El Popular acumula más de 34.000 millones de euros en activos improductivos
El Popular acumula más de 34.000 millones de euros en activos improductivos - REUTERS

Saracho tendrá que captar más capital para acabar de sanear Banco Popular

Las bajas provisiones de la entidad para cubrir las pérdidas de sus activos improductivos obligan a la nueva dirección a inyectarle más recursos

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando a Emilio Saracho le ofrecieron la presidencia del Popular, la condición de que su llegada fuera respaldada por la unanimidad del consejo de administración se puso sobre la mesa desde el primer momento. Unanimidad que se hizo esperar más de lo previsto, pero que finalmente llegó el miércoles a última hora de la noche, cuando Ron accedió a dejar el cargo tras una intensa jornada de reuniones y llamadas entre los dos bandos, hasta entonces, de "su" consejo. La comunicación pública llegó poco más tarde, a primera hora del jueves. Aquel fue un día de euforia y luto a partes iguales. La castigada acción del banco subió en Bolsa más de un 13%, su mejor jornada en años.

Mientras, en la sede del sexto banco español digerían la caída de su presidente, el banquero más joven de España, amable, simpático, forjado en la casa como hasta ahora mandaba la tradición, y la llegada a su puesto de un banquero de inversión de Londres.

Los que le conocen aseguran que Saracho es un hombre ponderado y que huye de las polémicas. Pero la exigencia de unanimidad no era una mera cuestión de estética. Saracho goza de una fantástica reputación en el mercado, así como entre los financieros y empresarios españoles. Como muy pocos banqueros que hayan tenido que poner a prueba su gestión con la crisis. Si bien era muy consciente de que su llegada, pese al "golpe de efecto" inicial, no iba a bastar para zanjar la crisis que atraviesa el banco. Mucho menos sus problemas de balance. La gran debilidad de la sexta entidad financiera del país es que tiene un nivel bajo de provisiones para cubrir sus activos inmobiliarios morosos, lo que sigue siendo una losa para el balance y la cuenta de resultados del grupo. Por tanto, su primera tarea como nuevo presidente del Popular será sanear de una vez por todas la entidad y enderezar la acción, y para ello necesita el apoyo del consejo y, lo que se antoja más difícil, más dinero. Lo que todos en el sector financiero se preguntan es de dónde puede sacarlo.

Porque llueve sobre mojado. Con eso mismo objetivo el banco ya hizo la pasada primavera una ampliación de capital por 2.506 millones de euros. Y otra por igual importe en el otoño de 2012. Bajo la batuta de Ron y en menos de cuatro años el grupo ha pedido más de 5.000 millones a sus accionistas para limpiar su balance. Por tanto, y teniendo en cuenta que el desplome del banco en Bolsa ha hecho que desde 2007 estos hayan perdido más del 95% de su inversión, esa se antoja una vía imposible de reabrir.

El Popular acumula más de 34.000 millones de euros en activos improductivos y su cobertura es de tan solo el 34%, frente a la media del 50% del resto del sector. La dirección del banco se comprometió a elevarla a ese nivel, y para ello prevé hacer hasta el cierre del ejercicio nuevas dotaciones por 4.400 millones frente a créditos problemáticos a la promoción y la construcción inmobiliaria. Para ello usará parte de los 2.500 millones que captó durante su última ampliación de capital. Sin embargo, el mercado cree que esos recursos son insuficientes.

Pérdidas históricas

Más aún si Saracho, como apuntan fuentes financieras, obliga a hacer un reconocimiento mayor de pérdidas en el cierre de las cuentas del ejercicio a principios de 2017. Lo previsible es que el nuevo primer ejecutivo de la entidad aflore toda la morosidad al tomar las riendas del banco, tal y como hizo por ejemplo José Ignacio Goirigolzarri al asumir las riendas de Bankia. De ser así se incrementarían los más de 2.000 millones de pérdidas que se estima que el Popular tendrá al acabar 2016.

