Parálisis cerebral: Aprender con los cinco sentidos

Adrián tiene 9 años. Le gusta el movimiento del columpio pero también jugar con las bolas de colores y sonidos. Son algunas de las cosas que puede hacer en la sala de integración sensorial de la Asociación de Parálisis Cerebral de Burgos (Apace). A simple vista, un espacio de juego y recreo que apasionaría a cualquier niño. En el fondo, un lugar para aprender con los cinco sentidos pensado y diseñado para personas con esta discapacidad.

La silla de ruedas de Adrián se queda en la entrada. En este espacio no existen limitaciones y Verónica García, terapeuta ocupacional especializada en integración sensorial, se encarga de ello.

Todo está diseñado para el juego y, con él, para el aprendizaje, pero «de un modo divertido, que resulte estimulante», explica la terapeuta de Apace.

Es el propio Adrián quien elige a qué quiere jugar y el columpio está entre sus elementos preferidos. Verónica le ayuda a subirse a la plataforma redonda donde se lleva a cabo la estimulación vestibular del movimiento, pero también, Adrián disfruta de la sensación de libertad y diversión de ese vaivén del columpio que apasiona a todos los niños.

Verónica explica que este elemento ha sido diseñado específicamente para la sala de integración sensorial y para que resista el peso no solo de los niños sino también de los adultos con parálisis cerebral con los que trabajan en Apace.

La manera de sentarse y el movimiento del columpio es en sí mismo una forma de terapia pero, además, sin bajarse de la plataforma ahora detenida, Verónica juega con Adrián a colocar unas pequeñas piezas sobre una especie de pizarra. Así aprende los colores y la motricidad fina que facilita que el menor pueda coger cosas pequeñas con las manos.

Toda la sala está acolchada. A un lado unas espalderas, un espacio para las bolas de colores, algunas de ellas con colores, un perro de peluche de gran tamaño o, entre otras cosas, una pequeña mesa con plastilinas de diferentes texturas con las que «jugar, experimentar y tener una estimulación táctil», señala Verónica. Con todos estos elementos se busca conseguir un «estado de alerta óptimo» para el aprendizaje a través del juego y de las posibilidades de elección de los propios niños, a quienes «en otras áreas se les da todo hecho y aquí sienten una mayor libertad, aunque sea dirigida también a su tratamiento» y a conseguir mejorar sus capacidades y actividades de la vida diaria en temas tan variados como el vestido, la higiene o la escritura.

«La maratón de la vida»

El padre de Adrián, Jesús, observa el ir y venir del pequeño por la sala. Vienen juntos a la sala de integración sensorial una hora a la semana que se suma a las de fisioterapia o logopedia. Además están a la espera de una operación en Madrid para luchar contra esta enfermedad en la que «los huesos crecen más que los músculos», explica con sencillez. Todo para mejorar la calidad de vida del pequeño, su movilidad, comunicación y relación con el entorno. Cada actividad le aporta algo diferente y aquí ha aprendido a manipular objetos con las dos manos, poder comer solo o mantenerse de pie. «Cada logro es una pequeña meta, pero sabemos que es una maratón para toda la vida de Adrián», afirma Jesús. Por eso no duda en buscar todos los recursos a su alcance y recientemente, Adrián ha comenzado también clases de equinoterapia. En el futuro, esperan poder sumar actividades en el agua con el nuevo proyecto de Apace Burgos.

Verónica explica que esperan poder conseguir financiación para un tanque Hubbard que ofrece condiciones especiales para realizar hidroterapia. De momento es un sueño, como lo fue en su día la sala de integración sensorial. Entonces consiguieron el apoyo de entidades públicas y privadas y esperan repetir el milagro. Todo para que niños como Adrián puedan convivir en las mejores condiciones posibles.