Mariano Rajoy
Mariano Rajoy - EFE/ JUANJO MARTÍN

Rajoy tira de veteranía para no crisparse con el tono del debate

El presidente aseguró tras el cara a cara que «después de 30 años de vida política, no vo a consentir que me insulten»

MADRID Actualizado: Guardar
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Rajoy llegó puntual a la cita, aparentemente muy tranquilo. Como comentó con el presidente de la Academia de Televisión y moderador del debate, Manuel Campo Vidal, éste es su cuarto «cara a cara» previo a unas generales, después de los dos que mantuvo con Rodríguez Zapatero y el que realizó con Alfredo Pérez Rubalcaba. Eso sí, este era el primero como presidente del Gobierno. Cuando se le preguntó si pensaba que iba a ganar, con una media sonrisa respondió: «Ya veremos». Cuando salió, se decía «satisfecho», aunque también estaba molesto por el tono que adquirió el debate. Por eso, se quejó de los insultos de Sánchez: «Después de 30 años de vida política, no voy a permitir que me insulten».

El presidente estuvo acompañado por tres personas: su jefe de gabinete y jefe de campaña, Jorge Moragas –que venía con él en el coche–; su directora de comunicación, Carmen Martínez Castro; y uno de sus asesores más cercano, Sergio Ramos. Vestía un traje azul oscuro, camisa blanca y corbata azul clara, y lucía una amplia sonrisa cuando posó para los fotógrafos, al llegar al edificio de la Academia.

Secador providencial

Como arreciaba la lluvia cuando llegaban, el presidente se empapó la ropa; en la Academia utilizaron un secador para dejar en condiciones la chaqueta, mientras el presidente esperaba en mangas de camisa. Rajoy estaba tranquilo; había repasado los temas por la mañana, para posteriormente comer en familia y realizar algo de ejercicio por la tarde.

El fondo blanco del escenario resultaba algo duro en los planos cortos; Rajoy sacó su oficio de buen parlamentario, y no se cayó ante ninguna de las afirmaciones de Pedro Sánchez. Pero no le gustaba lo que escuchaba, y en ocasiones se le notó visiblemente incómodo. No obstante, no perdió en ningún momento su capacidad de reacción, y se mostró correoso en ocasiones, devolviendo cada pelota en este singular partido con un rival que, eso sí, le ganaba en telegenia.

Lenguaje de gestos

El presidente tomaba notas durante las intervenciones de su oponente, le miraba y no podía evitar algún gesto de disgusto. Durante gran parte del debate, Rajoy mantuvo el cuerpo ligeramente avanzado hacia adelante, sin apoyarse en el respaldo, sino en una postura de ataque más que de defensa. Sobre la mesa tenía desplegados, y perfectamente alineados, cinco bloques de documentos, que consultaba de cuando en cuando. El presidente sostuvo en la mano un bolígrafo, que movía entre sus dedos.

Ese extraño desparpajo que en ocasiones exhibe el presidente Rajoy le llevó a dar una divertida réplica al líder socialista. Cuando éste preguntó: «¿Sabe quién ha bajado los impuestos?» respondiera raudo «¡Nosotros!”».

Insulto personal

Pero el buen tono y el ataque educado se terminó bruscamente, cuando Sánchez endureció sus ataques y pasó al insulto personal, llamando indecente al candidato popular. Este se cuadró y respondió, probablemente más alterado de lo que hubiera querido.

Durante la segunda mitad del debate, de hecho, éste se convirtió casi en un combate donde los puñetazos habían sido sustituidos por frases duras y contrarréplicas aún más duras. Rajoy tiró de su mayor experiencia para controlar los nervios, e intentar refrenar a un Pedro Sánchez que se vino arriba, perdiendo en algunos momentos los papeles. De paso, algunas de sus acusaciones casi se los hacen perder también al presidente, poco acostumbrado a que alguien le llame, en la cara y delante de millones de telespectadores, mentiroso y falto de honradez.

Con el moderador literalmente desaparecido cuando más arreciaba el combate, Rajoy parecía no dar crédito a los ataques de Sánchez –que tachó de mezquinos y ruines–. Probablemente, aunque tanto él como su equipo sabían que les esperaban fuertes acometidas en esta materia, no esperaba un ataque personal tan directo del candidato del PSOE.

Enfadado

Por eso, la actitud primero le descolocó, luego le enfadó, y finalmente consiguió controlar la situación y volver a recuperar el tono institucional y presidencial que en todo momento quiso imponer en el «cara a cara». Para dejar claro que él era la experiencia, la fiabilidad, la seguridad, mientras que su contrincante era un joven al que llegó a decir que no se preocupara por perder las elecciones el 20-D, porque aún le quedaba mucho tiempo por delante para recuperar posiciones. Al fin y al cabo, como él mismo dijo, «yo mismo perdí en otras ocasiones antes de llegar a la presidencia del Gobierno».

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