Ingela Brimberg y Nikolai Schukoff en un ensayo de «El holandés errante»
Ingela Brimberg y Nikolai Schukoff en un ensayo de «El holandés errante» - Javier del Real
MÚSICA

Richard Wagner, el corazón del héroe

Nacionalista, antisemita, adorado por Hitler... La personalidad de Wagner alienta todo tipo de prejuicio, y sin embargo el auténtico tema central de su obra es la salvación a través del amor

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Wagner, como todos sabemos, era el músico favorito de Hitler. Era un nacionalista alemán. Un antisemita. Un adorador de los mitos germánicos y de las leyendas épicas de caballeros y héroes. El creador de una música ruidosa y militarista que parece incitar al caos y a la violencia. Un adorador de lo arcaico y por tanto un reaccionario. Un nostálgico de tendencias místicas y mesiánicas, con una personalidad y una ideología repugnantes. Creo que no me dejo nada en el tintero, y que las frases anteriores contienen los principales ingredientes de lo que podríamos llamar el «cocktail» antiwagneriano.

Resulta fascinante la vida de esos grandes dinosarios, los prejuicios. Se alimentan de aire, se basan en nada, pero disfrutan de larga vida y envidiable salud.

Wagner, en efecto, no era una persona simpática ni era cálidamente humano como Mozart o Berlioz. Era nacionalista, desde luego, aunque no más que, digamos, Theodor W. Adorno, paradigma del intelectual marxista, ilustrado y antifascista. Era antisemita, es cierto, igual que (para gran desgracia de todos) la mitad de Europa en su época y en las épocas consecutivas. Todo lo demás son prejuicios, producto de la mala información o de la mala fe.

La música de Wagner no es más «ruidosa» que la de Verdi o la de Chaikovski. El «héroe» en Wagner no tiene un carácter militar sino todo lo contrario. Lohengrin rechaza ser el líder de los alemanes en sus sueños de preeminencia militar. Tristán traiciona a su rey y rompe todos los códigos caballerescos por su amor a Isolda. Los caballeros del Grial viven en un mundo de paz en el que está prohibido, por ejemplo, matar animales o incluso ir armados. Sólo Sigfried es un «héroe» a la antigua usanza, aunque su gran hazaña es matar un dragón.

Los personajes de Wagner no saben quiénes son, no pueden revelar su nombre o lo olvidan

Se ha intentado interpretar « El anillo del nibelungo» como la epopeya del pueblo alemán, pero hoy en día nadie se toma en serio este tipo de visiones. En realidad, el «Anillo» debe mucho a Feuerbach y probablemente a Marx, cuyas ideas Wagner debía conocer a través de su amigo Herwegh. Thomas Mann afirmaba que la ideología subyacente al «Anillo» podría definirse, a todos los efectos, como «bolchevique», un bolchevismo «avant la lettre» y alimentado por las convicciones revolucionarias y utópicas de Wagner. En realidad, el «Anillo» es otro más de los grandes intentos del siglo XIX de «matar a Dios», y podemos ponerlo en línea con la empresa de Marx, de Darwin y de Nietzsche.

Hitler y Beethoven

«Los maestros cantores» es la obra más nacionalista de Wagner, aunque esta apacible comedia romántica se limita a exaltar la grandeza del arte alemán. Seguramente Wagner no ha sido el único artista alemán convencido de la grandeza, o incluso de la superioridad, del arte de su país. Por lo demás, Hitler adoraba la música de Wagner pero también, por ejemplo, la de Beethoven y la de Bruckner. Hitler hacía tocar la «Novena Sinfonía» de Beethoven en sus cumpleaños, pero nadie hoy en día considera el himno masónico del masón Schiller puesto en música por el masón Beethoven como música nazi. Wagner no ha tenido tanta suerte.

La prosa de Wagner es áspera, abstracta y a menudo incomprensible. No así sus libretos, que todos los que siguen creyendo en la leyenda del Wagner «de ideología dudosa» cuando no proto nazi, deberían leer.

Los héroes de Wagner no buscan el poder ni la dominación sino, por lo general, la salvación a través del amor. Estos son los verdaderos temas de Wagner: la lucha del individuo por tener una vida propia contra las restricciones de la sociedad, el amor como única vía de salvación en un universo dominado por fuerzas indiferentes al hombre (ese Dios de Wagner, siempre oculto, cuando no directamente malvado, cruel e implacable), la búsqueda de sí mismo y el enigma de la identidad (todos esos personajes de Wagner que no saben quiénes son, que no pueden revelar su nombre, que olvidan su nombre), el mundo del sueño y el inconsciente, el oro y la avaricia como fuerza corruptora, el peligro de la sensualidad en el desarrollo espiritual, la influencia budista en «Tristán» y «Parsifal», la posibilididad de crear una sociedad basada en la paz y el amor...

Redimir a Dios

Hay un largo camino desde «El holandés errante», el primer héroe wagneriano, y «Parsifal», el último. Pero hay un hilo que conduce indefectiblemente desde el uno hasta el otro. El Holandés busca la redención, pero no la encuentra en el Dios arbitrario y cruel que le ha condenado, sino en el amor y en el sacrificio de otro ser humano, de una mujer.

Si Nietzsche hubiera leído con más atención el libreto de «Parsifal» se habría dado cuenta de que el «cristianismo» que hay en esta ópera (en la que no se menciona el nombre de Cristo) es totalmente anticonvencional. No hay ni un sólo sacerdote ni religioso en este «templo», que no es un templo sino un castillo, y es el rey el encargado de realizar el «oficio» de descubrir el Grial que da a todos los participantes alimento y vida. Kundry, el personaje más fascinante y misterioso jamás creado por Wagner, sólo dice en el tercer acto «servir, servir». Luego queda en silencio. Pero a partir de entonces va siempre al lado de Parsifal, que la besa con ternura. Nunca se dice en la ópera, pero para mí no cabe duda de que Kundry será la esposa de Parsifal y, por tanto, la madre de Lohengrin. Parsifal se convierte en rey del Grial y cura la herida de Amfortas. El coro canta: «El Redentor ha sido redimido». Es el hombre que redime a Dios. Este es el verdadero tema de «Parsifal» y quizá de todo Wagner.

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