Abre Dismaland, el macabro parque temático de Banksy

El complejo artístico del célebre grafitero británico recrea su visión siniestra y satírica de la actualidad

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Muchas de las creaciones más terroríficas ideadas por el ser humano tienen que ver, por antítesis, con el mundo infantil. Puede ser un muñeco diabólico, un payaso psicópata, una niña a la que le da vueltas la cabeza o una casa en la que dos infantes parecen estar confabulados con los espectros. O una Disneylandia por cuyo lago navega una patera repleta de inmigrantes con varios cadáveres alrededor. Un singular contraste cuyo objetivo no puede ser otro que asestar un puñetazo en la mente del espectador.

Así es Dismaland, la última ocurrencia del británico Banksy, artista conocido por esos característicos, cotizadísimos y provocativos grafitis que reparte por todo el mundo. Su «exposición de arte y entretenimiento para anarquistas principiantes», según su propia definición, está situado en un recinto abandonado de 10.000 metros cuadrados en la ciudad balneario Weston-Super-Mare, en North Somerset, una zona costera al oeste del Reino Unido.

Allí estuvo alojado el complejo llamado Somerset Tropicana Lido. «Me encantaba de niño», refirió Bansky a un periódico local, «así que conseguir abrir sus puertas de nuevo es un verdadero honor». Gracias a él, «todos los habitantes de Weston pueden volver a experimentar la sensación de estar parados en un charco de agua sucia, con un plato de comida fría en la mano y escuchando el griterío de un montón de niños».

Envuelto en el misterio

El siniestro complejo artístico, en el que han colaborado hasta 58 artistas contemporáneos, entre los que se encuentran Damien Hirst, Jenny Holzer y Jimmy Cauty, estará abierto desde hoy hasta el 27 de septiembre, desde las 11.00 hasta las 23.00. Los fines de semana habrá espectáculos en directo, y por ahora se esperan las actuaciones de Pussy Riot y Massive Attack. La entrada cuesta tres libras (4,23 euros, gratis para menores de cinco años), aunque ayer ya pudieron visitarlo varios periodistas y cientos de habitantes de la localidad, que recibieron entradas gratuitas. Sin embargo, se recomienda reservar la visita con antelación a través de su página web oficial, www.dismaland.co.uk, y se advierte que «la pintura spray, los marcadores, los cuchillos y los representantes legales de la Corporación Walt Disney tienen la entrada terminantemente prohibida».

Estos datos, que resultarían conocidos desde hace meses en cualquier otra gran exposición, se han visto hasta ahora envueltos en un misterio semejante al que rodea la identidad real de Banksy. «Solo cuatro personas del ayuntamiento sabíamos lo que se estaba cociendo», aseguró Nigel Ashton, máxima autoridad municipal de North Somerset. En los alrededores se pensaba que todo este jaleo formaba parte del rodaje de una película.

Pero no era un filme, sino un «festival de arte, diversiones y anarquismo», según el propio artista, donde se unen el humor negro y la denuncia social. Sobre sus intenciones basta tener en cuenta que el nombre escogido para el proyecto une los términos «dismal» (triste) y «land» (tierra), y ya fue utilizado por Banksy en una de sus obras, junto a una figura de Mickey, donde se podía leer: «Bienvenido a Dismaland. La vida no es siempre un cuento de hadas». Así las cosas, no resulta extraño que, a pesar de la apariencia de parque temático familiar, se advierta al público que su recorrido resulta inapropiado para los niños.

Por la noche podían hacer acto de presencia pesadillas pobladas por la figura de la muerte divirtiéndose en un coche de choque, una madre con su hijo a punto de ser arrollados por un tsunami, el castillo de Cenicienta tras un incendio, unos animadores con orejas de Mickey y cara de muy pocos amigos, la caseta que ofrece préstamos para contar con dinero en el bolsillo a un interés del 5.000%, un pelícano con las plumas llenas de alquitrán, un juego de pescar patitos con caña decorado con bolsas con dedos de pescadores dentro... o el exhaustivo cacheo que se realiza a los visitantes a la entrada, como si estuviesen accediendo al Pentágono. Todo ello aderezado con carteles de denuncia social y referencias a la política, al capitalismo y a la violencia policial. Nada, por lo tanto, que augure una tarde de diversión.

Los que sí están encantados con todo este espectáculo son los pequeños negocios del condado: ayer por la mañana, pocas horas después de conocerse la noticia, la web de Dismaland recibió seis millones de visitas, según un portavoz del artista urbano. El aluvión de público puede ser antológico.

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