Agnes Obel publicó «Citizen of Glass» a finales de 2016
Agnes Obel publicó «Citizen of Glass» a finales de 2016 - ABC

Agnes Obel: «Que David Lynch quisiera remezclar un tema mío es lo más guay que me ha pasado nunca»

La cantante y pianista danesa presenta en Barcelona y Madrid su último disco, «Citizen of Glass», donde reflexiona sobre la sobreexposición mediática en la era de internet

MADRID Actualizado: Guardar
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Agnes Obel tenía ya 29 años cuando publicó su primer epé. Todo apuntaba a que ocurriría mucho antes, si tenemos en cuenta el extraordinario y poco convencional entorno musical en el que creció la artista danesa, con un padre pianista de jazz (no profesional) al que le encantaba coleccionar instrumentos exóticos y una madre jurista que ejecutaba de manera brillante piezas de Bartók y Chopin.

A los seis años, la pequeña Agnes ya tocaba el piano y soñaba con que aquella fuera su vida. A los 10 se unía a una pequeña banda como cantante y bajista y a los 17 abandonaba el instituto y sus estudios de música para aprender técnicas de sonido con un amigo productor. La artista danesa caminaba decidida e, incluso, fundaba otro grupo, Sohier, junto al músico Elton Theander. A pesar de ello, no se obsesionó con grabar, parecía más preocupada por dar forma a su propio universo musical, en el que cabían influencias tan dispares como Roy Orbison, Radiohead, Claude Debussy, Joni Mitchell, PJ Harvey, James Brown, Tortoise, Lee Hazlewood, Bach, Marvin Gaye o su admirada Nina Simone. «Sería genial poder verla en directo si estuviera viva. Una de las mejores artistas de nuestro tiempo, cantando y tocando el piano», reconoce Obel en una llamada telefónica desde un festival de Róterdam (Holanda).

Iba cumpliendo años sin abandonar su sueño, que se llevó consigo cuando, en 2006, dejó Copenhague para irse a vivir a Berlín: «En Dinamarca hacer música implicaba buscar a un productor, ir a un estudio, tocar en la radio y otras cosas así que para mí eran muy irritantes. En Berlín, sin embargo, conocí a gente que hacía música electrónica experimental y no pensaba así. Se centraban en la idea que querían desarrollar y en el proceso de experimentar con ella, sin hacer más planes. Aquello me inspiró mucho, me hizo sentir libre, centrándome en las ideas de piano que tenía y no en lo que pensaba la gente», recuerda.

Aún tardó tres años en sacar su primer epé, en 2009, sin imaginarse que, con aquella primera semilla, todo fuera a acelerarse de una manera tan sorprendente. «Hacer mi propia música me llevó tiempo, cierto, pero cuando publiqué “Just So”, mi carrera creció muy rápido. No sé cómo explicarlo, pero ocurrió sin que yo lo tuviera bajo control», confiesa la cantante y pianista danesa con respecto a aquel sencillo seleccionado por el gigante de las telecomunicaciones Deutsche Telekom como banda sonora de uno de sus anuncios. «Aunque fuera una marca muy importante en el mercado alemán, al principio no me ayudó mucho —añade—. No hizo que encontrara un sello discográfico, que era lo que yo quería. Solo me ayudó a pagar mis facturas y poco más, porque en esa época no tenía un duro. Pronto me di cuenta de que no quería saber nada de ese mundo».

Agnes Obel fue número 1 Bélgica y Dinamarca con su primer disco «Philharmonics» (2010)
Agnes Obel fue número 1 Bélgica y Dinamarca con su primer disco «Philharmonics» (2010)- ABC

Aunque se desmarque, lo cierto es que aquello la puso en el mapa y, poco después, un selló de Bélgica, Pias Recordings, contactó con ella para que publicara su primer elepé: «Philharmonics» (2010). Tenía ya 30 años cuando empezó a recoger lo que había sembrado. Y era mucha más cosecha de la que soñó, porque el disco alcanzó rápidamente el número uno en ventas en Bélgica y Dinamarca, llegando a acumular 450.000 copias vendidas en toda Europa y recibiendo premio por doquier con canciones como «Riverside», «Falling, Catching» o la misma «Just So».

La fama de Agnes Obel creció como la espuma en el nuevo y viejo continente —«no sé cómo pasó, simplemente intento estar agradecida»— con este y el siguiente álbum, «Aventine» (2013), que ella escribió, tocó, cantó, grabó y produjo. Su música sonó en varias series de televisión, tales como «The leftovers», «Anatomía de Grey» o «Big little lies». Y por si fuera poco, hasta el director David Lynch le pidió permiso para remezclar su tema «Fuel to fire». «Es lo más guay que me ha pasado nunca —comenta emocionada—. Cuando me llamaron para comentármelo ni siquiera sabía quién me estaba hablando. Recuerdo perfectamente cuando iba con mi novio en el coche escuchando la remezcla y pensar: “¡Oh, Dios mío, es David Lynch!”. No me lo podía creer».

Obel lleva siete años en una posición envidiable, dando muestras de una hiperactividad increíble que la danesa esconde bajo el manto de una música pausada, melancólica, hipnótica y escuálida, ejecutada principalmente con su voz y su piano, con la que va llenando grandes recintos por todo el mundo. Así ocurrirá hoy jueves en la sala Barts de Barcelona y mañana viernes en La Riviera de Madrid, donde presenta su tercer y último disco. «Estar más de mes y medio viviendo en habitaciones de hotel es duro, nunca sé dónde está mi ropa, pero ahora viene la mejor parte de la gira. Italia, Portugal y España son el premio final, como unas vacaciones para mí», asegura.

Cuenta Obel que la temática sobre la que quería que girara este «Citizen of Glass» (Play It Again Sam, 2016), su primer trabajo realmente conceptual, la encontró leyendo el diario «Der Spielgel» tras la muerte de su padre en 2014. La pianista perdía a la persona más importante de su vida, la que le inculcó su pasión por el instrumento que la ha convertido en la respetada estrella de la música pop que es hoy.

Con la pena aún encima, expuesta al escrutinio público, Obel reflexiona en diez canciones de cuidada instrumentación sobre la dificultad de mantener la privacidad y la sobreexposición mediática en la era de internet, con versos como «me digo a mí misma que quiero esconderme», «sé testigo de mi vergüenza» o «dicen que cada pecado tendrá mil ojos mirando a tontos culpables». «Busqué una idea específica sobre la que escribir la música después. Me decidí sobre el poder de los secretos, con canciones que revelaran algo sobre mí misma que no hubiera revelado a nadie antes, para convertirme en una especie de “ciudadana de cristal” a través de la cual se pudiera mirar. Fue diferente y muy emocionante», explica.

Diez canciones compuestas de nuevo en la más absoluta soledad: «Me gusta tener mis ideas sin tener que hablar con nadie de lo que estoy haciendo o expresar con palabras lo que estoy sintiendo. Cuando hay más gente es como si estuvieran comprobando lo que estoy haciendo todo el rato. Prefiero trabajar sola».

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