Margarita Valencia - Constelaciones

La vida paralela

Desvelar los diarios de escritores tras su muerte es una cuestión polémica. Pero a veces supone un trabajo que arroja una luz clara sobre sus autores, como sucede con los diarios de José Donoso editados por Cecilia García-Huidobro o por su hija Pilar

Margarita Valencia
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Tan viejo como los documentos escritos es el clamor por la pérdida de la intimidad que suele acompañar como plañideras las numerosísimas publicaciones de textos –papeles, cartas, diarios privados– que aparentemente no fueron concebidos para ver la luz pública. Conocemos, claro, el caso Kafka, e incluso quienes no distinguen entre una cucaracha y un escarabajo saben que Kafka le dio instrucciones a su amigo Max Brod de que quemara sus papeles a su muerte, y que este contravino los deseos de su amigo gracias a lo cual blablablá. Y no fue Max Brod el único que traicionó a Kafka. Su prometida Felice Bauer guardó como un tesoro las más de quinientas cartas que el escritor checo le escribiera y años después, en una emergencia económica, las vendió.

Los abogados piensan muy mal de Brod y de Bauer y nosotros no pensamos en ellos en absoluto cuando leemos «El proceso» o «El otro proceso», el maravilloso texto que Canetti tejiera alrededor de las cartas a Felice.

Y aunque la cuestión de la intimidad de los escritores sigue siendo un tema periodísticamente inagotable (ver por ejemplo el caso Ferrante), ningún lector medianamente serio se pregunta si debe o no leer la correspondencia de Flaubert, sobre todo después de haber consumido (total o parcialmente) los seis tomos de « Mi lucha», de Knausgård.

Por el ojo de la cerradura

Podría ser, como afirma Tim Parks, que los escritores de hoy consideran irrelevante embarcarse en una novela de gran envergadura para proponer y responder cuestiones que el lector de todas maneras considera autobiográficas. De cualquier manera, experimentamos un cambio fascinante en la idea de privacidad y de intimidad, cambio que concierne también a los lectores. Principalmente porque nos releva de la tediosa tarea de leerlo todo en clave de novela policiaca, en busca de pistas que revelen la vida verdadera del autor: «Como si la intimidad fuera una vida paralela», escribe Cecilia García-Huidobro, «un plan B que se lleva a cabo de manera oculta hasta que alguien mira por el ojo de la cerradura y “descorre el tupido velo”».

Liberados de nuestras obligaciones detectivescas, podemos disfrutar a nuestras anchas de las múltiples formas de lectura a nuestra disposición. Si quisiéramos, por ejemplo, meterle el diente al escritor chileno José Donoso (1924-1996), podríamos explorar o redescubrir «El obsceno pájaro de la noche», una de las novelas más fascinantes y perturbadoras del riquísimo siglo XX latinoamericano; o leer su «Historia personal del “boom”» (1972), un primer intento de «conservar algo de este humus nutricio para tantas novelas que de allí salieron»; o deslizarnos hacia « Correr el tupido velo», el libro en el que Pilar Donoso aborda su vida familiar a partir de los diarios y cartas de su padre (de sus padres, en realidad).

Y si seguimos por esta vertiente, tendremos el gusto de encontrarnos una recientísima publicación de la Universidad Diego Portales: « Diarios tempranos. Donoso in progress, 1950-1965», un libro fundamental para los lectores de Donoso y para los estudiosos de la literatura latinoamericana, pero también un ejemplo excepcional del trabajo del editor como creador.

García-Huidobro no trabaja como filóloga del siglo XIX, sino como curadora del XXI, proponiendo una lectura entre muchas posibles

La editora, Cecilia García-Huidobro, no se limita a transcribir los diarios o a redactar notas eruditas a pie de página, sino que mete manos en la masa de los 80 cuadernos de Donoso que se conservan en Iowa y en Princeton y cocina para el lector una nueva historia, una que habla sobre los procesos de creación, sobre las dificultades y los escollos y las epifanías en la vida de un escritor. La editora trabaja a partir de un guiño del mismo Donoso, de su «curiosidad infinita por el modo en que se habían construido las buenas novelas». Se propone reconstruir este proceso, avalada por las palabras del mismo Donoso: «La génesis de una obra de arte… es misteriosa, sus raíces inevitablemente se nutren de territorios más oscuros y profundos que los que los creadores mismos saben».

En la introducción a los diarios del escritor norteamericano John Cheever, su hijo Benjamin habla de su lectura de los diarios del padre como de una experiencia poco divertida («Me sorprendió constatar lo poco que aparecía yo en ellos…»). Concluye su texto resaltando la labor de Richard Gottlieb, el editor (a quien Cecilia García cita como su modelo), que se encargó de dar a este libro «su forma y su continuidad, y lo logró sin distorsionar la naturaleza de la vida que retrataba».

Trabajo arqueológico

Pues bien, García-Huidobro no trabaja como filóloga del XIX, empeñada en buscar las huellas de un texto ideal, sino como una curadora del siglo XXI, que propone una lectura entre muchas posibles. Lo suyo no es el acompañamiento discreto de quien descubre ante el lector contemporáneo «lo que está de más, lo impublicable, lo que de alguna manera excede las formas finales». Es más bien el trabajo del arqueólogo que modela ante nuestros ojos maravillados una vasija a partir de unos cuantos fragmentos de cerámica. El resultado es una lectura fascinante para eruditos y para curiosos y para lectores ociosos de sábado por la tarde.

Y una coda: ante la bulla un poco injustificada que se oye por toda América Latina alrededor de las editoriales universitarias, es refrescante constatar que al menos una de ellas, la UDP, tiene claro el aporte de las universidades al mundo del libro, con proyectos que no compiten ilusamente con la edición comercial sino que hacen un aporte original a la vida artística e intelectual de sus comunidades.

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