Antonio Conte, en un partido con el Chelsea de esta temporada
Antonio Conte, en un partido con el Chelsea de esta temporada - AFP

ChelseaAntonio Conte, el guerrero que limpió el mourinhismo

Ha devuelto el espíritu ganador a un Chelsea que había tirado la toalla y que ahora es favorito al título tras una racha de trece victorias consecutivas

LONDRES Actualizado: Guardar
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No era normal. En mayo de 2015, el Chelsea ganaba su quinto título de Liga de una manera implacable. El vidrioso magnate ruso Roman Abramovich, dueño del club de Stamford Bridge desde 2003, premiaba el exitazo de José Mourinho con un contrato de cuatro temporadas. Pero solo seis meses después, Mou salía despedido por la puerta de Fulham Road.

Tras 19 partidos, una plantilla que era imbatible solo unos meses atrás había encajado nueve derrotas. Siempre se ha sospechado que los jugadores Blues le hicieron la cama al portugués, hartos de su talante hirsuto y su fea costumbre de ponerse las medalla y culparlos en los fracasos. Además, el técnico parecía fuera de quicio. Hasta se había enredado en una delirante diatriba contra la médico del club, la guapa doctora Eva Carneiro, que acabó en tribunales (con triunfo de la facultativa).

Para completar la pasada temporada, el Chelsea recurrió a un baqueteado veterano, Gus Hiddink. El holandés errante se limitó a salvar los muebles con aseo y el equipo acabó décimo, fuera de Europa. Hoy marcha como líder y encadenó una impresionante racha de 13 victorias seguidas, algo que solo había logrado el Arsenal en 2002.

La transformación se llama Antonio Conte, italiano de 47 años, un guerrero exigente, voceras e histriónico en la banda y muy meticuloso, que ha devuelto el orden al equipo y, sobre todo, el espíritu de brega y la armonía en el vestuario. Guardiola ha retirado los refrescos, la pizza y los zumos a los jugadores del Manchester City. Conte no es un puritano. Hace unas semanas, una cámara indiscreta captó a Costa tomándose una cerveza en la caseta tras un partido. El italiano lo admite, «una Coca Cola, o una birra, ayuda a hidratarse tras el esfuerzo». Pero eso sí: «Solo una».

La Premier está en un puño. Los seis grandes han tirado de chequera y se nota. El Chelsea, que es el que menos ha gastado, marcha en cabeza con 49 puntos. Pero el alegre Liverpool del jovial Klopp se acerca con 44 y el Tottenham de Pochettino, que el pasado día 4 rompió la impresionante racha de los Bleus, tiene 42, al igual que el Manchester City de un irregular Guardiola. El Arsenal suma 41 y el United de Mou, dos menos, aunque está mejorando.

En Inglaterra se recuerda que siempre que el Chelsea llegó como líder a las Navidades acabó ganando la Liga. «A mí no me gustan las estadísticas. Crucemos los dedos», responde Conte, un católico practicante (se dice que ha llegado a rociar algunas canchas con gotitas de agua bendita antes del partido). Está casado con Elisabetta y es padre de Vittoria, de nueve años. «Las dos tienen nombres de reinas inglesas», bromea. Nacido en Lecce, se ha esforzado por mimetizarse al instante con su nuevo país.

El Chelsea presiona incansablemente, es un equipo estajanovista. Va en los antecedentes de su entrenador. Fue un centrocampista de técnica justa, que logró situarse en la élite y llegar a la selección exprimiendo hasta el límite lo que le entregó la naturaleza. Como técnico, ganó tres Ligas consecutivas en la Juve. Se marchó en 2014, rumbo a la selección italiana, quejoso de que su directiva no le daba munición suficiente para competir en la Champions.

Sospecha de amaño

En Italia, a Conte lo han llegado a situar en la estirpe de los estrategas de leyenda que renovaron su fútbol: Mou, Lippi y Sacchi. Sus discursos en la caseta, elaborados con palabras sencillas, son triunfalistas y de gran impacto anímico. Su inteligencia táctica recuerda a la del joven Mou, antes de caer en el resabio. De su país solo salió con una sombra: una acusación relativa al apaño de un partido en su etapa en el Siena. El caso llegó en 2012 a tribunales y fue suspendido por cuatro meses en la corte de apelación (al principio eran diez y se llegaron a pedir seis meses de cárcel). Siempre sostuvo ser inocente, pero aquello lo marcó un par de años.

Conte reconoce que la manera tan rápida en que ha levantado al Chelsea del diván ha supuesto para él «una gran sorpresa». Lo cierto es que al principio hubo ciertas dudas. Comenzó jugando con cuatro atrás, pero el mecanismo chirriaba, así que pasó a un valiente 3-4-3, que ya cultivó en su etapa en la Juve. Ha resultado la fórmula magistral. La defensa de tres se revela muy solvente, con el experimentado Gary Cahill, David Luiz y César Azpilicueta (junto a Courtois, el único que no se ha perdido ni un minuto). Pero esa seguridad bebe de los apoyos de Matic y Kanté. El 3-4-3 ha liberado en las alas a Moses y a Marcos Alonso y ha facilitado el fútbol de ataque y contragolpe con resultados sorprendentes: le endosó un 4-0 al United de Mou con solo un 43,9% de posesión.

Hazard, tras una Liga anterior fúnebre, ha vuelto por sus fueros y combina bien con Costa, otro resucitado. El marrullero hispanobrasileño ha marcado 14 goles en 18 partidos. Incansable, intenso, ha ganado confianza y se ha desprendido de sus peores tics de arrabal. En la media el secreto es la alianza Kanté-Matic. Mala noticia para ese jugador peculiar que es Cesc. Genio para unos, discutible torerillo esteta para otros, el catalán está chupando banquillo. El último secreto del Chelsea es que no tiene compromisos europeos y Conte, un poco control-freak, tiene más tiempo para inculcar su modelo. El gran hispanista Robert Goodwin, socio de siempre del Chelsea, tiene claro en donde radica el éxito de Conte: «Ha logrado un ambiente en el vestuario muchísimo mejor que en la etapa final de Mou».

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