Kim Jong-un visita el palacio de Kumsusan, donde se exhibe la momia de su abuelo. :: REUTERS
Sociedad

Bromas las justas

Corea del Norte prohíbe a sus ciudadanos sonreír en señal de duelo por la celebración del 20 aniversario de la muerte del padre de la patria

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Corea del Norte no está para bromas. El 8 de julio se conmemora la muerte del fundador del país, Kim Il-sung, y en señal de respeto está prohibido sonreír y hablar en público. Tampoco se permite beber alcohol ni bailar. De botellón ni hablamos. Es mejor no desafiar el luto oficial estos días de hondas condolencias. Si cuando las autoridades están de buenas amenazan con una catástrofe nuclear, qué no pasará cuando tienen el día atravesado.

Tal día como ayer hace 20 años murió Kim Il-sung, jefe del Estado desde 1948 hasta su defunción, momento en el que la Asamblea Suprema del Pueblo dejó en herencia el gobierno del país a su hijo, Kim Jong-il. De esta manera quedó en entredicho que el comunismo estuviera reñido con la sucesión dinástica.

Kim Il-sung, que luchó encarnizadamente contra los japoneses, es glorificado por la televisión estatal con motivo de la efemérides. No en balde, al dirigente difunto le llaman Presidente Eterno, como eternos son los documentales hagiográficos que la televisión norcoreana dedica al padre de la patria. El empacho laudatorio se repite el 15 de abril, fecha de nacimiento del mandamás. En Corea del Norte, donde el culto a la personalidad alcanza dimensiones religiosas, se venera su figura con la erección de 34.000 estatuas. Con tal bosque de piedra seguramente sea posible atravesar la península de Corea de Norte de lado a lado y de estatua en estatua sin pisar el suelo. Por si alguien se le olvidaba el nombre del abuelo, hay una vitrina en el Palacio del Sol de Kumsusan, en Pyongyang, donde se exhibe la momia de Kim Il-sung.

Tampoco es para tomarse a guasa al nieto del líder norcoreano, Kim Jong-un, pese a que a su peinado invite a sospechar que carece del sentido del ridículo. El mandatario ha aparecido con cara de pocos amigos en un acto de homenaje a su abuelo y, lo que es peor, lo ha hecho cojeando. Es verdad que el gerifalte anda a paso ligero, pero en un régimen tan hermético como el Pyongyang, cualquier alifafe de los Kim es motivo de disgusto. Ante tanta galanura en el andar, los conmilitones que abarrotaban el auditorio aplaudieron a rabiar al Brillante Camarada. Cierto es que Kim está gordo y fuma, pero todo se le perdona al mandamás con mejor planta de la escena internacional. No sea que te llame «escoria» y te mande ejecutar, como hizo con su tío Jang Song-thaek, quien encarna a la perfección lo que es una purga sin necesidad de que concurran laxantes.

La salud de los líderes preocupa seriamente a los funcionarios del Partido de los Trabajadores y del Ejército Popular. En Corea todavía se recuerda el bulto que le salió al abuelo Kim Il-sung en el cuello. Desde entonces todas las fotos se las hicieron de frente.

Otro precedente lo representa el padre del actual dirigente, Kim Jong-il, quien difícilmente podía ocultar las secuelas que dejó en su brazo y pierna izquierdos una apoplejía que sufrió en 2008. Como la discapacidad no está bien vista en Corea del Norte, nadie la vio. En el país asiático, mirar para otro lado es un saludable ejercicicio de supervivencia. Si nadie se atreve a advertir al rey que va desnudo, ¿quién va a querer informarle de que anda lisiado?