Elisa Mouliaá e Irene Arcos, en una escena de la funcion
Elisa Mouliaá e Irene Arcos, en una escena de la funcion - Guillermo M. Díaz

«El cielo que me tienes prometido», santa contra princesa

El María Guerrero presenta la última obra que escribió y dirigió la fallecida Ana Diosdado

Madrid Actualizado: Guardar
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En 1573, tras la muerte de su marido, Ruy Gómez de Silva, Ana Mendoza, la princesa de Éboli, decidió recluírse -con todas sus criadas y sus aires de grandeza- en el convento de Pastrana, poblado por monjas carmelitas descalzas. La relación entre la princesa y Santa Teresa, fundadora de la orden, fue muy tormentosa, y desembocó en el abandono del convento por parte de todas las religiosas. Este episodio histórico le sirvió a Ana Diosdado para imaginar un encuentro entre las dos mujeres en una obra que tituló «El cielo que me tienes prometido». Después de año y medio de gira, y como homenaje a la autora y directora -fallecida en octubre del pasado año-, la obra llega al teatro María Guerrero para levantar el telón de la temporada del CDN. María José Goyanes (Santa Teresa), Irene Arcos (Ana Mendoza) y Elisa Mouliaá (Mariana) componen el reparto de la función.

Irene Arcos encarna a la princesa de Éboli (es un crimen que el parche que lleva el personaje oculte uno de sus hermosos ojos). «Ana me miraba -recuerda- y yo sabía que era su Éboli. La veía en mí. Mi personaje está en una encrucijada vital; entra en escena como un huracán: chilla, llora, patalea... Y claro, yo lo llevaba a una cosa muy lorquiana, pero ella me decía que no me olvidara nunca de era una princesa».

Encuentro ficticio

El texto recrea un encuentro ficticio -en un contexto real- entre dos mujeres muy diferentes pero con personalidades muy marcadas. «Creo que Ana era más de Éboli; en la obra hay un subtexto de defensa de la libertad y del amor. Santa Teresa le reprocha a la princesa que llore por su marido cuando le ha sido infiel con Felipe II; y Ana Diosdado la deja defenderse y explicarse. Reivindica a través del personaje el amor, que es un sentimiento por encima de convenciones y normas».

La autora, dice Irene Arcos, quería humanizar a los tres personajes. «De hecho, aparecemos en camisón, sin artificio ni disfraz. Somos simplemente mujeres hablando, discutiendo». Son mujeres del siglo XVI pero muy contemporáneas, añade la actriz. «Santa Teresa fue la primera mujer empresaria, con la fundación de sus conventos. Y además en un mundo de hombres. Es impresionante lo que estas dos mujeres consiguieron en su época; tenían mucha más libertad que las mujeres de hoy en día en algunos países».

La función no tiene efectos ni apenas acción. «Es teatro de texto, de palabra y de interpretación. Maravillosamente escrito además. Y aunque ella quería ver el lado “chungo” de las dos, yo creo que es el texto más poético de Ana Diosdado. Hay una atmósfera, un lugar... El escenario simula un damero, en el que Ana situó a tres piezas blancas en un juego de damas. Es realista tal vez en el tratamiento de los personajes -baja a Santa Teresa y a la princesa de Éboli a un lugar terrenal-, pero las envuelve en un ambiente poético».

Mujeres opuestas

A priori, los dos personajes son mujeres muy opuestas, explica la actriz. «Pero luego se ve que no son tan distintas la una de la otra. Por eso se llevan tan mal, porque ambas son autoritarias y quieren que las cosas se hagan a su manera. Se parecen mucho y de ahí surge el conflicto. En cuanto al amor, que es el tema que subyace en toda la función, son mujeres complementarias. El amor a Dios que siente Santa Teresa; el sentimiento de Éboli por su amor perdido, e incluso el amor puro e inocente de Mariana (una novicia que no quiere ingresar en el convento) son complementarios, se van empapando las unas de las otras. Creo que es su vision del amor es lo que más les enfrenta. El amor, al final, es lo que lo mueve todo; a todas las transforma la experiencia del amor».

Desvela Irene Arcos la particular emoción que le produce Ana Mendoza. «¡La vida que tuvo esta mujer...! Estuvo más de diez años encerrada cuando era una mujer muy libre... Le llegaron a poner barrotes en las ventanas en los últimos años de su vida, se tenía que comunicar a través de un torno...

El María Guerrero es un colofón estupendo para la gira de esta obra póstuma de Ana Diosdado, dice Irene Arcos. «Yo recuerdo, dice la actriz, que citarla en casa era citar a LA MUJER con mayúsculas. Poderosa, inteligente, que se ganó también el respeto de la gente de la calle». Trabajar con ella ha sido, sobre todo, «entrañable». «Yo conocí a una mujer ya mayor -aunque física y mentalmente era muy joven-, de modales exquisitos, muy suave en su modo de hablar, súper tranquila y súper elegante. Sabía escuchar, y yo sentía que confiaba en mí, algo que es vital para una actriz».

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