España-ColombiaDetalles de los jóvenes ante Colombia

Empate en un amistoso jugado a buen ritmo. Abrió el marcador Silva e igualó Morata

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La Nueva Condomina se llenó para el amistoso. Mucho público colombiano, caluroso con su selección.

España salió con Illarramendi, que debutaba. A efectos madurativos es como si su paso por el Madrid no se hubiese producido. Jugaba de titular Aspas, muy rápido en sus movimientos.

Cada vez que la tocaba, Piqué recibía pitos que fueron a menos.

El mejor español en la primera parte fue, como viene siendo costumbre, Silva. Es el intérprete favorito del fútbol que Lopetegui tiene en la cabeza. Es un entrenador reconocible, una realidad psicotáctica. Venimos de ver la exhibición de Casemiro en Cardiff y no se repara mucho en la buena influencia que tuvo en el brasileño. En el Oporto afinó su posición como primer jugador después de los centrales y contribuyó a que aumentara su estadística de robos de balón. Hasta intentó quitárselo a la selección de Brasil, lo que hubiera sido la genialidad definitiva.

Con Lopetegui, España tiene nervio. No presenta ya esa flacidez del tiquitaca terminal de los últimos años.

Y Silva, ya se ha dicho, es el violinista de Lopetegui. Tuvo una buena ocasión al inicio, con un doble remate negado, y metió el primer gol en una gran jugada en el 21. España estaba algo obstruida, pero de repente le salió, como un borbotón o un chorro de fútbol a presión, una jugada rapidísima que se originó (cómo no) en un control de Iniesta. Surgió en la banda Pedro y Silva llegó al remate, en los dos casos al primer toque.

Colombia es un equipo sólido, quinto del ránking FIFA, que jugó estimulado por el ardor emigrante. Algunos futbolistas entraron con “virilidad” que se decía antes. El juego vino primero por Cuadrado, con llegadas, centros, y chuts sin fortuna; después le llegó por James, con mucho más interés. España se relajó a la altura de la media hora y comenzó a aparecer el zurdo. Buscó el gol con un intencionado golpeo con el exterior (decimos que un chut es “intencionado” cuando la intención es muy rebuscada). España no es que hiciese un juego lento; el juego era rápido, a un ritmo aún competitivo, pero era rápido a la vez que errático. Colombia tiene un problema en la media. Tiene mucho volumen físico, pero poca sutileza. Y España no encontraba la media punta, era un territorio que no pisaba. Lo mejor lo hizo en alguna subida por la derecha, banda que fue quedándose Colombia de forma desordenada a través de las acciones de la pareja Armero-Cardona, pareja que cabría calificar de robusta, casi rolliza.

Cardona, precisamente, consiguió el empate en el punto más alto de la relajación española. Un balón colgado al área por Cuadrado no lo supieron tramitar Piqué, Azpilicueta y Reina, dubitativo en la salida.

En el descanso llegaron los cambios y como resultado de ellos quedó Piqué de capitán. En la grada hubo un contratiempo. El bombo de Manolo no sonaba porque un desaprensivo se lo había robado. Quitarle el bombo a Manolo... esoe s como quitarle el acordeón a María Jesús. Da una idea de cómo está el país. No se respeta nada.

Quedaba un buen rato para ver a Saúl y Asensio, pero los cambios restaron entidad a España a cambio de darle vitalidad. Entró Deulofeu, también Morata. En esos instantes de indefinición, Colombia marcó el segundo en un córner en el que Falcao se impuso poderoso ante la poca autoridad aérea de Reina.

Lopetegui reaccionó probando con una defensa de tres. Illarra le dio un buen ritmo a la salida del juego. ¿Hasta qué punto tiene responsabilidad el mediocentro en esa específica velocidad? El 5 es como el emisor de moneda. Illarra lo hizo bien. Vio bien una gran irrupción de Asensio en el 62, por ejemplo.

Asensio jugó con la misma personalidad que en el Madrid, aunque fue a menos.

Esa España muy joven y ofensiva no estuvo mal, es decir, estuvo organizada y convincente, pero Colombia se replegó sin problemas en dos líneas previsibles pero adherentes.

La Colombia «autoral» de Pékerman, que parece que lleva entrenando desde el Deuteronomio, se bastaba.

La moral de Morata

Entró Vitolo, último cambio y última esperanza, pero no asomaba una sola estría en una Colombia muy física.

El partido se iba muriendo, España se apagaba como la mirada algo triste de Lopetegui, pero apareció Morata, un futbolista que se está ganando una carrera en la zona Cesarini. Remató espectacularmente el gran pase de Saúl desde la banda.

El amistoso, irrelevante pero nunca completamente absurdo, quizás se recuerde como la despedida española de James. Un jugador que no llegó del todo.

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