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Vídeo: ECrónica de un Comité Federal histórico - ATLAS

El PSOE asume su derrota electoral tras diez meses de guerra total

El proceso ha estado marcado por el choque entre las estrategias electorales e internas

Madrid Actualizado: Guardar
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Exactamente 10 meses ha durado el viaje socialista más turbulento de su historia reciente. El PSOE no solo debatía qué hacer a nivel institucional, sino también a nivel orgánico. Por una parte, había un país pendiente de formar un Gobierno. Por otra, un PSOE registrando sus peores resultados electorales, con un Congreso Federal pendiente para elegir al próximo líder del partido y con Podemos a la zaga.

La línea estratégica del entonces secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no tardó en revelarse. El 23 de diciembre de 2015, pese a haber obtenido tan solo 90 escaños el 20-D -el peor resultado de su historia-, niega su apoyo a Mariano Rajoy. «El PSOE va a explorar todas las opciones de cambio», decía, tras una breve reunión con Rajoy.

En pocos días el socialista proponía un Gobierno «a la portuguesa» y para el 11 de enero un posible pacto con Ciudadanos y Podemos.

Tensiones por el Congreso

Entretanto, en el partido se disputaba una guerra interna por la celebración de un Congreso Federal, al que Sánchez ya había anunciado que se presentaría. Según los estatutos debía convocarse para febrero, pero la intención de Sánchez era aplazarlo. Finalmente, el 30 de enero el Comité resuelve posponerlo a mayo, mientras Sánchez intenta reforzar su liderazgo por vía institucional. El candidato intuía que todo lo que no fuera alejarse del PP significaría su muerte política.

Por ello, sigue adelante con una investidura de la mano de Ciudadanos, en la esperanza de que Podemos acabara apoyándole, mientras históricos del partido avisan de que un pacto con los populistas sería «un suicidio». La investidura culmina con un fracaso. Sin poder llegar a más acuerdos, y negando la vía del PP, llegan nuevos comicios.

Mientras, la lucha interna no cesa, aunque los objetivos de las Federaciones críticas y Sánchez confluyen por primera vez: necesitan ganar tiempo. Así, el 28 de marzo vuelve a aplazarse el Congreso para elegir nuevo secretario general «hasta que haya un Gobierno en España».

Pero las elecciones del 26 de junio debilitan aún más la posición de Sánchez y el «no» a Rajoy: el PSOE seguía empeorando sus resultados, esta vez con 85 diputados, aunque aguantando frente a la amenaza de «sorpasso» de Podemos. Los resultados no hacen cambiar la posición de Sánchez, porque tampoco han cambiado sus objetivos orgánicos. En el Comité del 9 de julio, Sánchez se opone a un Gobierno del PP. Para entonces, el divorcio entre los barones y el ya exsecretario general se hace más que patente. La espita de la abstención se abre públicamente el 30 de junio, en boca del extremeño Guillermo Fernández Vara. En los siguientes días, las voces a favor y en contra se multiplican.

Con el debate sobre la posición del partido en el terreno público, y con la contestación de buena parte de los barones, Sánchez intenta a mediados de septiembre su última baza para reforzar su liderazgo: plantea que sean los militantes quienes decidan qué hacer en la investidura. Sin embargo, el batacazo en las elecciones de Galicia y País Vasco le limita los movimientos. Tras meses aplazando el Congreso Federal, lo convoca para diciembre y primarias para un inmediato 23 de octubre, con la intención de blindarse.

El anuncio, sumado al descontento interno de los últimos meses, provoca la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva. La brecha en el partido estalla en el Comité del 1 octubre, que se salda con la salida de Sánchez y la creación de una Gestora.

Desde entonces, el intento por apaciguar el clima dentro del PSOE, así como convencer a los «sanchistas» para que acaten la abstención a Rajoy ha dominado el debate. A 48 horas del cónclave, el «aparato» ya no discutía si facilitaba la investidura de Rajoy: el resultado de ayer estaba «cantado». Sin embargo, aún queda por resolver la cuestión del liderazgo del partido.

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