Eric Pambani, en La Escuela, el gimnasio donde entrena
Eric Pambani, en La Escuela, el gimnasio donde entrena - Isabel Permuy

BoxeoPambani, a golpe de verso

El boxeador y cantante de rap madrileño pelea este viernes ante Santi Bustos por el título nacional del peso superpluma

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Cuando Eric Pambani pisó por primera vez el gimnasio de La Escuela, en España estaba de moda la película 'Ciudad de Dios'. Eso causó que el núcleo duro del gimnasio le adjudicara de inmediato el apodo de Ze Pequeño. A Eric no le gustó. Protestó a los veteranos y exigió que nadie volviera a llamarlo así. Nadie lo hizo. Así quedó demostrado que al gimnasio había llegado un chico que con el tiempo, y según su entrenador, Jero García, iba a convertirse en un púgil con una personalidad muy fuerte y especial, algo introvertido, ausente de capucha alta y auriculares: «A veces, hasta cuando guantea parece que está en otra dimensión».

En esa otra dimensión, en esa ausencia, lo más probable es que Pambani esté componiendo mentalmente los versos urbanos que luego convierte en rap con su grupo, Xageradoo.

Tiene igual de arraigadas esas dos vocaciones, la de la música y la del boxeo, igual que Ray Sugar Robinson con el claqué, como si aspirara a ser el rapsoda de sus propias peleas, que se filtran en sus letras igual que lo hace el barrio de Carabanchel donde nació: en el Gómez Ulla, el hospital de «los militares». Porque, por rama materna, proviene de familia castrense. Y por ello, cuando la crisis achuchó, tuvo que marcharse de Carabanchel para ocupar una de las viviendas militares cercanas a Nuevos Ministerios, propiedad de su abuela, donde además se resignó a un barrio frío, de gente de paso, donde nadie sabe que él y su primo son «los negritos que boxean» ni que este viernes, en el casino de Torrelodones, disputará al mallorquín Santi Bustos el cinturón nacional del peso superpluma.

Eric Pambani
Eric Pambani - Isabel Permuy

Eric, que en verdad es solemne, y que hasta al sonreír lo hace con el mínimo rictus imprescindible, tiene muy teorizado el boxeo. El suyo y en general. Reprocha, por ejemplo, a la influencia de Mayweather que en el boxeo contemporáneo haya cuajado un concepto defensivo, elusivo, en el que los grandes púgiles se evitan los unos a los otros —como Canelo con Golovkin— y protegen el invicto como si fuera otra forma de virginidad.

Él tiene idealizado los tiempos en los que los cuatro magníficos de los pesos medios, 'Mano de piedra' Durán, 'La Cobra' Hearns, Marvin Hagler y 'Sugar' Leonard, se cruzaban los unos con los otros y se sacudían a la corta en combates vibrantes que se volvieron legendarios.

Por eso le gusta Santi Bustos, su rival. Porque es un púgil fuerte y pegador, peligroso en las voleas, que se queda. Un boxeador de los que se entregan y conectan con el público y que exigirá a Eric explotar la que tal vez sea su mayor virtud, la movilidad, la rapidez de piernas para entrar y salir y ejercer un dominio de la distancia. Según Eric, Bustos es perfectamente capaz de arruinar todo el trabajo con uno de esos golpes «que sólo ves cuando te los ponen después en el vídeo».

En todo caso, ninguno de los dos es un boxeador mezquino, por lo que Eric puede ver cumplido el anhelo de verse dentro de una pelea que de alguna forma recuerde las de los cuatro magníficos. No será con su madre presente en el público, porque ella, como si fuera una madre de torero, sufre demasiado: «A una tía mía que vino a una de mis primeras peleas le dio un ataque de ansiedad». Cuando termina cada pelea, nada más bajar del ring y sin pasar siquiera por la ducha, lo primero que siempre hace Eric es llamar por teléfono a su madre para tranquilizarla. Este viernes, a lo mejor hasta le dice también que tiene un hijo campeón de España.

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