Aída en su despacho en las instalaciones de Médicos Sin Fronteras. :: LA VOZ
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«Los iraquíes te exigen que estés formado para trabajar con ellos»

Aída Muñoz es cooperante de Médicos sin frontera y acaba de volver de Iraq

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Aída Muñoz es licenciada en Ciencias Ambientales y una amante de los viajes. Acaba de llegar de Iraq, y no precisamente por un viaje de placer, es cooperante de la ONG Médicos sin Fronteras (MSF).

Aída no es la primera misión que realiza en el mundo de la cooperación internacional. Su andadura comenzó con un proyecto en Ecuador de la mano de la Diputación de Córdoba, posteriormente y tras finalizarlo se preparó un curso de agua y saneamiento en proyectos de cooperación al desarrollo. Gracias a eso conoció el mundo de MSF, «me pensaba que allí sólo estaban médicos», explica Aída. Echó los papeles y después de realizar una serie de entrevistas entró a formar parte de MSF.

A partir de ahí comenzó su aventura, primero seis meses en una zona complicada de Colombia donde se formó como logista, persona encargada de que todo el equipamiento funcione y que siempre esté disponible y no falte.

En diciembre del 2014 pone rumbo a Najaf, al sur de Iraq, el mismo lugar donde estuvieron las tropas españolas durante la guerra, una zona que ella misma define como segura, porque «está muy controlada por el ejercito».

El proyecto en el que participó fue en un hospital materno infantil, «es el que atiende a la mitad de los partos de la provincia», explica. La misión que tanto ella como su equipo era de enseñanza, «los médicos de MSF estaban para darles indicaciones a los residentes y a las matronas, pero no podían ejercer como tal, ya que el hospital es del gobierno. Era mostrarles el protocolo de sanidad internacional porque en esto si estaban más perdidos». Aída detalla que la intención era enseñarles a prevenir muchas muertes con temas básicos, «el control de infecciones o la esterilización de los instrumentos no lo hacían ellos de forma adecuada».

Aída cuenta que su misión era «que no les faltara de nada al equipo médico, yo me encargaba de la casa, la base y el hospital, de los guardias o los conductores, electricidad, agua, de todo. Si algo se estropeaba era responsabilidad mía».

Con respecto a la seguridad reconoce que durante el tiempo que ella vivió allí, la ciudad estuvo muy tranquila, «estando yo sólo hubo una explosión por coche bomba a unos siete kilómetros de donde nos encontrábamos». Najaf es la segunda ciudad santa para los chiítas, por lo cual es muy visitada durante todo el año por motivos religiosos.

La vida la define como muy rutinaria, «de casa al trabajo y viceversa, no podíamos hacer gran cosa. A lo mejor algún fin de semana íbamos a cenar a algún restaurante a una hora prudencial. A veces podías ir a una calle donde estaban las tiendas y comprarte pañuelos. La vida es muy simple».

En relación a la situación del país, se muestra cautelosa con el futuro, «poco a poco estaba saliendo a flote, pero ahora no sé que va a pasar. Es todo un poco gris pero tienen dinero y ganas para salir adelante. Poseen muchos centros de salud y escuelas, y aunque el servicio eléctrico no es estable, todos tienen un generador. Aída afirma que ella no ha sentido tensión allí, «si es verdad que en las últimas semanas cuando atacaron Mosul, nos evacuaron por prevención porque no se sabía qué iba a pasar. Pero ahí es cuando te das cuenta que en esos momentos es cuando realmente más falta haces porque llegan desplazados del norte» y apunta «no creo que logren pasar de Bagdad hacia abajo, eso sí sería muy preocupante».

La religión está muy presente en todos los ámbitos de la vida, «todo gira en torno a la religión, por ejemplo nuestras traductoras no podían venirse a cenar con nosotros, o las mujeres no pueden salir cuando se pone el sol, sí es verdad que alguna te dice que por ser mujer no tienen libertad». Aún así aclara que la religión no afecta al aspecto de la formación, «en nuestro equipo había gente muy formada, estudian. De hecho, los iraquíes te exigen que tú estés formado para trabajar con ellos, para respetarte tienes que demostrar que sabes. Además son muy respetuosas».

Aída afronta ahora unos meses para desconectar antes de que le den un nuevo destino «posiblemente ya me toque África, pero hay que esperar», afirma esta mujer que volverá a acudir a un destino para ayudar a sus habitantes.