Un vendedor ambulante, recientemente en La Rambla
Un vendedor ambulante, recientemente en La Rambla - INÉS BAUCELLS

El top manta vuelve a la «normalidad»

Después del desalojo de la Barceloneta, los vendedores vuelven a dividirse por la ciudad

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Vuelta a la normalidad, si por normalidad se entiende regresar al statu quo habitual. La estampida de los vendedores ambulantes de top manta de la Barceloneta, que hasta la semana pasada se concentraban en el paseo Juan de Borbón, ha desembocado en una diáspora que supone la vuelta a un escenario similar al que había hasta entonces.

Tras ser presionados para marcharse de la zona –varias unidades de los Mossos, Guardia Urbana y Policía Portuaria aunaron fuerzas el pasado viernes 15 para doblar la presencia policial y obligarles indirectamente a abandonar el lugar–, esta avenida permanece totalmente despejada a excepción de una pista de patinaje instalada al tiempo que los vendedores dejaban la zona. En su lugar, ahora numerosos vehículos policiales se aseguran de que no aparezcan por allí.

La medida, solicitada en repetidas ocasiones por los comerciantes de la zona, se encuentra lejos de solucionar el problema de los manteros, enquistado desde hace ya años, pero ha servido para reducir su presencia. Desde entonces, vuelven a repartirse por los lugares en los que ya ejercían la venta La Rambla, Portal del Ángel, Park Güell o el puente del Maremagnum.

La mecánica vuelve a ser la misma: desplegar las mantas y retirarse cuando las patrullas hacen acto de presencia como método de disuasión para expulsarlos. «Una vez se van, vuelven al cabo de un rato o se van a otra zona. Están así todo el día», comenta un comerciante que ve sus continuas idas y venidas en frente del centro comercial del Port Vell.

Lo mismo confirma un policía portuario, que reitera que «se van moviendo donde ven huecos» dentro del perímetro turístico que conforma el centro de la ciudad. De fondo, un mensaje en varios idiomas avisa por unos altavoces colocados en los pilares de la pasarela de las sanciones económicas que pueden acarrear la compra de productos a los manteros, con multas de hasta 600 euros.

Ineficacia municipal

De la misma forma, la ineficacia de la solución fue señalada esta semana por la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, que en un comunicado se dirigió a distintas instituciones locales y nacionales para instarles a mejorar las condiciones de los manteros, cuya situación administrativa les impide en muchos casos ejercer otra profesión.

«El programa social emprendido por el consistorio con la creación de 40 empleos es loable, pero obviamente insuficiente», replicaban al Ayuntamiento. Si bien durante el efímero periodo de permisividad en el paseo acudieron vendedores procedentes de todo el país e incluso de otros, la cantidad de manteros –unos 800 en total según datos del propio Gobierno municipal– que se aglomeraron entonces pone de manifiesto la parvedad de ese programa de inserción.

Diez años de mantas

El top manta, que aterrizó en Barcelona, y en paralelo en el resto de España, hace al menos diez años, no ha conseguido ser erradicado por ninguno de los ayuntamientos afectados hasta el momento. A su vez, los portavoces de estos vendedores aseguran sentirse cada vez más vulnerables y acusan a Ada Colau de ejercer políticas «racistas» para fomentar la confrontación.

Tampoco propuestas como la ofrecida por la CUP, que sugirió hace unas semanas emplear a los manteros en trabajos de pescadores, fueron atendidas por el consistorio y cayeron en saco roto. Tras varios enfrentamientos en los últimos meses entre el colectivo y la policía, el clima de tensión sigue agudizándose y el pasado viernes el Sindicato de Vendedores Ambulantes de Barcelona denunció una supuesta agresión por parte de un agente de la Guardia Urbana vestido de paisano la noche anterior.

Mientras que otras entidades ya anunciaron que abrirán una investigación para conocer los detalles de la actuación policial del jueves, el sindicato mantero deja entrever la posibilidad de emprender acciones legales contra el cuerpo. Y apuntan a una política de «tolerancia cero» y «mano dura» acordada por las instituciones para paliar el top manta. Algo que, sin embargo y según sostienen tanto el sindicato como los propios vecinos, acabará resultando contraproducente y no hará sino avivar la llama del conflicto. El top manta vino para quedarse mientras no haya alternativas.

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