El director Alberto Rodríguez (segundo por la derecha) junto a los actores de 'La isla mínima', ayer en San Sebastián. :: JUAN HERRERO / EFE
Sociedad

'La isla mínima' deslumbra

Alberto Rodríguez firma un absorbente 'thriller' ambientado en las marismas del Guadalquivir en plena Transición

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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Los Goya de 2015 ya tienen una candidata para arrasar. 'La isla mínima' es la película española más redonda en lo que llevamos de año, un thriller rodado de manera deslumbrante que funciona a dos niveles: como filme de intriga que agarra al espectador por la solapas y ya no le suelta, y como recordatorio de que la Transición en este país no fue 'Cuéntame'.

El sevillano Alberto Rodríguez sitúa en 1980 una historia protagonizada por dos policías enviados como castigo a investigar la desaparición de dos chicas en las marismas del Guadalquivir. Javier Gutiérrez (el popular Sátur de 'Águila Roja') es el más experimentado, un 'madero' de la vieja escuela acostumbrado a torturar a los detenidos; Raúl Arévalo, un novato de academia, simboliza a la España de la democracia, obligada a convivir durante largo tiempo con los rescoldos del franquismo.

Películas con dos policías antitéticos ha habido muchas, pero el mérito de 'La isla mínima' reside en subvertir el cliché para hacer, como el que no quiere la cosa, un filme político. Por 'La isla mínima' desfilan terratenientes y muertos de hambre, jornaleros en huelga y guardias civiles que miran para otro lado. Hay un periodista de 'El Caso' que husmea el morbo, macarras con Bultaco y persecuciones entre los arrozales en un 'dos caballos'. Habla de un 1980 que proyecta su sombra sobre el presente.

«Curiosamente 1980 se parece mucho a 2014», comparó el director de 'Grupo 7'. «Entonces vivíamos una crisis, había problemas a la hora de definir territorialmente el país que queríamos y debatíamos sobre la ley del aborto. Ese rechinar de dientes, ese debate social y político, es un río subterráneo que recorre la película. Porque, antes que nada, ésta es una historia de suspense hecha para atrapar al público». Cine negro para tiempos difíciles, un género al que el cine español ha perdido el miedo, como demostró Enrique Urbizu en 'No habrá paz para los malvados'. «No es casualidad. La literatura y el cine negro hablan de la parte más sucia de la sociedad. En épocas de crisis resulta más palpable», consiente el director.

'La isla mínima' descubre para el cine un paisaje fascinante que no ha cambiado demasiado en los últimos cincuenta años. Las marismas del Guadalquivir, con sus poblados creados por Franco para cultivar el arroz, resultan a los ojos de Rodríguez un territorio mítico, sin nada que envidiar a las ciénagas de Luisiana. De ahí que surjan las comparaciones con cintas como 'Arde Mississippi' o la serie de moda, 'True Detective', que el cineasta descubrió después del rodaje.

El regreso de François Ozon

Las fotografías de la zona de Atin Aya y dos documentales sobre la Transición, 'Atado y bien atado' y 'No se os puede dejar solos', inspiran a un director que ha empleado trucajes digitales para los fascinantes planos de los meandros desde las alturas, a la manera que David Fincher rodó el San Francisco de 'Zodiac'. Las composiciones de la pareja protagonista, en especial de Javier Gutiérrez, no deberían quedar sin recompensa en el palmarés.

También en la sección oficial, François Ozon regresó ayer a San Sebastián dos años después de ganar la Concha de Oro gracias a 'En la casa' con un perverso y divertido cuento que provocó división de opiniones. 'Una nueva amiga' muestra el travestismo como la solución de un padre que se queda al cuidado de su niña tras morir la madre. La amiga verá en él a la desaparecida en lo que se diría 'Vértigo' de Hitchcock reescrito por Almodóvar.

«Tenía ganas de hacer una película popular, que gustara a la gente», confesó el francés. «Empecé a escribir cuando comenzaron las manifestaciones en mi país en contra de los derechos de parejas homosexuales. No quería ser pedagógico, pero sí que la gente entendiera, sin hacer un manifiesto, qué es ser una pareja diferente respecto a una clásica. Quería hablar del deseo y de la construcción de la identidad».