder.

Esta introducción puede ser un válido resumen del programa electoral y del pensamiento de los partidos que defiende el socialismo con más naftalina en nuestro país. Parece mentira que aún existan formaciones que apoyen ideales tan inservibles, que han llevado en tantos casos a la miseria y penurias de países enteros; pero los hay.

Y además, los hay con importantes apoyos de masas entusiasmadas, porque es lo que tiene el populismo, que engancha fácilmente, igual que el timo del tocomocho o el ritmo del reguetón.

Aquí cambiamos el sobre con dinero falso por las falsas promesas de progreso y justicia social o por la falsedad del pan y trabajo para todos, que al final no es más que sangre, sudor y lágrimas para los súbditos de un sistema soberbio y con autoritarismo moral donde los haya.

Y para imponer su razón, por supuesto siempre por nuestro bien (nótese bien la hipocresía en mis palabras), utilizan autobuses propagandísticos o intentan prepararnos para una supuesta apocalipsis zombie. Todo lo necesario para distraer a la ciudadanía de sus verdaderas intenciones sobre nuestro futuro y para que tampoco se vea que no hacen nada donde deberían estar trabajando.

Pero a mí, sobre mi futuro, me gusta decidir. Eso de forzarme a ser “igual” que todos no me convence. ¿Dónde dejaron olvidado aquello de la libertad? Quizás entienden ellos la libertad sólo merecedora de esa élite divina y poderosa, poseedora de la verdad absoluta y guía de nuestro porvenir.

Queremos una sociedad de personas libres. Libres de decidir qué hacer con su futuro, libres para ser solidarios con el resto, libres para esforzarse por prosperar y libres para pelear por un sueño. Yo quiero una sociedad donde impere el respeto por los demás, la tolerancia se imponga a la intransigencia y la valentía le gane siempre al miedo.

Pero sobre todo, lo más importante, es que estoy convencido de que todo esto se puede lograr. Que los que intentan volver a la oscuridad de las políticas de hoz y martillo de antaño son minoría, mientras que los que anhelamos libertad, sensatez y mesura somos una mayoría de personas convencidas y alegres. Una administración en su justa medida y una clase política honrada, digna y merecedora de respeto son posibles, ¿Por qué no? No digo que sea fácil, ni mucho menos, pero los objetivos más complicados son los que más recompensan.

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