Susana Díaz y José Luis Rodríguez Zapatero, en un acto en Jaén
Susana Díaz y José Luis Rodríguez Zapatero, en un acto en Jaén - EFE

Susana Díaz prevé presentar su oferta al PSOE antes de que acabe enero

Muchos advierten de que «habrá batalla» e incluso hay quien ve peligro de cisma

Madrid Actualizado: Guardar
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En estos días se cumplirá un año desde que la presidenta andaluza, Susana Díaz, decidiese paralizar su primera iniciativa pública de postularse para liderar el PSOE. El 20 de diciembre de 2015, Pedro Sánchez había cosechado el peor resultado socialista en unas elecciones generales, pero el enrevesado rompecabezas que surgió de las urnas le movió a trazar una estrategia de empecinamiento personal para alcanzar La Moncloa aun habiendo sido el líder socialista con menor apoyo electoral de la historia. Es cierto que Pablo Iglesias se opuso, y que el propio PSOE, instigado por Díaz y con el apoyo de otros barones críticos con su secretario general, vetó en un Comité Federal cualquier intento de Sánchez de actuar por libre.

El deseo de Díaz no se verá cumplido

Todos los planes de Sánchez se ahogaron en su fallida investidura de febrero, pero Díaz ya había desistido de maniobrar.

No era el momento. Se le atribuyó pánico al abismo, miedo a un salto prematuro, temor a un desgaste letal cuando Sánchez aún gozaba de plenos poderes internos… Por un lado, era evidente que la presidenta andaluza asumió tácticamente que no había llegado la hora de plantar cara a Sánchez y, por otro, el recuento mental de apoyos para sucederle no cuadraba. Era lógico pensar que si persistía el bloqueo de Podemos, y Sánchez no era investido presidente, habría nuevas elecciones, y que el riesgo de una fractura en el partido no favorecería la candidatura de la andaluza en unas primarias internas.

Ahora el momento es radicalmente distinto, y en el PSOE andaluz dan por descontado que Díaz no dejará concluir enero sin hacer pública su candidatura oficial a la secretaría general en el próximo cónclave del PSOE. Pero su afán por restañar heridas en un partido roto y su control a distancia de la gestora socialista no serán lo suficientemente disuasorios como para evitar que haya otros aspirantes. El deseo de Díaz sería resultar aclamada sin contrincantes y sin asumir riesgos de última hora, ya que el precedente de José Bono en el año 2000 aún pesa en la memoria de algunos dirigentes del PSOE. En aquella ocasión, Bono entró triunfal al congreso federal, repartiendo sonrisas y abrazos, y salió derrotado ante Rodríguez Zapatero por un puñado de votos. Apenas nueve entre 1.200 delegados.

Además, Javier Fernández ya ha pronosticado que no ve posible una sola candidatura de unidad al congreso. Son crecientes las voces en el PSOE que garantizan que «habrá batalla… o algo mucho peor y determinante para el futuro: un indeseable cisma estructural, ideológico, político y emocional en el partido».

Crece el riesgo de escisión

En definitiva, late el riesgo de una escisión. A priori, el diagnóstico más común entre los socialistas es que si en las dos o tres próximas semanas Díaz se lanza por fin a anunciar formalmente su candidatura es porque creerá tener más oportunidades reales de ganar que sus oponentes. Incluso, que lo hará sin mayores dificultades. En clave interna, el primer candidato que se postule ofrecerá indicios de mayor seguridad en sí mismo, de fortaleza orgánica y de arrojo político, y tendrá un mayor margen de maniobra para amedrentar al oponente.

Además, Díaz habrá aumentado la presión sobre un Sánchez del que ya se duda abiertamente que decida presentarse. Entre miembros de la gestora de Ferraz, a Sánchez se le percibe de muchos modos: «amortizado, diluido, desaparecido…» Pero en cualquier caso, se le ve ya carente de liderazgo y de una capacidad real de aglutinar la indignación de parte de la militancia contra la «instigadora del alzamiento» contra él.

Fallidas «terceras vías»

Tampoco una hipotética «tercera vía» entre Sánchez y Díaz termina de fraguar. De momento, esa alternativa ha cobrado más cariz mediático y especulativo que realista dentro del partido. Y no se debe tanto al miedo escénico atribuido a sus promotores de no acertar con el momento táctico idóneo de presentar un nombre con peso, sino a la dispersión real de quienes propugnan otros candidatos alternativos. «En cierto modo, el Comité Federal se está celebrando ya de modo virtual, y los apoyos y rechazos se contabilizan sin complejos», sostiene un dirigente socialista andaluz. Pero el hecho de que Felipe González y Zapatero hayan dictado su sentencia favorable a Díaz habla por sí solo del cariz de la pugna en las últimas semanas.

Nadie quiere dar pasos en falso. Y por eso, van emergiendo nombres filtrados a conveniencia de parte, o a modo de globo sonda, pero sin mayor rigor que la mera intención de pulsar estados de ánimo, o quemar opciones. Patxi López amaga sin dar, y Ramón Jáuregui, Ignacio Urquizu, García Page u Óscar Puente responden a ese perfil quinielístico sin todavía más apoyo orgánico que el rumor provisional o el «efecto liebre».

Con todo, en el PSOE resulta tan inquietante la resolución de su crisis de liderazgo como el hallazgo de soluciones a su crisis de identidad. Los sondeos son demoledores y retorna el fantasma del «sorpasso» de Podemos. Los pactos con el PP no gustan a toda la militancia y el riesgo de un cisma aún no ha sido conjurado por la gestora. Susana Díaz espera a finales de enero… Y Sánchez a Susana Díaz. Y los «tapados» a que ambos se chamusquen.

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