Eurocopa 2016

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Eurocopa 1968: la 'azzurra' se alía con la diosa fortuna

La selección italiana, que actuaba como anfitriona del torneo, logró la única Eurocopa que adorna en sus vitrinas

Giacinto Facchetti recibe el trofeo. - uefa.com

Hay una razón para que, sean quienes sean los favoritos, los analistas siempre repitan la misma frase antes de un Mundial o una Eurocopa: "A Italia no hay que descartarla nunca". Y remontarse a 1968, a la única Eurocopa que adorna las vitrinas del combinado transalpino, ayuda a comprender la afirmación: le acompaña la diosa fortuna.

A finales de los sesenta, la todopoderosa Italia que conquistó los mundiales del 34 y el 38 quedaba lejos. Caído Mussolini y etiquetado en el bando de los perdedores, el país se quedó igual en el mapa político que en el futbolístico: desaparecido en combate. La 'squadra azzurra' pasó décadas de sequía: encadenó cinco mundiales en los que no pasó de la primera ronda (de Brasil 50 a Inglaterra 66), no participó en la primera Eurocopa (Francia 60) y no se clasificó para España 64.

Por tanto, que la fase final del 68 se celebrase en Italia fue un pequeño aliciente. Pero el combinado nacional, entrenado por Ferruccio Valcareggi, generaba dudas. Aunque tenía balas en la recámara. El mítico guardameta Dino Zoff, entonces una joven promesa; los galones en la zaga del capitán Giancinto Facchetti; y dos matadores de área como Sandro Mazzola y Gianni Rivera.

Así, Italia pasó sin demasiados problemas la fase de clasificación y sufrió más de lo esperado en cuartos ante Bulgaria. En el partido de ida en Sofía, la 'azzurra' perdía 3-1 en el 83 cuando un gol de Pierino Prati abrió la vuelta. Ésta se disputó el 20 de abril, dos semanas después, en el estadio napolitano de San Paolo. Prati y Domenghini pusieron un 2-0 que fue definitivo por la mínima ventaja.

Llegó la fase final. El cruce en semifinales invitaba a 'vendetta'. Italia se medía, de nuevo en San Paolo, a la misma Unión Soviética que la apeó de la anterior Eurocopa. La lluvia que convirtió el césped en un cenagal y el estilo defensivo de ambos equipos pusieron un 0-0 en el luminoso tras 120 minutos. La solución habitual en estos casos era un partido de desempate, pero con la final tres días después no había tiempo para encajar otro encuentro. Así que se optó por una solución única en la historia de una Eurocopa: el lanzamiento de moneda.

La práctica, en una época en la que aún no se estilaban las tandas de penaltis, era habitual en el fútbol. Así que el capitán italiano, Facchetti, y su colega soviético, Schesternev, se encerraron en los vestuarios con un directivo de cada combinado y el árbitro. Éste último lanzó la moneda y Schesternev eligió la cara mala. Facchetti volvió al césped del San Paolo, y ante los 68.000 espectadores levantó los brazos en señal de victoria. Un capítulo memorable del romance de Italia con la fortuna.

La anfitriona pasó a jugarse en el Olímpico de Roma el título contra Yugoslavia, que venció a Inglaterra en las semifinales con un solitario tanto del mito serbio Dragan Dzajic. La final volvió a terminar en empate. De nuevo Dzajic adelantó a los yugoslavos, pero Domenghini rescató a los suyos en el 80 y estableció un empate a uno que se mantuvo tras el tiempo añadido. No obstante, esta vez había tiempo para celebrar un partido de desempate. Tuvo lugar dos días después. Dos goles de Anastasi y Riva hicieron historia. Italia levantaba un título treinta años después.

La selección española, defensora del trofeo, cayó en cuartos contra Inglaterra. Un solitario gol de Bobby Charlton en Wembley quedó rematado en la vuelta, disputada en el Santiago Bernabéu, con dos de Martin Peters y Norman Hunter, que le dieron la vuelta a un tanto de Amancio.

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