Los jóvenes fueron vitoreados a la salida de la cárcel. | F. Jiménez
CÁDIZ

Los ocho imputados por destrozos en el puente Carranza no podrán pisarlo

El juez los deja en libertad provisional después de trece días recluidos en Puerto II al aceptar una petición de modificación de medidas cautelares

S. TUBIO | CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Ocho familias de Puerto Real celebraron ayer la Nochebuena. Con unos días de retraso de la fecha oficial, ahora tienen motivos para darse un banquete. Así lo juraron una y otra vez mientras esperaban en la entrada del recinto penitenciario de Puerto I y Puerto II a que fueran puestos en libertad sus hijos, sus parejas. Son los ocho jóvenes que el pasado 13 de diciembre habían sido enviados a prisión por orden judicial, acusados de graves destrozos en el puente Carranza coincidiendo con una protesta de los trabajadores de Navantia. La plantilla de astilleros acordó no tomar el puente en esa ocasión, pero estos jóvenes, ajenos a ese colectivo profesional, decidieron hacer la guerra por su cuenta y destrozaron barreras de plástico y elementos del mobiliario urbano.

La peor de las consecuencias la sufrieron los conductores que padecieron una vez más la interrupción del tráfico por uno de los dos accesos a la capital. El puente permaneció cortado 19 horas, generando un «caos circulatorio» -de esa manera definió la situación el juez del nº 2 de Puerto Real-.

Este mismo juez fue quien ayer dictaba un nuevo auto por el cual modificaba las medidas cautelares que había acordado para los ocho detenidos que han permanecido 13 días en el módulo de preventivos de Puerto II imputados en los delitos de desórdenes públicos, contra la seguridad vial y daños. Aceptaba la propuesta elevada por la defensa de los imputados de imponer una orden de alejamiento con respecto al puente en lugar de la privación de libertad. La defensa justificaba esta modificación en que la prohibición de pisar ese acceso garantizaría que los jóvenes no incurrieran en nuevos destrozos.

Esa reiteración delictiva fue el argumento en el que se basó el instructor para acordar la prisión preventiva, ya que es uno de los requisitos que exige la ley de enjuiciamiento criminal para que la Justicia tome la decisión cautelar más severa. Y lo sustentó en las sospechas de que los ochos detenidos pudieran haber participado con anterioridad en otras protestas que acabaron en destrozos en el puente.

Fuentes judiciales confirmaron a este medio que el escrito de modificación de medidas lo había presentado esta semana la defensa y que es independiente del recurso que había planteado contra el auto de prisión, también entregado hace escasos días en el juzgado. El juez, por tanto, resolvió rápido la solicitud de puesta en libertad de los imputados.

Como en el 14D

Esta decisión de prohibir acercarse al puente Carranza es muy similar a la que dictaminó hace escasos días un juez de Madrid con respecto a cinco detenidos en la protesta del pasado 14 de diciembre. La convocatoria de rodear el Congreso acabó en disturbios entre la Policía y un grupo de personas. A cinco de los siete detenidos, la autoridad judicial les impuso una orden de alejamiento que les impide en la práctica acercarse a la sede de la Cámara Baja. La medida, solicitada en ese caso por el fiscal, persigue que los implicados no participen en nuevas acciones de protesta próximas al Congreso.

A las dos de la tarde se comunicaba a las partes la nueva orden dictada por el instructor. 30 minutos después, un grupo de familiares ya hacían guardia a escasos metros de la garita de control del centro penitenciario. Algunos vestían camisetas con lo que ha sido el lema de su reivindicación: 'Todos somos los 10' -en referencia a todas las personas que fueron arrestadas tras la protesta, dos de las cuales quedaron en libertad con cargos al día siguiente de la detención-. «Yo lo tenía claro, a partir del día 1 me iba a meter en el Ayuntamiento de Puerto Real y me declararía en huelga de hambre. Allí pensaba quedarme sentado en una silla hasta que mi hijo saliera».

Eugenio Romero estaba convencido que la Navidad, desde la Nochebuena hasta el día de Reyes, la iba a pasar sin su hijo. «No nos esperábamos que fuera a salir ahora. Ahora sí puedo decir que me ha tocado el Gordo. Por fín se ha acabado con esta barbaridad».

La puesta en libertad no llegaría hasta pasadas las seis y media de la tarde. Esa espera de cuatro horas posibilitó que el número de amigos y familiares fuera creciendo hasta superar el centenar. A esta congregación se sumaron activista del SAT que habían organizado una concentración en Puerto Real a las seis de la tarde para reclamar la salida de los ocho detenidos. Aunque el motivo de esa acción había perdido sentido con el auto del juez, medio centenar de personas acudió a la cita frente al Ayuntamiento puertorrealeño.

Como héroes

Los ocho jóvenes fueron recibidos como si fueran auténticos héroes de la lucha obrera. Alguno llegó a ser manteado por los amigos en la entrada de prisión. Cánticos de «libertad» o «yo también soy de los diez» se mezclaban con los gritos de los familiares que intentaban abrirse paso entre el gentío para abrazar a su ser querido. Los detenidos, ya en libertad provisional, eran zarandeados, arrastrados para ser presentados a los activistas del SAT. «Esta gente ha estado siempre de tu lado, siempre os han apoyado», le decía un familiar a uno de los jóvenes, que un tanto aturdido, repartía besos a diestro y siniestro.

Una caravana de vehículos se despidió a golpe de bocina del recinto penitenciario. Una larga cola de coches enfiló camino hacia Puerto Real. Las propuestas se apiñaban unas tras de otra: tomar algo, estar con la familia, descansar...Puño en alto, ocho jóvenes se sintieron héroes por un día.