Nuria Espert, en el salón de su casa de Madrid
Nuria Espert, en el salón de su casa de Madrid - Isabel Permuy

Nuria Espert «Me parece increíble que haya quien no considere al teatro un arte»

La actriz, galardonada con el premio Princesa de Asturias de las Artes, empieza el próximo lunes los ensayos de «Incendios»

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No es necesario preguntarle a Nuria Espert cómo se siente al recibir el premio Príncesa de Asturias de las Artes. Sería en cualquier caso una pregunta retórica, pero la luz que desprende su mirada, el entusiasmo que emana de su voz y el abrazo con el que recibe al entrevistador delatan su extraordinaria alegría. Desde que recibiera la noticia, apenas ha soltado el teléfono. Un rosario de felicitaciones, de entrevista radiofónicos, de posados para fotógrafos... Y siempre con una sonrisa argentina. Nuria Espert irradia felicidad. El jurado del premio ha destacado la labor de «una de las más eminentes figuras de la escena mundial para recuperar y dar continuidad a la gran tradición del teatro español», y ha subrayado la proyección internacional que ha dado a la literatura y la creación teatral hispana, clásica y contemporánea.

Pasado el lógico momento de alegría, ¿qué siente al recibir este premio?

Es una distinción que me halaga. Por la gente que lo tiene y porque siempre he respetado mucho este premio. Se da una solemnidad a la ciencia, a la cultura, a la literatura... Estoy feliz de unirme a la lista de premiados.

Recibe el premio de las Artes; ¿el teatro siempre es arte? Hay gente que no lo considera así.

«El mal teatro no lo es, pero tampoco lo es una mala escultura o un mal lienzo»

El mal teatro no lo es, pero tampoco lo es una mala escultura o un mal lienzo. A mí me parece increíble que alguien pueda pensar que el teatro no es un arte; me parece extraño, pero seguro que la hay, como hay gente que piensa que el cine no es un arte. Si el teatro no pudiera ser considerado como un arte, montones de ramas del árbol de la cultura se caerían al suelo tronchadas.

¿Pero tiene la sensación de que a las gentes del teatro se les considera artistas, incluso por parte de las propias gentes de la cultura?

Sí. Absolutamente sí. Todos los actores dicen que el escenario es el lugar donde se conoce a un verdadero actor. Aunque luego trabajen en series de televisión... Pero hay que comprender que somos una profesión en la que se entra muy fácilmente pero de la que es muy difícil vivir... Siempre, siempre me encuentro el respeto hacia la gente que ha decidido vivir un poco peor y centrarse en el teatro. El que decide eso ya sabe que no va a tener dinero en Panamá... Pero dedicarse al teatro crea un respeto alrededor, sí.

El teatro se lo ha dado todo. O casi todo...

Todo, sí.

¿Pero le ha quitado algo?

Yo creo que no. Cuando mis hijas eran pequeñas, nosotros luchábamos como locos, permanentemente en gira con nuestra compañía recién creada... Y yo tenía una madre que tenía 40 años, y que fue la que me permitió esa lucha. No sé si en el fondo de los corazones de mis hijas hay alguna cosita. Nunca me lo han dicho, pero podría ser.

Ser mujer y dedicarse al teatro cuando usted empezó era muy diferente a hacerlo ahora.

«Yo no tenía ninguna gana de ser actriz; yo quería ser bailarina. Pero vino tan rodado, a mis padres les gustaba tanto y me pagaban, que me encontré siendo actriz»

Ahora las actrices que empiezan tienen facilidad para acceder a audiciones;para el teatro sí que lo tienen complicado, porque ¿quién va a confiar en los chicos y chicas que salgan de las escuelas? Antes, el actor que despuntaba en la escuela tenía un lugar en el teatro, era un salto inmediato. Ahora creo que eso no pasa. Pero tienen audiciones prácticamente todos los días, y en cuando alguien despunta puede tener una oportunidad. Yo no lo tuve tan difícil, pasó todo sin que interviniera mi voluntad. Mis padres amaban el teatro, me enseñaron a decir versos... Los decía como la «niña prodigio» de mi barrio... Alguien me oyó recitar con doce o trece años, y me habló de una prueba en el teatro Romea para un papel de una niña. Me presenté, me tomaron, pero yo no tenía ninguna gana de ser actriz; yo quería ser bailarina. Pero vino tan rodado, a mis padres les gustaba tanto y me pagaban -una miseria, pero que contaba en nuestra economía-, que me encontré siendo actriz. Pero claro, a los dos o tres años ya solo quería ser actriz, ya quería más papel, más dinero, mejor director... Ya estaba convertida en una actriz... Novata.

El teatro es un veneno...

Es un néctar de los dioses. Puede ser un veneno para alguien que no tenga suerte y no consiga abrirse camino.

El lunes próximo empieza los ensayos de su nuevo trabajo, «Incendios», a las órdenes de Mario Gas. ¿Qué le lleva ahora a seguir subiendo al escenario y a buscar siempre nuevos retos como actriz?

Hace unos años, estábamos Armando, mi marido, y yo en Londres, y nos enteramos de que Plácido Domingo daba un recitar a pocos kilómetros de la ciudad. Llegamos allí, y era como un picnic: gente con trajes de noche, criados que les servían en mesas... Yo estaba tan asombrada. No me casaba lo que sabía de él con todo aquello. Y al final, le pregunté por qué había hecho aquel recital, justo entre dos largos viajes. Se lo pensó un segundo, y me dijo muy serio: «Por el entusiasmo». Y yo dije: «Ah, claro». No había otra respuesta, no me podía haber contestado otra cosa. Y yo respondo igual: por el entusiasmo.

Ya para terminar: usted que ha vivido momentos muy diferentes en el teatro español, ¿cómo lo ve ahora?

«El teatro vive en España un buen momento, al menos en cuanto a público, a deseos de la gente de moverse... La misma profesión está tomando decisiones, se está juntando para hacer cosas... Noto que se mueve»

En un buen momento, al menos en cuanto a público, a deseos de la gente de moverse... La misma profesión está tomando decisiones, se está juntando para hacer cosas... Noto que se mueve. Y los buenos espectáculos están abarrotados. Nos han machacado muchísimo desde el poder -a todos, pero a nosotros especialmente-, pero parece como si el público se hubiese puesto de acuerdo para ir al teatro. Y es que el teatro es un medio de comunicación con la gente absolutamente distinto de los que ahora triunfan y brillan, que son los tecnológicos y los audiovisuales. El público quiere ver a gente de verdad hablándoles a ellos. En el teatro se produce una conexión con cada uno de los espectadores; en el cine hay una masa que reacciona, ríe o llora toda junta. En el teatro cada persona ríe o llora en solitario con la emoción que viene de la escena.

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