Momento de la representación de «Tristán e Isolda»
Momento de la representación de «Tristán e Isolda» - bayreuther festspiele

Festival de Bayreuth: Premiere con sorpresas

Una muy gratificante interpretación musical, premiada por público y crítica, mejora una puesta en escena algo convencional

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No hubo escándalo en Bayreuth, como se presagiaba y temía al estrenarse la nueva producción de «Tristan und Isolde», de Katharina Wagner y dirección musical de Christian Thielemann, inaugural del Festival. Por falta de masa crítica, pues la bisnieta de Wagner primó más lo convencional que la compulsión obsesiva por deconstruir la aureola de su preclaro ancestro.

En medio de una notable presencia policial y reforzadas medidas de seguridad, debido a la relevancia de las personalidades asistentes, encabezadas por la canciller Merkel, no hubo, pues, la vaticinada bronca al equipo escénico, sino una muy gratificante interpretación musical, sobre todo la parte orquestal, justamente premiada por público y crítica.

El «Tristán» no es obra que se preste a muchas arbitrariedades actorales o escénicas.

La puesta en escena resultó convencional, incluso inmovilista, inmadura aún y mejorable. La concepción escénica es menos estatuaria que la anterior de Klaus Marthaler, pero se mantiene en la línea inmovilista de las tres últimas producciones de la obra en Bayreuth. Y cuando pretende ser original, por ej. cantando de espaldas al público frente a sus sombras chinescas, el constructo metálico del segundo acto o la salvación de Isolde en el tercero, es superfluo.

Una estructura geométrica laberíntica de pilares y escaleras ocupa todo el escenario como una maraña donde están prendidas y perdidas las figuras. El decorado triangular del segundo acto plasma la triple relación «amorosa» en casi plena penumbra que rompen cuatro focos. El merodeo en torno a una jaula metálica revertible en panel de barras, que durante la «noche de amor» pretende simbolizar aprisionamiento amoroso, genera tedio en estado puro. Los triángulos en el tercer acto con Isolde dentro se repiten a diversos niveles, como apariciones fantasmagóricas.

Este acto comienza con un logrado espacio vacío nebuloso, cuyo insufrible carácter tétrico deprimente perfilaba magistralmente ya la batuta desde el preludio. En la escena final de la «muerte de amor» la interfecta no muere, sino que un brutal rey Marke la arrastra para languidecer a su lado de muerte lenta.

Notable elenco canoro. Stephen Gould (Tristan) retornó tras 7 años al Festival. Lo considera el papel wagneriano por antonomasia y culmen de su carrera, más adaptado que el de Siegfried a sus características intrepretativas. Aunque algo escaso del apasionamiento requerido, cantó con seguridad y vigor hasta el final, pese al temible tercer acto, terror de los tenores dramáticos.

Inicialmente causó extrañeza la inclusión de Evelyn Herlitzius como Isolde. En mayo ofreció con Gould una espléndida interpretación de la pareja protagonista en el «Siegfried» de Viena. Y hace pocos días la refrendó en Múnich con una deslumbrante Elektra, justamente al lado de la legendaria Waltraud Meier, la Isolde icono de las dos últimas décadas, que en 1993, como ahora ella, debutó en Bayreuth en ese rol.

Pero, al contrario que en la Meier, éste no es su papel. Su voz, muy metálica, escasamente lírica y matizada. Probablemente viniera destemperada, pues ya en el primer acto los agudos prorrumpían apenas modulados y con acusado vibrato. En el sublime canto final («Liebestod») se desabría y Thielemann, quizá algo tarde, optó por cubrirla con la orquesta. Iain Paterson (Kurwenal) y Christa Mayer (Brangäne) ofrecieron exquisitas prestaciones canoras, que completó Georg Zeppenfeld (rey Marke) con pulcra línea de canto y un bajo a prueba de bomba.

Thielemann completó su dirección de todas las diez óperas canónicas wagnerianas en Bayreuth con una soberbia interpretación muy racional, plena de transparencia, estratificación de planos armónicos, equilibrio agógico y dinamismo sonoro. Musicalmente empalma con los años 90, los tiempos de Jerusalem-Meier-Barenboim. Difícilmente se encontrará hoy un «Tristan» mejor dirigido y, sin embargo, el aplauso contuvo algún «buh» aislado, que ajustaba extrínsecas cuentas pendientes.

Por primera vez se televisó una premiere, retransmitida en directo a centenares de cines del área lingüística alemana (Alemania, Austria y Suiza). El 8 de agosto el canal cultural 3Sat (en Astra) lo hará en diferido a toda Europa.

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