La candidata a la nominación demócrata Hillary Clinton
La candidata a la nominación demócrata Hillary Clinton - AFP

Primarias Nueva YorkHillary corta la racha de Sanders y consigue una victoria decisiva en Nueva York

La favorita demócrata asesta un golpe casi definitivo a las primarias con un triunfo que desinfla el impulso de su contrincante

CORRESPONSAL EN NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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La energía que a veces parece impostada en los mítines electorales se sintió ayer de verdad en la segunda planta de un hotel del Midtown de Manhattan. Hillary Clinton subió al estrado en el acto de celebración de los resultados de las primarias de Nueva York con el estruendo de una ovación de gol que conquista un campeonato.

El fervor del ambiente era merecido: con el 98% de los votos escrutados, la favorita de la contienda demócrata obtenía el apoyo del 58% de los electores, por el 42% de su contrincante, el socialista Bernie Sanders.

Es una victoria decisiva en la elección del candidato demócrata que concurrió a las elecciones presidenciales de este otoño: corta la sangría de estados que caían del lado de Sanders, que se había impuesto en ocho de las últimas nueve primarias y coloca a Clinton como nominada casi irremediable del partido.

«Habéis demostrado hoy que, como en casa, en ningún lado», dijo Clinton eufórica, justo cuando dejaron de sonar las notas de «Empire State of Mind», el himno contemporáneo de la ciudad que canta Alicia Keys. «Hemos ganado en estados de todas las regiones de este país. Pero esta victoria para mí es personal», aseguró la que fue elegida dos veces senadora por Nueva York. Por el momento, Clinton se anota 135 de los 249 delegados en juego en Nueva York, mientras que Sanders se lleva 104. Los resultados aumentan la distancia en delegados entre ambos (1.442 para Clinton, 1.198 para Sanders) y sobre todo ahogan las posibilidades de remontada del senador por Vermont.

Antes de que la ganadora llegara, se habían encargado de electrizar a las masas la plana mayor del partido demócrata en Nueva York: su exalcalde David Dinkins, su actual regidor, Bill de Blasio; y el gobernador del estado, Andrew Cuomo. Fue una nueva demostración de fuerza de Clinton, que tiene el apoyo del «establishment» demócrata (y los cientos de superdelegados que eso conlleva). Quien calentó de verdad al personal fue Cuomo, que definió a Clinton como «una demócrata que ‘puede hacer», en clara oposición al programa revolucionario que defiende Sanders.

Esa parece la baza que mejor está funcionando contra la campaña de Sanders: ha calado en el electorado demócrata y ayer Clinton volvió a utilizarla. «No es suficiente con diagnosticar los problemas, tienes que mostrar que puedes resolverlos», pregonó en alusión a Sanders.

Lisa, una jubilada que ha participado como voluntaria en la campaña de la ex secretaria de Estado, aplaudía sus palabras desde la última fila, con el trasero subido a una valla para poder ver algo entre la muchedumbre. También repetía esa idea: «Bernie es un idealista».

Horas antes, al otro lado del East River, en una pequeña iglesia metodista de Brooklyn, convertida en colegia electoral por un día, se escuchaba el mismo mensaje. «Lo de la sanidad y la universidad gratis de Bernie son grandes ideas, está fenomenal. Pero quien es práctica, tiene la experiencia y hace las cosas es Hillary», aseguraba Venus, con un pañuelo blanco a la cabeza, tras votar.

Los resultados fueron una bofetada para las aspiraciones de Sanders. El senador por Vermont llegaba a Nueva York en trayectoria ascendente: había recortado la distancia de 30 puntos que las encuestas daban a Clinton en marzo en este estado para dejarlas en torno a doce o trece puntos y contaba con el impulso de la racha de victorias encadenadas en otros estados de menor importancia. Pero cayó por una distancia mayor todavía de lo que preveían las encuestas, las aspiraciones de lograr la nominación se difuminan y no organizó un acto para celebrar los resultados. Se limitó a comentar la derrota desde el aeropuerto de Burlington, en Vermont, donde tiene su residencia y donde va a descansar unos días. «Felicito a la secretaria Clinton por su victoria», dijo, pero negó cualquier idea de tirar la toalla. «La semana que viene competiremos en Pensilvania, Maryland, Connecticut, Rhode Island y Delaware, y esperamos ganar varios de esos estados», aseguró.

Sanders aprovechó para criticar la gran polémica de la jornada: 125.000 votantes del distrito de Brooklyn no pudieron ejercer el voto por errores en las listas, según confirmó el responsable electoral del estado de Nueva York, Scott Stringer. Al parecer, esos votantes fueron eliminados del censo entre noviembre de 2015 y este mes sin que se haya podido explicar el por qué. Brooklyn es el barrio de Nueva York en el que se crió Sanders.

«Debo decir que me preocupa mucho cómo se ha llevado el proceso de votación en el estado de Nueva York. No soy el único que está preocupado. La autoridad electoral del estado se ha referido hoy a irregularidades en las votaciones y a situaciones de caos en los colegios electorales», denunció. También criticó que el 30% de los votantes, que están registrados como independientes, no pudieran votar: «Eso no tiene ningún sentido», dijo. El cambio de registro para estas primarias debía haberse producido antes del pasado 9 de octubre, unos plazos muy criticados por los candidatos y que, por ejemplo, han impedido que dos de los hijos de Donald Trump hayan podido votar a su padre en las primarias republicanas.

Clinton no hizo mención a estos incidentes y prefirió abrir los brazos a los votantes de Sanders, como si ya hubiese pasaportado a su contrincante. «A los que han votado al senador Sanders: nos unen muchas más cosas que las que nos dividen», dijo tras unos resultados que le sitúan «en la recta final» de la carrera a la Casa Blanca. Los ataques de verdad fueron para Trump y Ted Cruz, dos candidatos que «defienden una visión de EE.UU. que divide y es francamente peligrosa».

El fin de fiesta trajo al estrado a su marido e hija, Bill y Chelsea Clinton; a su yerno, Marc Mezvinsky; y a los dirigentes demócratas de Nueva York. «Vamos a la calle y ganemos estas elecciones», fue su grito de despedida, con la sonrisa más auténtica que se le recuerda en mucho tiempo.

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