El magnate republicano Donald Trump
El magnate republicano Donald Trump - AFP

El vencedor Cruz y el emergente Rubio desinflan la burbuja Trump

New Hampshire confirmará si la carrera republicana descarta a Jeb Bush

ENVIADO ESPECIAL A DES MOINES (IOWA) Actualizado: Guardar
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Es pronto para asegurar que la competición republicana va a ser cosa de tres. La carrera de fondo de las elecciones primarias siempre aconseja prudencia, cuando sólo se han disputado los caucus de Iowa. Pero los datos apuntan en esa dirección. Con una extraordinaria participación, de casi 190.000 electores, un 55 por ciento más que los 121.000 que constituían el récord republicano, los votantes han destacado tres opciones muy por encima del resto: el ganador Ted Cruz (27,7 por ciento), el segundo pero gran derrotado Donald Trump (24,3 por ciento) y la sorpresa, Marco Rubio (23,1 por ciento).

New Hampshire está llamado a confirmar el próximo martes si el electorado está satisfecho con la oferta que representan: un conservador radical que combate al establishment, un showman millonario de ideología personalista y un conservador moderado, más cercano al partido pero que transita desde la independencia.

Todavía hoy, el exgobernador de Florida Jeb Bush, pese a su 3 por ciento en Iowa, es el candidato del establishment.

La segunda gran lectura de las primarias de Iowa es el batacazo de Trump. Sobre todo por las expectativas creadas. Ayudado por las encuestas, instalado en una burbuja mediática, la cara del magnate era un poema la noche de los caucus. Para Trump, New Hampshire, donde hasta ayer era líder indiscutible, se convierte ahora en una final. Si vence, seguirá entre los favoritos. Si no lo hace, puede ser el principio del fin de una fantasía. Son los riesgos de apostar todo a ganador y de despreciar al rival.

Iowa volvió a satisfacer a quienes creen en su capacidad de derribar gigantes. Frente a las encuestas, Iowa, el exigente estado del Medio Oeste americano, premió lo que le gusta: la campaña clásica, sobre el terreno, la atención personalizada, aunque suene a técnica de ventas.

Ted Cruz aplicó a rajatabla el manual de Micke Huckabee en el año 2008 y de Rick Santorum en 2012. Con un denodado esfuerzo personal y económico, que veremos si no pasa factura a largo plazo, el senador de origen hispano fue el único que visitó los noventa y nueve condados, ayudado por más de un centenar de delegados. Lo contrario de Trump, que pensó en conquistar Iowa con mítines masivos a la manera urbana.

Cristianos evangelistas

La fidelidad de los seguidores de Cruz resultó granítica, como el amplio respaldo de los cristianos evangelistas, que le granjearon casi la mitad de los votos. Con su desafío de «una victoria de las bases frente a Washington», Cruz afronta ahora un estado más esquivo por ser menos conservador. Aunque no hay mejor publicidad que la victoria ya conseguida.

A Donald Trump parece venírsele el mundo encima. Su imagen de fenómeno invencible, de «movimiento imparable», como asegura, se ha venido abajo. Tan dañina es su derrota como que haya estado a sólo ocho décimas del tercer puesto de Rubio. Con un dato preocupante para su futuro: de los votantes que decidieron en el último momento, aproximadamente una tercera parte del total, sólo un 14 por ciento se inclinaron por el magnate. Como si el voto impulsivo se hubiese racionalizado al final.

Marco Rubio se ha sumado a la lucha por la victoria. Y lo hace en una trayectoria que va de menos a más. Su mensaje de este martes, como «el único que puede unir el partido», es un guiño al electorado y al establishment. Las encuestas a pie de caucus pueden explicar el empujón postrero a este senador de origen cubano: un 44 por ciento creen que es el mejor candidato para ganar una elección a los demócratas, frente a un 24 por ciento que creen que lo es Trump. Revelador.

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