El término se hizo célebre con una película rodada en 1963
El término se hizo célebre con una película rodada en 1963 - ARCHIVO
El origen de los insultos más populares

Esto es lo que separa al gracioso del loco

El insulto chiflado alude al sujeto estrafalario que recibe las burlas de los demás por su conducta de loco

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En un mundo de locos, el humor se ha convertido en una gran válvula de escape por donde poder reírse del nefasto devenir de los acontecimientos. Una sonrisa abre más puertas que cualquier llave maestra, aunque no todos lo entienden. En un extremo se sitúan los que no soportan la felicidad ajena y harán todo lo posible porque el mundo esté siempre amargado, y en el otro los que pecan de exceso de optimismo, rayando con frecuencia la frontera de lo absurdo. Dos polos opuestos que como suele decirse en la sabiduría popular, estaba escrito que acabarían tocándose.

Así, el término chiflado divide a ambas personalidades entre sus seguidores y sus detractores. Pancracio Celdrán, autor de «El Gran Libro de los Insultos», publicado por la editorial La Esfera, alude a las palabras que Sebastián de Covarrubias plasma en su Tesoro de la lengua castellana o española (1611) para entender el origen del calificativo.

(Chiflar), muchas veces es señal de hacer burla y escarnio de alguno, del cual decimos que le chiflan los muchachos...

«Es decir, individuo estrafalario, de aspecto cómico, que lleva tras de sí una turba de rapaces insultándose e incordiándole por su conducta y maneras de loco. Chiflado es tanto como sujeto motejado de orate y fatuo, tomado a chifla, mofado».

Los hermanos Álvarez Quintero escriben en El traje de luces (1899):

Aquí no hay más lezna que usté, ni más cascarrabias que usté, ni más chiflao que usté, que con er toreo clásico está perdiendo la chaveta.

Celdrán bucea entre obras pretéritas y expone que también se relacionó el vocablo al hecho de padecer una enfermedad. «El canario de la segunda mitad del XIX Nicolás Estévanez, en Fragmentos de mis memorias, al hablar de cierto capitán llamado Sanz escribe equivocadamente...»

Era uno de los tipos más notables del antiguo Ejército. Había servido en Filipinas, y él fue quien nos importó la chifladura, la enfermedad y el nombre, pues ambas cosas de él proceden. Él mismo confesaba no estar en su juicio.

Pero nada más lejos de la realidad. «Es etimología pintoresca, como tantas, ya que deriva del latín sibilare cruzado con otra acepción de ese verbo con el significado de mofarse, sentido que tenía el término en el Madrid popular de la primera mitad del XX», sentencia el autor.

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