Otra de las fórmulas que la nueva dirección podría explorar para cubrir ese déficit sería la de dar entrada en el capital a un inversor institucional. De hecho, esta podría ser la oportunidad que se le presente al empresario mexicano Antonio del Valle, actual accionista con el 4,5% del grupo y promotor de la sustitución de Ron, para tomar el control del Popular si consigue los millones a inyectar al banco.

Acelerar la venta de activos

El perfil de Saracho, hasta ahora uno de los tres vicepresidente mundiales de JP Morgan, especializado en banca de inversión y con una gran agenda de contactos a nivel internacional, es clave en esa posible búsqueda de institucionales potentes que pongan dinero en el Popular, como un gran banco de inversión. El nuevo presidente también explotará su experiencia para acelerar el saneamiento del banco con la venta de grandes carteras de activos improductivos formada por créditos morosos e inmuebles adjudicados. No en vano, dicen que una de las mejores virtudes de Saracho como banquero es que mira los negocios y sabe ver qué les falta y qué les sobra para generar valor.

Los planes actuales del Popular pasan por enajenar hasta 2018 un total de 15.000 millones de euros en activos improductivos. Una parte, 6.000, mediante su desconsolidación en un banco malo –Proyecto Sunrise–, y los 9.000 restantes mediante su venta directa, sobre todo entre particulares.

Está por ver si Saracho mantiene esa hoja de ruta. Aunque se espera que, una vez asuma los mando, las decisiones no tarden en llegar. Tiene fama de hablar claro y llamar a las cosas por su nombre. Teniendo en cuenta su perfil de banquero de inversiones no sería de extrañar que potencie la venta de esos activos tóxicos a inversores institucionales. La venta «retail» garantiza un mejor precio, peso es más lenta, y si algo no le sobra al Popular es tiempo. Por tanto, Saracho podría sacrificar el precio para que el banco suelte lastre de forma más rápida. El problema, de nuevo, es la falta de capital que le supondría reconocer estas pérdidas.

Posible fusión futura

Ese proceso de saneamiento podría ser de hecho, y según consideran la mayoría de analistas y expertos financieros consultados, el paso previo a la búsqueda de una integración del Popular con otro banco. Aunque el objetivo inicial de la entidad siempre ha sido mantener su independencia, su actual situación hace que sea cada vez más complicado que siga en solitario.

En este escenario resulta fundamental conseguir que la acción recupere parte de su valor. Cualquier operación corporativa a los niveles actuales de valoración reduciría a la mínima expresión el peso del Popular en cualquier eventual unión.

Ahora bien, y como ya informó ABC, hay escasos competidores con el tamaño y la capacidad suficiente para digerir un banco con casi 130.000 millones de euros en activos. Solo el Santander y BBVA, según todas las fuentes del sector consultados, podrían abordar una transacción de ese calibre. Unos pocos incluyen también a Caixabank, y prácticamente nadie al Sabadell, a pesar de que Del Valle intentó esa fusión e incluso la operación tendría los números hechos. En el mercado se mira al Santander como el candidato favorito, ya que no ha realizado ninguna compra en el mercado español durante la crisis, aunque fuentes cercanas a la entidad aseguran que no tienen interés en incrementar su exposición a España en un entorno tan complejo como el que se vive actualmente. Hay incluso quien habla de Bankia de cara al año próximo, aunque lo cierto es que la entidad que preside José Ignacio Goirigolzarri tiene ya que encajar su previsible integración con BMN.

Con todas las opciones sobre la mesa, lo que parece claro es que cualquier posible comprador va a exigir al Popular que ante de ser absorbido se sanee por completo. Ninguno de ellos asumiría el enorme riesgo de gestionar ese balance tan expuesto al ladrillo y con tantas provisiones por hacer. Por eso parece difícil un operación corporativa a corto plazo.

Si todas esas vías de acceso a nuevo capital fallase el Popular aún se guardaría una última baza: aplicar las nuevas reglas europeas de resolución bancaria e imponer pérdidas a sus accionistas y acreedores mediante el esquema de «bail in». Una opción que por el estigma que podría suponer en el mercado prácticamente se descarta. Más aún teniendo en cuenta que hay entidades financieras en países como Italia en peor situación que no han usado esta última bala.

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