¿Quién inventó el popular «baño María»?

Cuando preparamos un flan, un pudín o una salsa holandesa estamos rindiendo nuestro humilde homenaje a la primera alquimista de la Historia

Una cazuela al baño María Fotolia

Pedro Gargantilla

Los orígenes de la alquimia , también conocida como «arte hermético» , podemos buscarlos en la formulación y manufactura de cosméticos, y en la preparación de tintes y colores. Muy probablemente sus primeros pasos los dio en Mesopotamia, en donde los alquimistas se denominaban “opius mulierum”, es decir, «obra de mujeres». De este vocablo podemos deducir que en sus inicios fue un oficio preeminentemente femenino.

Siglos después el arte hermético llegaría a Alejandría, el eje intelectual de la antigüedad. Al abrigo de la biblioteca y del Museo aparecieron los primeros hombres alquimistas. La tradición nos cuenta que fue Hermes Trimegistro –fusión del dios griego Hermes con el egipcio Thot- el que reveló los secretos de la alquimia a los varones.

María la Hebrea , también conocida como María la Judía o Mirian la Profetisa, puede ser considerada la primera alquimista de nombre conocido . Al recordar este personaje es de justicia parafrasear a sir Winston Churchill : «Nunca en la Historia, tantos debieron a tan pocos».

Se supone, sin que haya mucha certeza, que vivió en el siglo II de nuestra era en Alejandría, y que escribió varios tratados de esta ciencia, que desgraciadamente se perderían con el segundo incendio de la biblioteca de Alejandría (hacia el 273 d.C).

Zósimo de Panópolis , el venerado alquimista egipcio, que vivió unos doscientos años después que María, escribió el tratado más antiguo de alquimia que se conoce –actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de París-. Este científico la incluye en la excelsa nómina de los «sabios de la antigüedad», citándola y parafraseándola de forma repetida.

Lo primero que llama poderosamente la atención es que en el Imperio Romano, una época en la que se imponía la espada a la pluma, una mujer tuviese oportunidades para destacar y pasar a la posteridad. Sin duda alguna, el hecho de vivir en Alejandría fue decisivo.

María trabajó con disoluciones de mercurio, que es volátil, y de plomo, que es muy soluble en vinagre. Debido a que ambos son muy tóxicos es probable que sufriera hidrargirismo con mercurio y saturnismo con plomo, enfermedades profesionales que nos llevan a pesar que su vida no debió de ser muy larga.

Hecho con arena y ceniza

A pesar de todo, esta científica nos legó tres avances tecnológicos de enorme relevancia: el tribikos (un alambique de tres brazos), el kerotakis (usado para calentar sustancias y recoger sus vapores) y el «baño María» . Para que el kerotakis pudiera funcionar correctamente debía estar fuertemente cerrado, de donde deriva la expresión «herméticamente cerrado».

En sus orígenes el “baño María” se realizaba con arena y ceniza que calentaban otro recipiente que contenía agua en su interior junto con otra vasija que albergaba, a su vez, la sustancia objeto del calentamiento. Curiosamente el término «baño María» no fue acuñado hasta el siglo XIV de la mano del médico español Arnau de Vilanova.

En 1764 Voltaire , en su “Diccionario filosófico”, escribió «han existido mujeres sabias, como han existido mujeres guerreras; pero nunca hubo mujeres inventoras». Esto es porque evidentemente el filósofo francés no conocía la existencia de María la Judía , la Eva de la química.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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