La semana de la mujer

Que todavía algunas mujeres viven bajo el injusto umbral de lo humano, es un hecho cierto que se percibe, pero que algunos manosean con eslóganes propagandísticos que convierten en tópicos (verdad repetida machaconamente) lo incontestable. La mujer en su dimensión antropológica, que estudia a los seres humanos en su integridad y no solo en su biología, posee idénticos derechos y deberes que el hombre. Queda camino por recorrer, tanto en la educación como en usos y reglas sociales, y aquí se espera la aplicación de cuantos abrazan el parcheo con normas cremallera o promociones para determinados cargos en favor de mujeres, porque con estas disposiciones, por su paternalismo diferenciador, se minusvaloran las cualidades y se atropellan los derechos de la mujer: están por cuota y no por reconocimiento de su valía.

Pero la ineludible igualdad de las mujeres desde su educación elemental hasta su función, posición y desarrollo en la sociedad con base en su persona y dignidad no debería confundir el legítimo feminismo con el género, diferentes realidades agitadas en el mismo saco. El segundo suplanta biología por cultura o lingüística (el derecho al neutro) y en su formulación ideológica, cerrada y totalizadora, remplaza razón por no sexo y se propone la manipulación biológica para crear un mundo neutro sin desigualdades, nada que ver con el respeto a todos por la orientación sexual. Para no confundir la igualdad de la mujer con la teoría de género, sin frivolidad o repetición de clichés, basta la lectura de feministas: Virginia Woolf, «La hora del lector», o de la discípula de Husserl, Edith Stein; para contrastar hasta dónde el género conduce a lo funesto, remito a las experiencias del Dr. Money con Bruce/Brenda Reimer.