Sede del Deutsche Bank en Fráncfort
Sede del Deutsche Bank en Fráncfort - EFE

La salud de la banca europea país por país

En un momento en el que las dudas sobre las entidades italianas cotizan en máximos, el sector financiero continental muestra una fortaleza diferente según su bandera

MADRID Actualizado: Guardar
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Alemania: un sector con graves problemas estructurales

Deutsche Bank está en el disparadero de los mercados por la debilidad estructural de su negocio, que ejemplifica lo que sucede en el resto del sistema germano. La política monetaria de tipos cero está matando a una industria que había sido muy rentable gestionando solo la ingente masa de ahorro de los alemanes. Además, el sector está muy atomizado, con miles de entidades, lo que lo hace ineficiente. Muchas son bancos locales como las antiguas cajas españolas, con una exposición problemática a sectores como el naval, y sobre la que los gobiernos regionales y central han corrido un tupido velo.

España: ejemplo de saneamiento y reestructuración

La banca española comenzó a desmoronarse cuando pinchó la burbuja inmobiliaria. Aunque tardó en reaccionar con eficacia, España, además de solicitar el rescate del sistema, tomó en 2012 una medida trascendental: reconoció que el sector tenía un problema de solvencia, obligando a las entidades a reconocer las pérdidas ligadas al ladrillo y a recapitalizarse, lo que provocó un proceso de consolidación que redujo de 45 a 15 el número de bancos.

Además, las entidades politizadas se profesionalizaron. Por eso Europa mira hoy a la reforma bancaria española como ejemplo a seguir.

Francia: sobreexposición a la crisis griega y al petróleo

El sector financiero ha pasado sin hacer demasiado ruido por la crisis financiera, sin embargo presenta algunas debilidades de su exposición a determinados activos. En primer lugar, por su inversión en deuda pública de Grecia, cuyo rescate ya hizo tambalearse en Bolsa a los tres grandes bancos del país, BNP Paribas, Crédit Agricole y Société Générale, los principales acreedores de Atenas. Pero además, el sistema bancario galo es el principal prestamista de las compañías petroleras de todo el mundo, con lo que están sufriendo en sus cuentas y cotización la caída del precio del crudo.

Grecia: de un problema de capital a otro de confianza

La banca griega, como la de otros países, también ha tenido que ser recapitalizada para afrontar el problema del elevado volumen de activos tóxicos que acumula. El sector presenta aún unos niveles de morosidad elevados, pero ahora su problema es otro: de liquidez por la falta de confianza de los clientes. Grecia ha sido rescatada tres veces y el Gobierno tuvo que imponer en 2015 un corralito. En ese ambiente se produjo una fuga masiva de ahorros, así que uno de los grandes retos del sector es ahora aumentar su volumen de depósitos con el fin de mejorar su liquidez y empezar a dejar de depender del dinero del BCE.

Irlanda: un sistema financiero en plena recuperación

Como España, Irlanda había gestado antes de 2008 una enorme burbuja inmobiliaria, y su estallido dejó al sector privado cargado de deudas, especialmente sus bancos, que llegaron a tener un tamaño ocho veces superior al PIB del país y acabaron por arrasar la solvencia del Estado. El Gobierno pidió en 2010 un rescate por 85.000 millones para sanear el sistema. Además, como en España, Alemania y otros países europeos, Irlanda creó un banco malo que absorbió los activos tóxicos del fallido sector financiero. Hoy, con una banca más racional, los sectores bancario y de la construcción irlandeses se recuperan poco a poco.

Portugal: la banca lusa ante una inevitable reordenación

A la banca lusa se le han juntado tantos problemas y deberes como en su día a la banca española: un exceso de activos improductivos, unos niveles de capital reducidos y falta de liquidez, un exceso de capacidad instalada y, por si fuera poco, la presión que la política monetaria ejerce ahora sobre la rentabilidad de las entidades. Aunque la quiebra del Espírito Santo tuvo mucho que ver con sus particularidades societarias, afloró las debilidades del sector y la necesidad de su reordenación. El Gobierno de Lisboa afronta grandes retos como una ampliación de capital en Caixa Geral de Depósitos y la venta de Novo Banco.

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