EL RAYO VERDE

U N NUEVO DISCURSO PÚBLICO

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Subo de la calle con el corazón encogido. En el paseo de mi ciudad una persona pide cada veinte metros. Demasiados, aunque queramos blindar la sensibilidad con eso de la mendicidad como negocio, las redes de falsos pobres, etc. Algunos de ellos cortan el cuerpo, como el hombre cuarentón que confiesa que necesita para comer y no tiene casa, la anciana acuclillada en la puerta de un bar, el joven esquelético en un portal... Es la realidad (diría Clinton), estúpidos.

La nueva presidenta del Gobierno andaluz ha dado consignas claras a su equipo: diálogo, consenso, negociación. Lo decía aquí mismo ayer el consejero Jiménez Barrios, se ha visto en las comparecencias de esta semana en el Parlamento: pocas aristas, buen rollo hasta con los exabruptos de la oposición, acabar con la crispación.

Todo eso está bien, vale, pero resulta insuficiente, tímido, superficial. La calle, los andaluces, necesitan otro discurso. No tanto como el del presidente de Uruguay, Pepe Mugica, que se quedará el 10% de su sueldo y donará el resto a asociaciones, porque las nóminas de los consejeros, al menos, no son para tanto. Hace falta un zamarreo, una sacudida como la que el Papa Francisco ha dado a la comunidad católica. Para sorpresa general ha sentado bien, la gente vuelve a sentirse orgullosa de pertenecer a esa Iglesia y hasta en medios laicos se celebra esa valentía, esa franqueza.

Pues hay que reconocer, por ejemplo, que entre tanto organismo, tanto papeleo, tanto 'stablishment' se ha perdido la perspectiva de la gente; que se ha creado una casta que ha manejado a su antojo el presupuesto público, que en el nombre de supuestos fines se han utilizados medios que no se justifican, que se han invocado grandes ideas para conseguir oscuros fines y que a pesar de todos los pesares, las desigualdades se han agrandado y los banqueros se siguen yendo de rositas, cuando no les pagamos la fiesta entre todos. No deberán pagar justos por pecadores, vale, pero alguien tiene que decir las cosas como son. Es lo que ahora la calle espera oír.