Economia

Europa empieza a hablar de crecimiento

Los líderes pactan una hoja de ruta que incide en la inversión y el empleo pero sin modificar las reglasEl empuje de Francia e Italia para exigir nuevos bríos económicos a la UE a cambio de apoyar a Juncker en la Comisión parecer surgir efecto

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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«Las elecciones europeas de mayo de 2014 abren un nuevo ciclo legislativo. Este momento de renovación política llega precisamente cuando nuestros países emergen de años de crisis económica y ha crecido el desencanto público hacia la política. Es el momento adecuado para determinar cuál queremos que sea el eje de la acción de la Unión y cómo queremos que funcione...». Europa vuelve a estar contra la espada y la pared y, anoche, algo pareció cambiar en los cimientos de un Viejo Continente que no sabe cómo salir de la Gran Depresión en la que lleva sumido seis años. La inversión, el crecimiento, el empleo y la flexibilidad del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, la Biblia que consagra el déficit del 3%, vuelven a cobrar protagonismo en el discurso de la UE.

Los jefes de Estado y de gobierno aprobaron anoche una declaración política de siete páginas en las que se recogen los cinco grandes ejes sobre los que pivotará la estrategia comunitaria durante los próximos cinco años: economías más fuertes y más trabajo; mejorar los mecanismos de capacitación y protección de los ciudadanos; una nueva estrategia energética; impulsar una Unión de libertad, seguridad y justicia; y relanzar su rol de gran actor internacional.

Cinco retos plasmados y desarrollados de tal forma que es casi imposible no compartirlos. El folio en blanco lo aguanta todo, el problema llega a la hora de interpretar lo acordado. El diablo vuelve a estar en los detalles. No hay cifras, no hay porcentajes... Sólo buenas intenciones, que en el argot bruselense y dada la complejidad de aunar 28 sensibilidades diferentes «no es poca cosa», matizan fuentes diplomáticas.

Todo ocurrió en Ypres, en una pequeña localidad de 35.000 habitantes situada al noroeste de Bélgica donde el Consejo Europeo se reunió en la tarde de ayer de forma extraordinaria para recordar el inicio de la Primera Guerra Mundial y honrar en un emotivo homenaje a los 300.000 soldados (en su mayoría británicos y de otros países de la Commonwealth) que perdieron allí su vida. El presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, habló de paz, de esencias, de unidad... De «no olvidar de dónde venimos para saber a dónde vamos».

La emotividad y el respeto del acto dieron paso a una cena clave llamada a definir, precisamente, el futuro de la UE. Sólo fue un primer acto. Para hoy, ya en Bruselas, queda la traca final, el nombramiento de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión, las airadas protestas que efectuará el primer ministro británico, David Cameron, por elegir al luxemburgués, o conocer previsiblemente a los candidatos que aspiran a presidir el Consejo y la Alta Representación Exterior en una suerte de baile de altos cargos que comenzó a sonar hace semanas. España lo fiará todo a lograr la futura presidencia a tiempo completo del Eurogrupo.

Pero anoche tocaba hablar de ideas, de proyectos, de la hoja de ruta. «Los países estamos en una posición ideal para dar forma al cambio (...). Nuestra diversidad es un activo, nuestra unidad hacer la fuerza», reza el documento negociado anoche entre los líderes y al que ha tenido acceso este periódico. Un documento que recoge de forma genérica las aspiraciones de Francia e Italia, que en las últimas semanas han liderado una suerte de rebelión pacífica para desterrar la palabra austeridad del lenguaje comunitario. Su principal logro ha sido unir el término «flexibilidad» al Pacto de Estabilidad y Crecimiento, el mismo que obliga a cumplir a rajatabla los objetivos de déficit y deuda pública.

La expresión utilizada es lo suficientemente vaga como para permitir a todos los Estados miembros poder vender su postura en sus respectivos países. Italianos y franceses, por ejemplo, que habrá más políticas de crecimiento, y Alemania, mientras tanto, que las reglas de juego no se cambian, que «lo único que se hará es exprimir al máximo la normativa que ya existe». Es decir, que en ciertos casos se dé más de tiempo para cumplir el déficit -Rajoy ya ha tenido dos prórrogas- o que ciertas inversiones no computen como tal.

Contra el paro

Los líderes mostraron su compromiso para combatir el paro -«nuestra mayor preocupación»-, exprimir al máximo el mercado único, mejorar la financiación de las pymes o mejorar los mecanismos para fomentar la inversión público y privada.

Al margen del capítulo económico, destacan dos importantes guiños a Reino Unido y en menor medida a Alemania. Se reconoce que Bruselas a veces atesora demasiado protagonismo y es mejor dejar actuar a los Gobiernos nacionales en aquellas materias donde su actuación sea mejor para los ciudadanos. Y se deja caer que la libertades sagradas de la UE tienen derechos pero también deberes, en clara referencia a los «abusos» que ciertos extranjeros harían de los servicios sociales en algunos Estados, como Londres o Berlín vienen denunciado. Asimismo, Italia y España logran que se incluya el enésimo compromiso de combatir de forma más eficaz la inmigración ilegal. ¿Cómo? Nada se dice.