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Obama pone a los demócratas en bandeja para Hillary con un discurso histórico

El presidente articula el mejor ataque a Donald Trump y entrega el testigo a Clinton: «No ha habido nunca nadie más cualificado para ser presidente de EE.UU»

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Ayer por la noche había demócratas en el Wells Fargo Center de Filadelfia a quienes les caían lágrimas como garbanzos por la cara. Era difícil saber el motivo: quizá por el discurso impecable que pronunciaba Barack Obama, entre la confesión emocionada y la lección de derecho constitucional; quizá por la generosidad del presidente de poner en bandeja a Hillary Clinton el corazón de los demócratas; quizá porque construyó el mejor ataque a Donald Trump que se ha escuchado hasta ahora en la convención, el de la razón; quizá porque para sus incondicionales su comparecencia tenía un gusto a despedida, a final de un verano -con tormentas- que ha durado ocho años.

Había subido al estrado al final de la velada, después de que otros pesos pesados -el vicepresidente, John Biden; el candidato a sucederle; Tim Kaine; y el el ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg- calentaran el estadio deportivo, lleno hasta la bandera y que rugió como en una final de la NBA cuando apareció Obama, con el célebre «Yes We Can» de la campaña presidencial de 2008.

Su objetivo era ambicioso: transferir los valores con los que ascendió a la presidencia -el optimismo, la esperanza, el cambio- a Hillary Clinton y situar a Donald Trump en las antípodas de esa narrativa.

Las elecciones presidenciales de noviembre, dijo, «no son solo una elección entre partidos o políticas, o los debates habituales entre izquierda y derecha. Se trata de una elección más fundamental: sobre quiénes somos como pueblo y sobre si seguimos fieles al gran experimento estadounidense del autogobierno».

Obama explicó que el debate de ideas es fundamental para el avance del país, pero que lo que vio en la convención republicana en Cleveland la semana pasada, dominada por el candidato Donald Trump, «es una visión profundamente pesimista de nuestro país, en las que nos enfrentamos unos a otros y en la que nos alejamos del resto del mundo». Para el presidente, «ese no es el EE.UU. que conozco».

Solo hay un candidato, aseguró Obama, que cree en el EE.UU. «del coraje, del optimismo, del ingenio», «del trabajo duro y de los emprendedores», de la gente de diversas procedencias y religiones «que cree que somos más fuertes juntos»: Hillary Clinton, «la próxima presidenta de EE.UU.».

Una relación complicada

Barack Obama y Hillary Clinton han sido de todo menos grandes amigos. Después de compartir bancada en el Senado entre 2004 y 2008, pelearon sin tregua durante meses en las primarias demócratas de 2008. «Fue duro, porque ella es muy dura», recordó ayer. Pero eso no impidió a Obama contar con su contrincante para la secretaría de Estado cuando llegó a la Casa Blanca. Ahora, se vuelven a necesitar. Él a ella, para defender su legado, que Trump promete deshacer en cuanto ponga el pie en la Casa Blanca. Ella a él, como trampolín a la presidencia.

Ayer fue el turno para la generosidad de Obama, que alabó el corazón, la tenacidad, la capacidad de lucha y la experiencia de Clinton para concluir que «no ha habido nunca un hombre o una mujer más cualificados, tampoco Bill Clinton o yo mismo, para servir como presidente de EE.UU».

En un momento de la carrera electoral en el que ya no se puede definir a Clinton solo por lo que es, sino en contraposición a Trump, Obama sacó la artillería pesada para ejecutar el ataque mejor articulado contra el candidato republicano en lo que vamos de elecciones: desbarató su genio para los negocios, criticó su desprecio por la clase trabajadora y lo dibujó como un riesgo para la seguridad nacional: «Coquetea con Putin, alaba a Saddam Hussein y dice a nuestros aliados de la OTAN, que estuvieron de nuestro lado después del 11-S que tienen que pagar por nuestra protección. Las promesas de EE.UU. no van con una etiqueta de precio», dijo.

«EE.UU. ya es grande», siguió en referencia al lema más famoso de Trump, «Hacer EE.UU. grande otra vez». «EE.UU es fuerte. Y, os prometo, nuestra fuerza y nuestra grandeza no dependen de Donald Trump».

Al oportunismo de Trump, Obama respondió con los principios fundamentales del país que preside. «Él solo ofrece eslóganes y miedo. Está apostando a que si asusta a suficiente gente conseguirá los votos para ganar esta elección», explicó. «Nuestro poder no viene de un salvador autoproclamado que promete que él solo restaurará el orden. No buscamos ser dominados», aseguró antes de citar la constitución de EE.UU., firmada en Filadelfia, y su declaración de la igualdad de todos los hombres.

Obama tuvo un guiño al movimiento de Bernie Sanders, el candidato que ha puesto contra las cuerdas en los últimos meses a Hillary Clinton y al «establishment» demócrata: «Todos debemos ser tan activos, tan organizados y tan persistentes como los seguidores de Bernie Sanders».

Pero donde puso todo el corazón fue en la petición de trasvasar su prestigio, su reputación y su popularidad hacia una candidata en apuros, a la que Trump ha rebasado en las encuestas. «Una y otra vez, me habéis apoyado. Espero haberlo hecho yo también alguna vez con vosotros. Esta noche, os pido que hagáis por Hillary lo que hicisteis por mí. Os pido que la acompañéis de la misma manera que a mí», afirmo con la voz emocionada. «Estoy listo para dar el testigo», dijo antes de pedir el voto por Clinton. La ovación no permitió apenas que se escuchara el final de su intervención. Obama recogía los últimos aplausos cuando, en un giro teatral, Hillary Clinton apareció desde el fondo del escenario. No hubo más palabras, solo un abrazo íntimo entre quienes fueron contrincantes, ahora unidos por un mismo objetivo.

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